Empieza a tener demasiadas cosas en las que pensar, y eso que va sobrado en capacidad computacional de procesamiento. La reunión con la extraña del restaurante, ha añadido unas cuantas preocupaciones a una ya larga lista, que si tenía que tener cuidado no yendo por la calle con la misma temperatura corporal que un manojo de llaves colgado de una inerte puerta, que si quería aprender a sobrevivir no debía faltar a la próxima reunión clandestina de robots que se celebraba en un par de días, que si ya no es el único robot del universo y hay otros cuantos como él, quien sabe cuantos más, y todos por lo que parece con la forma de humanos y con la intención de hacerse pasar por uno de ellos.
¡Y él que se creía un ser único!, al menos en la Tierra. Su desdicha por saberse solo, se sazonaba con la creencia de que no había otro igual que él. Pero ahora tiene que adaptar su forma de pensar, ya no es el único y si está solo es porque él quiere, lo que irremediablemente le ha llevado este par de días antes de la reunión, a pelear con esa duda, ¿acaso quiere estar realmente solo?, es más, ¿puede dejar de estar solo?, porque si deja de estar solo, ¿podrá seguir ejecutando su plan? ese por el que quería hacerse pasar por un profesor de universidad y usurpar la novia de un humano, o quien sabe, ¿en el momento de dejar de estar solo, sus prioridades cambiarían y ya nada de eso le importaría? Inevitablemente, no tenía una respuesta segura a ninguna de esas preguntas, la única forma que tenía de poder responderlas era acudiendo a la reunión a la que había sido invitado.
Por lo que al final, tras darle muchas vueltas ha decidido acudir, incluso habiendo tenido que pedir una noche libre en el restaurante donde trabaja por primera vez. Han quedado en la casa de Estefanía, así es como llama ahora a la extraña, por su nombre de humana. Que de acuerdo a ella, paga con su honrado sueldo de una academia de francés de la que tiene el orgullo de ser su fundadora, otra a la que parece que se le ha ocurrido la misma idea que a él, que si de algo un robot va sobrado es en su capacidad de aprender de una forma casi instantánea. Como siempre, ha llegado antes de tiempo, pero decide que lo mejor es no esperar más, y aún faltando un par de minutos llama al timbre. Tras esperar un tiempo prudencial no contesta nadie, así que tras confirmar que el portal donde se encuentra es el número correcto y que el telefonillo al que ha llamado también es el correcto, llama otra vez. Esta vez en cambio, no pasa más de dos segundos hasta que alguien contesta.
– Estefanía: Ya va, ya va, ¿quién es?
– Arturo: Soy Arturo, abre.
Es Estefanía, la ha reconocido por su voz. El portal es como el resto del piso, viejo, antiguo, como el barrio donde está ubicado, no muy lejos de la Plaza Mayor donde quedó con ella, todo lo que ve debe de tener más de cien años, tanto que no hay ni ascensor, y aunque tampoco es algo que debiera importarle porque es un robot, le da cierta pereza, no sabe de donde habrá salido, cuando tiene que enfrentarse a las siete plantas de escaleras. Una a una las sube, en algún punto olvidándose de que se está haciendo pasar por un humano y dejando de encender la luz para iluminar por donde pasa, hasta que alguien empieza a hacerlo por él y se cruza a un humano en justo su dirección contraria, que al hacerlo lo mira raro. Podría haber sido peor, piensa, si hubiera subido las escaleras a toda velocidad, y a oscuras, como le había dado ganas de hacerlo.
Cuando llega a su destino, la séptima planta, la puerta está abierta. Es la segunda casa en la que está en toda su vida, y la primera que es de un robot, pero por lo que puede ver así a simple vista tampoco es que haya ninguna diferencia con la del humano, así de lejos puede ver que hay una cocina, pasa por la puerta de un baño, y cuando parece que Estefanía se ha vuelto a acordar de él oye como le grita que pase desde el fondo de un salón que tiene al final del largo pasillo por el que camina.
– Estefanía: Pasa, pasa, que estoy dando los últimos retoques.
– Arturo: Voy.
Cuando llega a él, allí está ella, sin todavía hacerle caso, haciendo eso que le había dicho que estaba haciendo, colocando en una mesa rodeada por sillas voles llenos de tuercas, tornillos, dispensadores con un liquido gris que todo apunta es aceite. Cuando por fin le hace caso, es porque él también está alrededor de esa mesa como un objeto más.
– Estefanía: ¡Hay que bien que hayas venido! Sabes, por tu cara y lo que me contestas cuando te avisé tenía muy serías dudas de sí vendrías.
– Arturo: ¿Pero como no iba a venir?
– Estefanía: No sé, no sé. Eres el primero en llegar, por esas cosas es por las que vas llamando tanto la atención, debes de respetar las costumbres humanas y llegar tarde, cuando a un humano queda a una hora, la hora a la que siempre llega es al menos quince minutos más tarde.
– Arturo: Disculpa, no lo sabía.
– Estefanía: Ya me imagino, pero ya irás aprendido. ¿Arreglaste antes de venir eso que hablamos de tu temperatura corporal?
– Arturo: Sí, sí que lo he arreglado, ahora soy otro cuerpo a 37 grados celsius de temperatura, aunque me mucho costó encontrar los tipos de resistencia que me dijiste, y luego instarlas por todo el cuerpo fue toda una odisea.
-Estefanía: Muy bien, es que se nota a una legua que eres un primerizo, en esta reunión vas a aprender muchas pero que muchas cosas más.