Sigue siendo de día, las calles están abarrotadas de gente, menos mal que aunque se ha dejado la careta en el club de striptease sigue llevando las gafas del sol, el sombrero y la bufanda que le ayudan a tapar su metálico rostro. Camina todo lo rápido que pueda sin que eso implique llamar la atención, esquivando cada uno de los peatones, con la única meta de llegar a casa de Cristobal lo antes posible antes de que llegue él.
Mientras tanto, Cristobal ya ha acabado su jornada en la universidad, puede que no haya dado pie con bola durante ninguna de las clases que está obligado a dar, por culpa de estar pensando en Arturo y en el dichoso Rector, pero al menos se le han pasado rápido y nadie se ha dado cuenta de sus errores. Todo el mundo está pensando en el dichoso robot que anda suelto por el campus, sus clases han estado continuamente contaminadas por un murmullo continuo, un cuchicheo constante, que ni le ha preocupado, ni ha tratado de solucionar, de forma contraria a lo que tiene por costumbre. Aliviado por ya no tener nada que esconder, cierra su maletín mientras sus últimos alumnos salen de clase haciendo todavía más ruido del que han hecho durante ella, todo ha salido bien, su plaza en la universidad está segura. Cuando ha recogido todo y cierra por fin el aula donde ha dado la última de sus magistrales clases, camina tranquilo hacía su laboratorio, allí tiene la intención de hacer lo que hace todo el mundo que ha hecho algo que quiere ocultar, destruir todas las pruebas de ese algo que puedan incriminarlo. Por el camino hace lo que hace siempre, procura no mirar a nadie, procura no hacerle caso a nadie, lo suele hacer con la intención de evitar perder el tiempo en conversaciones superfluas y con personas que no aprecia, por eso, que hoy también lo haga, aun cuando tiene como principal motivo llegar lo antes posible a su laboratorio para destruir pruebas, no levanta ningún tipo de sospechas.
O al menos, eso es lo que Cristobal se imagina, Julia se huele algo, cuando lo dejó después de la reunión ella se marchó a dar su clase, desde la que vio como Cristobal salía de su laboratorio acompañado y luego como cogía el coche para salir a toda velocidad con ese misterioso acompañante. Ella a diferencia de Cristobal no tiene nada que ocultar y cuando ha acabado su jornada en la universidad no ha aprovechado para destruir las pruebas que fuesen a incriminarla, y en cambio, ha decidido que lo que le ha apetecía era ir a casa de Cristobal, donde se supone ha ido Cristobal a toda velocidad después de la reunión con el Rector, y allí tratar de conocer a la persona con la que salió del campus. Julia es la única persona que tiene una copia de la llave de la casa de Cristobal, él se la dio el día después de que tuviera que entrar a su casa tras romper una ventana, y tras darse cuenta de lo sólo que estaba, decidió que la única persona en la que podía confiar era ella, la única persona a la que podría decir que no es indiferente en todo el mundo.
Cristobal nunca ha sido un apasionado del orden, de hecho se había acostumbrado a decir que el encuentra el orden en el caos, que al igual que un protón girando sobre un átomo su estabilidad dependía precisamente de ese movimiento errático, que el mejor sitio para guardar un documento importante era encima de la mesa, que la mejor forma de evitar que se perdiese la única tuerca de repuesto de su última invención, era precisamente al lado de ese documento importante encima de la mesa. Hasta que un día no encontró ni ese documento, ni esa tuerca, y empezó a meter las cosas en cajones, aunque igual de desordenados que estaba antes la mesa. Cuando llega a su laboratorio todo está lleno de papeles por todas partes, por culpa de que hace mucho tiempo ha llenado los cajones donde mete las cosas importantes, y lo peor de todo no es eso, sino que aunque todos hablan de diferentes cosas, todos hablan de precisamente lo mismo, si juntas cada uno de esos documentos alguien con ciertos conocimientos podría llegar a la conclusion de que intenta construir un robot. Al ver tal desorden se lleva las manos a la cabeza, le gustaría hacer lo que hicieron los Nazis con los libros de aquellos que ponían en cuestión sus ideas, juntarlos todos juntos, echarles un poco de gasolina por encima y prenderles fuego, pero eso le es imposible en este momento y se conforma con pasarlos por la máquina trituradora de papel que no sabe como acabó en su laboratorio y que nunca utiliza. No sin antes, formatear todos los discos duros de los ordenadores que tiene.
Arturo fue precavido antes de salir de casa de Cristobal, y al igual que cuando salió del laboratorio por la ventana, dejó una ventana abierta de la casa de Cristobal por la que poder entrar cuando regresase de dar su paseo, aunque está vez hubiese salido por la puerta. Contrario a toda lógica, fue quitarse la careta de carnaval que llevaba puesta y la gente dejó de prestarle atención, habiendo pasado desapercibido todo el camino de vuelta a casa. Abre esa ventana y se cuela dentro. Julia que en eso momento estaba llegando a la casa de Cristobal lo ve hacerlo, se debate entre llamar a la policía o darse la vuelta por donde ha venido y decide no hacer ninguna de las dos cosas, preparada con las llaves que Cristobal le dio en su día, abre la puerta con la intención de encontrarse con aquel que ha llegado justo antes que ella. Cuando lo hace, ve a Arturo tranquilamente leyendo sentado en el sofa que está al lado de la ventana por la que ha entrado.