Conseguir un puesto de profesor de universidad falsificando una vida, unos títulos y sin amigos ni familia que los corrobore, le parece tan absurdo como un robot que le ha dado por enamorarse, tan difícil como crear un robot que es capaz de hacerse pasar por un humano. Entonces, no tiene que ser tan imposible, sino es la primera vez que la lógica es desafiada y derrotada.
Desde que volvió a verla, los días se los pasa viviendo de la ilusión de poder volver a hacerlo. Tampoco es que tengo mucha idea de lo que significa vivir en sociedad, pero no le hace falta para saber que salvo raras excepciones, como ella, hay pocas cosas que no se puedan conseguir con dinero. Todo tiene un precio. La comida, que no come, la ropa que ya no roba, el alquiler de la habitación que tarde o temprano espera conseguir para todavía normalizar aún más su vida, por mucho que sepa que va a echar de menos a las ratas, la policía corrupta que patrulla las calles, los jueces sin escrúpulos que se ponen la venda que debería llevar la justicia que aplican, los políticos traidores que se esconden detrás de siglas, pero que en realidad trabajan para los mismos que oprimen al pueblo que los vota. Todo tiene un precio.
Por eso, desde entonces, desde ese día, ahorra cada uno de los euros que gana en el restaurante. Unos días más, otros días menos, dependiendo de lo generosos que sean ese día los clientes que hayan comido en él, puede que incluso dependiendo de lo inspirado que haya estado ese día Carlos en los fogones, en lo hábil que haya estado Fermin ayudándolo, en el buen humor que haya tenido ese día María y Genaro atendiendo a los clientes, quien sabe, hasta en lo bien que haya él mismo fregado los platos. Cada uno de los billetes que gana han ido exactamente al mismo lugar, debajo de la misma baldosa, a excepción de algo de dinero que ha utilizado en comprarse otra camisa y otros pantalones, al tercer día de llevar la misma ropa puesta lo miraban raro, y tampoco le hizo ninguna falta preguntar porque. Es lo que tiene no necesitar comer, que tiene la virtud de evitar que gaste dinero, pero la desventaja de tener que inventarse cada día una excusa en el restaurante para no comerse alguna de las sobras que acaban en la cocina y que a veces le ofrecen, cada vez que las rechaza Fermín le mira raro, pero de momento, no ha pasado de ahí.
Si no se ha equivocado al contar el dinero, lleva ahorrado más de 2.000 euros, gracias a la gran suerte que tiene de no tener que pagar alquiler, ese del que todo el mundo se queja en el restaurante. Con el quiere encontrar en el mercado negro Madrileño, un carnet de identidad, un título universitario, quien sabe, hasta un doctorado. ¿Dónde va encontrarlo? Pues la verdad, no tiene ni la más remota idea, supone que esas cosas no se anuncian en los periódicos, ni siquiera aparecerán en Milanuncios y si lo hacen es o porque el anunciante es muy tonto, o la policía se lo está haciendo para ver quien llama. Así que, va intentar conseguirlo, como lo hacen los protagonistas de las películas que tiene almacenadas en la cabeza, preguntando a esos que viven al margen de la sociedad porque la sociedad, clasista, no los deja participar en ella, a aquellos que no pueden aspirar a un trabajo bien remunerado como no sea con el tráfico de droga, o de seres humanos, o de documentación falsa. Emigrantes, gitanos, forajidos de toda clase y condición, marginados por culpa de ser pobres, marginados por vivir en un lugar y un momento en que no se les tiene en cuenta.
Una vez tenga las documentos, del resto tiene pensado encargarse él. Hoy en día, toda identidad es posible de ser fingida con la ayuda de internet. Una buena página en Wikipedia explicando sus logros académicos, un perfil en Facebook en que familia y amigos también inventados comparten sus publicaciones, una cuenta en Instagram con cientos de fotos donde salga él haciendo algo en algún sitio. Con eso basta.
Ni siquiera conseguir que lo contraten, le parece que vaya a ser difícil cuando cumpla con los dos anteriores objetivos. Para eso, también piensa valerse de internet, aunque de una diferente forma, con sus conocimientos de hacker va a entrar en los ordenadores de la facultad, y sin darle tampoco mucha importancia, de un día para otro piensa aparecer entre los profesores de su plantilla, total, ¿qué habrá más de cien?, ¿quién sabe todavía más? Se supone que todos los años debe de haber cambios en esa plantilla, pues uno de ellos va a ser el suyo. Todavía le queda por decidir la materia en eso en que se va a convertir en un experto, pero ahora eso es lo que menos le preocupa.
Hoy es uno de esos días raros en que no ha ido a trabajar, y va a empezar a ejecutar parte de ese plan. Para ello se ha esperado a que llegase la noche, la oscuridad es el cobijo preferido de todo criminal, y aunque no tenga pensado atracar un banco, si ha vestido también con ropa oscura pues para pasar todo lo posible desapercibido. En su cabeza tiene todavía metido el día en que la policía apareció en la casa de Cristobal, y sigue teniendo miedo de volver a ser descubierto, por eso se ha pasado los días del restaurante a la fábrica abandonada y de la fábrica abandona al restaurante, y para un día que va dejar de seguir esa rutina y tiene pensado acercarse a lugares conflictivos donde está seguro puede haber policía observándole cree que lo mejor va a ser tratar de pasar todo lo desapercibido posible.
Cuando deja la fábrica una Luna llena enorme, que parece que se va a caer del cielo ilumina su camino.