Lo de buscar habitación barata, al final se convierte en una auténtica odisea, tras los dos meses de fianza en un piso diminuto y sin luz, tras ser dejado tirado, luego se suceden un sin fin de otros intentos estériles, llamadas de teléfono que no llegan a nada, paseos hasta habitaciones que supuestamente ya han sido reservadas con las que tiene que conformarse ser el segundo en la lista, otros en los que se convierte el objeto de un casting, donde se le pregunta por la edad, puesto de trabajo, y resto de afinidades y condicionantes personales, todas que nunca llegan a nada. Pero no se da nunca por vencido, y a pesar de tener pocas esperanzas de encontrar esa habitación barata, por la que parece medio Madrid está dispuesto a matarse, sigue intentándolo, sigue levantándose cada mañana temprano para escribir el primero a esa habitación barata novedad en la lista.

Y al final lo consigue. Consigue una pequeña habitación en Madrid, cerca del restaurante, cerca del centro, ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado sitio así. Vale que la ventana da a un pasillo, vale que poco más puede hacer en ella que no sea dormir, pero al menos puede pagarla.

A partir de entonces ese se convierte en su cuartel de operaciones, y desde allí vuelve a retomar su plan principal, dejar de estar solo. Ahora se está arreglando para hacer de nuevo una visita al que desde hace tiempo se ha convertido en uno de su escueto grupo de amigos. A su camello. Lleva ya tiempo comprándole marihuana, quizás han pasado ya más de tres meses desde que empezará a hacerlo, y la asiduidad de ese contacto ha hecho crecer confianza entre ambos, ya no se queda en el portal como las primeras veces, ahora sube directamente a su casa a por el producto y mientras lo prepara y no, hay algo de conversación, cierta puesta al día entre ambos, en el que intercambian percepciones del mundo en el que viven, y de su día a día. Los camellos también son seres humanos. Hoy en cambio no quiere que sea como siempre, no quiere mantener esa charla intranscendente a la que están acostumbrados, va a preguntarle directamente si puede ayudarle ese DNI falso que cien por cien regularía su situación en España.

Suspira aliviado por no tener que coger el metro, no termina de acostumbrarse a sus estrecheces, y cuando por fin se ha arreglado, hace tiempo que compró mucha más ropa aparte de la que diariamente utilizada en el restaurante, se lanza a la calle. Como siempre que va a visitarlo ya es de noche, las farolas iluminan su camino, y de hecho disfruta del pequeño paseo hasta su casa, no es que se entretenga contando estrellas por el camino, pues en Madrid es difícil ver alguna, pero si que disfruta de una enorme Lune que parece que va a caerse del firmamento, de observar a la gente con la que se cruza, de ser un espectador de lujo de la vida que fluye en la ciudad que nunca duerme Madrid.

Pasa apenas media hora hasta que llega, de hecho se le hace corto, y cuando lo hace llama al telefonillo.

– Arturo: ¿Evaristo?
– Evaristo: Arturo, eres tu, venga sube, te estaba esperando.

Le estaba esperando, porque ha Evaristo lo único que no le gustan son las visitas sorpresas, y siempre pide a todos sus clientes que antes le avisen por teléfono antes de llegar. Por lo que aparte de ayudarle a buscar habitación, su teléfono ha adquirido poco a poco y principalmente esa función.

El camino ya se lo conoce de memoria, sube las escaleras de dos en dos deseando verle para preguntarle lo que lleva deseando preguntarle desde hace tiempo. Como siempre, lo está esperando en la puerta, se chocan las manos nada más verse y Arturo pasa a su casa. Una casa por otra parte tan normal como cualquier otra, no hay colchones tirados por el suelo, ni yonkis pinchándose en sus esquinas, ni montañas de suciedad que la hagan inhabitable. Tiene un salón, cocina, habitaciones, todas amuebladas como lo podrían estar cualquier otra. Es una transacción que ya han repetido tantas veces, que ya todo sale como algo mecánico, Arturo lo sigue hasta el salón donde Evaristo tiene la mariguana, hablan un rato mientras Evaristo prepara lo que le pide, y cuando menos ninguno de los dos se lo espera, aprovechando Arturo uno de esos breves pero incomodos silencios, lanza la pregunta.

– Arturo: Oye, ¿y no podrías ayudarme tu a conseguir un DNI falso?

Evaristo nada más oírlo deja de hacer lo que está haciendo y lo mira raro. De arriba a abajo. Evaristo no dice nada, pero Arturo se imagina perfectamente lo que está pensando, duda de si no será un policía encubierto, de eso está seguro.

– Evaristo: ¿Y tu para que quieres un DNI falso?
– Arturo: Pues para que va ser, para lo que lo quiere todo el mundo, para tener papeles, para ser uno más, para que me hagan contrato de trabajo, no tener que esconderme de la policía…
– Evaristo: Me dejas de piedra, pero si yo creía que eras español, sino tienes acento ni nada, ni eres negro, ni amarillo…¿pues de donde eres?
– Arturo: ¿Yo? soy colombiano, vine hace un par de años con visa de turismo, pero decidí quedarme.
– Evaristo: ¿Y por qué no haces como todo el mundo y te sacas la nacionalidad? Es tan fácil como pagar a una española o español, depende de lo que más te guste, para que se case contigo.
– Arturo: No tengo tiempo para eso, además, me robaron el pasaporte y toda la documentación que tenía de Colombia, y después de todo el tiempo que ha pasado me da cosa ir a la embajada a recuperarla. ¿Puedes ayudarme o no?
– Evaristo: A ver, es que lo que me estás pidiendo no es un chivato de mariguana, eso va a ser mucho más difícil de encontrarlo, y mucho más caro.