Es la primera vez que le pasa, la primera vez que alguien le deja un mensaje escrito. Y además proviene de esa persona misteriosa que no le ha quitado ojo. Por eso agarra rápidamente la servilleta y sin esperarse a un momento posterior para desvelar su contenido se pone a leer con avidez lo que pone.
“Mañana a las 10 en la estatua de la Plaza Mayor”
Es apenas una linea, y tampoco es que el mensaje desvele mucho más de lo que claramente es una cita. Pero le ha a gustado, es lo suficientemente claro como para adelantarle que muy posiblemente al final acabará desvelando su identidad.
Cuando acaba de leerla todo el restaurante le está mirando, otra vez se siente el centro de atención, aunque al menos esta vez no es por un hecho trágico.
María: ¿Bueno que, no nos vas a contar que es lo que pone?
Arturo: Como que no lo sabes ya…
María: Pues claro, pero para no parecer tan cotilla. ¿Y que, vas a ir?
Arturo: ¿Y eso a ti que te importa?
María: ¿Cómo qué que me importa? aquí todos somos una gran familia y todos nos preocupamos por la vida de todos, ¿vas a ir o no?
Fermín: Eso digo yo, no te hagas el difícil, es tan difícil como decir si o no. ¿A todo esto a donde tiene que ir?
María: Una extraña le ha invitado a quedar mañana por la mañana.
Fermín: ¿Y que te tienes que pensar a eso? Mira chico, yo llevo aquí casi 10 años y nunca nadie me ha invitado a quedar, no dejes pasar esta oportunidad, quien sabe si no se te vuelve a presentar en la vida.
Carlos: Yo no me lo pensaba dos veces.
Fermin: Eso sí, llévate condones por si acaso, que le has tenido que gustar mucho.
Fermín hace que todos en ese momento empiecen a reír, todos menos Arturo, que aparenta que todavía no le ha pillado el punto al humor humano, pero que más bien no ha prestado atención a lo que está sucediendo a su alrededor, y está más que intrigado sobre lo que ira a pasar en esa reunión.
Genaro: Vamos, chico reacciona. ¿Vas a ir o no? Yo una vez quede con una cliente, bueno más de una vez, y me lo pase bien. ¿Y tu María?
María: Yo si tuviera que quedar con todos los clientes que me lo ofrecen…no tendría tiempo para todos. ¿Vas a ir o no?
Arturo: Pero que pesados sois todos, pues supongo, supongo que al final acabaré yendo. Tiene razón en eso Fermín, que no tengo nada que perder.
Fermín: Muy bien. Sólo queríamos asegurarnos.
Carlos: Luego por la tarde estaremos esperando para que nos cuentes que ha pasado.
Arturo: Pero que pesados…
María: No te quejes, esto es así, ya te iras acostumbrando.
Se dobla la servilleta y se la guarda en el bolsillo. Y como si en ese instante ya hubiera acabado todo lo que tenía que hacer allí, se dirige hacía la puerta, sin ni siquiera despedirse de sus compañeros de trabajo.
María: Espera, ¿y tu parte de las propinas? Para un día que de verdad te lo ganas, ¿te vas a ir sin ella?
En ese momento se detiene, efectivamente, se ha olvidado justo de lo más importante. Vuelve sobre sus pasos, y María que parece tenerlo todo siempre preparado le da un puñado de monedas y billetes que así a simple vista y por lo que abultan en su mano, parece más de lo habitual. Ya con su parte del botín en su bolsillo, otra vez se vuelve a dar la vuelta y vuelve a marcharse también sin despedirse, no como reincidiendo en un error, sino como repitiendo un anterior acierto.
Esta vez nadie le dice nada, y no tiene que volver sobre sus pasos. La tormenta hace tiempo que acabó, y ha dejado una noche como la mayoría de las que se disfrutan en la capital madrileña, despejada, pero casi sin apenas una estrella que reine en el firmamento por culpa de todo el brillo que emite todas las luces artificiales que iluminan la oscuridad de la noche.
Son las doce y media, y le gustaría en este momento poder adelantar el tiempo. ¿Qué va hacer durante estas nueve horas y media hasta que llegue el momento de desvelar el misterio que le lleva intrigando casi toda la noche, y que va a seguir haciéndolo hasta que mañana lo desvele? No tiene ni idea, camina por la calle mirando a todos y cada uno de los escaparates con los que se encuentra camino a la fábrica abandonada donde vive. ¿Quizás pararse a comer algo de comida rápida? no puede, ¿emborracharse un rato como hace la mayoría de los humanos en su tiempo libre? tampoco puede, ¿ir a uno de los clubs de alterne y repetir experiencias pasadas? ahora si puede, pero no sabe no cree que ya haya llegado el momento de probarlo. ¿Entonces qué puede hacer? porque por no poder, no puede ni morderse las uñas. Y se da cuenta de que no puede hacer nada, va a tener que aburrirse mirando como las ratas disfrutan mutuamente de su compañía, pero él es incapaz de disfrutar de la suya.
Así que camina todo lo despacio que puede hasta su destino, consciente de lo que le espera y de paso aclarando algunas de sus ideas. Con sus ganas de que llegue mañana y la única solución que ha sido capaz de encontrar al aburrimiento, una máquina del tiempo, se pregunta, primero ¿si sería posible?, y luego en caso de que así fuera ¿cuáles serían las consecuencias? Para la primera pregunta no tiene solución, que es posible y que no es posible hace tiempo que ha perdido sentido cuando de ciencia se trata, nadie nunca se hubiera imaginado no hace mucho tiempo atrás que algo como él podría existir, y para la segunda, la respuesta es evidente, el ser humano se estaría continuamente intentando enmendar los errores de su pasado. ¿Qué sino el ser humano, sino un ser condenado a aprender más de sus errores que de sus aciertos?