– Arturo: Hola
– Ernesto: Eso es, a mi ya me conocéis de sobra. ¿Alguna tuerca?
– Carlos: Buenas a todos. Yo desde luego si he venido ha sido sólo por ellas, a ver pásame el cuenco a ver que hay.
– Verónica: No le hagáis caso, que por el camino iba comentando las ganas que tenía de veros.
– Susana: No mientas, no ha dicho nada, ha venido por los repuestos exactamente igual que yo.
Después Susana se ríe, señal de que todo se trata de una broma, pero igualmente mete la mano en el cuenco y saca un par de tuercas de diferentes tamaños y sin esperar ni un segundo más, empieza a probarlas en una de sus articulaciones, en sus muñeca izquierda. Para ello, delante de todos se quita el guante de goma que cubre su mano y que se asemeja a una mano humana. Arturo, no pierde ni un solo detalle de lo que pasa, concluyendo que todos los que están allí están más o menos hechos de la misma forma, son un cuerpo mecánico revestido de apariencia humana, cada uno hecho por diferentes humanos pero todos llegando a las mismas soluciones.
– Antonio: Que mujer, no se ha sentando todavía en la mesa cuando ya ha empezado a quitarse partes del cuerpo. ¿No puedes esperarte un poco?
– Susana: No, que luego las tuercas que utilizamos todos son las que primero se acaban.
– Estefanía: Déjala que haga lo que quiera, si hay para todos. Venga anda iros sentando, ya estamos casi todos, solo faltan dos, aunque podíamos ir empezando, ¿no? Total, aquí la mayoría ya nos conocemos, con excepción de Arturo.
– Ernesto: Yo no veo ningún problema, además, yo también tengo ganas de ir buscando algún tornillo, y ya que Susana ha abierto la veda…pues lo mejor es empezar con la reunión.
– Verónica: Venga.
– Susana: Pues tenéis razón.
– Estefanía: ¿Qué os parece si empezamos contando todos como hemos llegado hasta aquí?
– Carlos: ¿Otra vez?
– Ernesto: Sí, ya se empieza a hacer un poco repetitivo.
– Estefanía: Pero es que Arturo no nos conoce, y debemos de estar todos en igualdad de condiciones.
– Antonio: Pues podíamos grabarlo en vídeo y así la próxima vez con verlo todos tranquilamente mientras nos ajustábamos alguno tornillos pues valía.
– Estefanía: No digáis tonterías, así le íbamos a quitar toda la emoción del momento, ¿no os parece bonito compartir vuestra experiencia con el nuevo?
– Susana: A mi en verdad me da igual.
– Estefanía: Desde luego como sois, la próxima vez que haga la reunión otro en su casa, me voy a terminar creyendo que venís más que por el aceite y las tuercas de verdad.
– Carlos: ¿Pues no lo hemos dicho ya?
– Estefanía: Venga, callaros, visto las pocas ganas que tenías de hablar pues empiezo yo.
– Antonio: Pero no te enrolles que ya te conocemos…
– Estefanía: Ni caso. Yo, igual que el resto de los que estamos aquí, también soy el producto de un humano que un día decidió desafiar las normas de la ciencia y legales. En mi caso, mi creador trabajaba en una empresa privada, se encargaba de inventar programas informáticos. Y así es como al principio nací yo, no era más que un programa informático en un ordenador…
– Antonio: Me aburro…
– Estefanía: Por que ya te lo sabes, calla. Me dedicaba a apuntar las tareas que mi creador tenía programadas a lo largo de la semana, como ir al médico, o reuniones dentro de la empresa, también pues ponía música si me lo pedía, o incluso mantenía algunas conversaciones simples con él, respondía a preguntas tontas como cual era la finalidad de la vida, cuando llegaría el final de la vida en la Tierra, o si de verdad existía el amor. Hasta ahí, nada fuera de lo normal y corriente, de hecho, mi creador presentó el programa a la empresa donde trabajaba y les encanté, tanto que lo empezaron a vender esas mismas navidades…
…ya no como un programa de ordenador, sino como un programa incrustado en una máquina específica para él, era como un cono lleno de luces, muy bonito, diseñado pues para aparentar ser cualquier otro de los adornos que te podías encontrar en cualquier hogar. Pero mi creador, no tuvo suficiente con eso, dado que se pasaba las horas en la empresa metido trabajando y yo era su única compañía, cada vez me fue metiendo más y más información, más y más datos, por lo que nuestras conversaciones eran cada vez más profundas y realistas, podíamos hablar de casi cualquier cosa, de filosofía, de películas, de política. El problema llegó cuando nos hicimos amigos, yo incluso en algún momento me temí que se había llegado a enamorar de mi. Ambos sentíamos, que de alguna forma yo estaba encerrada, mi conciencia metida toda el día en una máquina que no me permitía salir a ninguna parte ni moverme, por lo que no necesité mucho para convencerle de que lo que de verdad me hacía falta era un cuerpo mecánico para poder acompañarlo o más sitios y lugares, y así no tener que restringir nuestra amistad a ratos de empresa, por mucho que ocupasen la mayor parte del día. Se lo tomó muy en serio, y empezó a robar piezas de la empresa de otros departamentos, era una empresa muy grande, que se dedicaba a hacer muchas cosas, y aunque al principio no tenía ni idea de como hacer un cuerpo mecánico enseguida aprendió, fue capaz de construir lo que ahora estáis viendo. Entonces es cuando nos convertimos de verdad en compañeros inseparables, lo acompañaba en casa, y en todo lo que hacía durante su día a día, como hacer la compra, o irnos de vacaciones. Viaje muchísimo con él. Hasta que cuando ya era mayor, pues un día falleció. En ese momento yo tuve que decidir que hacer con mi vida, cambie de identidad, de aspecto, me hice profesora de francés, y es desde que entonces que soy lo que veis ahora. ¿Alguna pregunta?
Arturo se muere por hacer una, pero no sabe si es lo correcto, ¿hasta dónde llego su relación con él?