Está claro que cada uno tiene una percepción del paso del tiempo diferente, lo que para él han sido quince minutos intensos, sin parar, para su jefe ha debido de ser más de media hora, porque por la forma que le ha dado la siguiente orden tenía pinta de que el mundo se iba acabar y todavía no iba a tener preparado el restaurante para la llegada de los comensales.
Acata sin rechistar lo que le han dicho y pasa a encender las velas y colocar los platos y cubiertos. Gracias a que su cerebro está lleno de un número infinito de datos sobre el comportamiento y costumbres humanas, casi siempre es capaz de acertar con eso que se espera de todo ser humano. Pero ese archivo interminable de datos, le está dando más problema de los esperados, no parece ser tan completo como lo que se esperaba de él, y cuando llega la hora de poner los cubiertos se queda en blanco. Se supone que el tenedor, el cuchillo y la cuchara deben de estar colocadas en un lugar específico de la mesa, y no sólo eso, además, deben de estar en cierto orden que ahora no es capaz de encontrar en ninguna de sus bases de datos. Lo mismo le pasa con las tres clases de vasos, no es capaz de distinguir cual es ese que supuestamente está destinado para contener el agua y cual es el otro que sirve para el vino, y sobre todo para que servirá ese tercero que no sabe que pinta, ¿será para la el refresco?. Al menos, con los platos lo tiene claro, el hondo debe de ir encima del llano, eso es lo que le dice la lógica. Maldice todo lo que puede a su creador por ese mal trago que le está haciendo pasar y después empieza a colocarlos en la forma y el orden que cree conveniente.
Tras examinar detenidamente esas piezas de cubertería, platos y vasos en la cocina, empieza a traerlos con cuidado de que no se le caiga nada, siempre bajo la atenta mirada de su nuevo jefe, que parece no querer perderse ni uno sólo de sus movimientos, lo que le hace todavía sentirse, si cabe, más seguro del fracaso que se aproxima. Calculando las probabilidades, existe una probabilidad entre un millón en que vaya a colocar los cubiertos de forma correcta en la mesa, así que sólo le queda disimular y esperar a que llegue el chaparrón que llegará en cualquier momento.
Primero coloca los platos, el plato llano primero, luego el hondo, luego coloca los vasos, en la zona derecha de la mesa, pues la mayoría de los humanos son diestros, y siguiendo el orden lógico que en ese momento le parece el más correcto, del más pequeño al más grande. Al acabar de hacerlo, se siente extrañado, de que todavía su jefe no le ha dicho nada, pero sigue disimulando lo mejor que puede y no le dirige ni una sola mirada para buscar la conformidad de lo que está haciendo. Para colocar los cubiertos, se deja guiar por la misma espontaneidad que le ha guiado anteriormente, y en la parte derecha al igual que los vasos, primero coloca la cuchara, que a su juicio será con la que se coma en el plato hondo, y luego el tenedor y el cuchillo, pareja inseparable de la que siempre la estrella deberá de ser el tenedor por eso va el primero tras la cuchara, por que es el más util y más utilizado de los dos. Y cuando acaba, sigue con el resto de los sitios de la mesa, una mesa de cuatro, prácticamente en el centro del restaurante. Es acabarla, estar a punto de cantar victoria y de autofelicitarse por lo bien que ha hecho su trabajo sin necesidad de que nadie le diga nada, cuando la voz de su jefe se oye retumbando y resonando por todo el restaurante.
Tomás: No has acertado casi ni uno. Ahora, vuelves a empezar y esta vez lo haces bien.
Arturo: ¿A qué se refiere?
Tomás: No te hagas el tonto conmigo, sabes perfectamente a lo que me refiero. Te he dejado acabar para ver si me habías mentido o no, y efectivamente me has mentido. No tienes ninguna experiencia en restaurantes, mentiroso, se te nota a una legua y se ha confirmado cuando no has sabido poner la mesa. Pero para que veas que soy bueno, no te voy a despedir, ya iras aprendiendo poco a poco. Hoy de momento, cuando acabes de poner la mesa, te vas a pasar la noche en la cocina, ya te dire más tranquilamente lo que tienes que hacer.
Arturo: Bueno, ¿y en que me he equivocado?
Tomás: El primer vaso es el baso del agua, luego el del vino tinto y luego el de vino blanco. Tu los has colocado justamente al revés. En cuanto a los cubiertos aunque todos sean parecidos no todos son iguales, los tenedores van a la izquierda, el más pequeño de ellos es el primero, que el de ensalada y luego el otro más grade. Los cuchillos y la cuchara van a la derecha, primero el cuchillo grande, que es el que acompaña al tenedor grande el otro lado, y luego el cuchillo pequeño que es el cuchillo también de ensalada, y al final del todo la cuchara. Por cierto, las servilletas que no las has traído, y parece que se te han olvidado, también hay que ponerlas, están en ese cajón de ese mueble, y también van a la izquierda. Vuelve a empezar, acabalo, ahora bien, y cuando acabes te espero en la cocina. Que no se te olvide encender las velas, porque no la has encendido.
Agacha la cabeza y sigue sus ordenes. No creía que para servir una mesa hubiera hicieran falta saber tantas cosas, pero por lo visto si que hacen. Esta vez al menos trata de moverse rápido, no es cuestión de jugar con la paciencia del que debe pagarle su primer sueldo.