Ha tenido que volver a coger el metro otra hora y media, esta vez para plantarse en otra parada de metro en otro de los extremos de la capital madrileña. No ha sido como la vez anterior, el viaje se le ha hecho pesado, sobre todo porque ha ido como una sardina en una latilla de sardinas, sin apenas espacio para coger una bocanada de aire, menos mal que no las necesita.
Cuando sale del metro las sensaciones son diferentes a las de la vez anterior, esta vez no es como si hubiera viajado en metro a otro pueblo, directamente percibe que se debe de encontrar en un barrio conflictivo. Los pisos son todos iguales, incluso los que tienen pinta de ser antiguos y haber sido maltratados por el paso del tiempo, a diferencia de aquellos que caminas por sus calles, sus colores de piel son de las tonalidades más diversas, blancos, morenos, negros, amarillos, deben de haber venido de cada uno de los cinco continentes. Pero eso no es algo que le eche para atrás, el problema sigue siendo el mismo, es de las pocas habitaciones que se puede permitir, y de todavía la más pocas que le han contestado a uno de sus cientos de mensajes. Llega con mucho tiempo, mucho más tiempo que la vez anterior, así que se sienta en un parque cercano al piso donde ha quedado. En el hay una niña solitaria jugando, mientras su madre continuamente le recrimina que hace tiempo que ha llegado la hora de llegarse a casa, también hay otros dos sujetos sentados en otro banco a su lado fumando marihuana por el aspecto de su cigarro, y justo detrás suyo hay un coche con música a todo volumen que está amenizando las horas previas a la comida no sólo a ellos, sino a todo el barrio.
Los minutos pasan despacio, y la hora que le toca esperar hasta que llega el momento en que ha quedado para ver la habitación no llega nunca. La niña que jugaba en el parque hace rato que se fue con su madre por culpa del chantaje al que fue sometida, en varias ocasiones la había amenazado con dejarla sola en el parque y al final lo acabo haciendo, lo que provoco que ella tras una leve resistencia pronto emprendiera la carrera detrás de ella. Sus compañeros de parque a veces le hacen sentir incomodo, no es que le importe ni lo que fuman ni sus gustos musicales, pero está claro que es nuevo en el barrio y no pega para nada en él. Así que cuando quedan escasos diez minutos para que llegue la hora decide escribir de nuevo a la persona con quien ha quedado, “hola, ya estoy en frente de la puerta del piso, he llegado con algo de tiempo, ¿vemos ya la habitación?”. Esperando que no le importe y que se la enseña antes de tiempo. Pero pasan los diez minutos y llega la hora a la que han quedado y nadie le contesta.
Esta vez deja el banco para esperar el la puerta piso tal y como habían quedado. Pasan quince minutos y nadie llega, pasa media hora, y nadie llega, pasa una hora y nadie aparece. Ya harto de esperar se da la vuelta y vuelve a coger el metro con el tiempo justo de llegar al trabajo. Durante el trayecto se acuerda del primer casero, el que le prometió en algún momento del día escribirle para confirmarle si le alquilaba el piso, y en ese momento, justo le escribe a su teléfono, “Al final no hay problema con que no tengas nómina, si quieres dime un sitio y quedamos y firmamos el contrato”. La cabeza está en ese momento a punto de explotarle. Vaya decisión la que está siendo obligado a tomar, o sigue en el hostal desangrando rápidamente sus ahorros, o acepta unas condiciones que como poco considera abusivas. No sabe que decir, ni que contestar, sabe que encontrar una habitación en Madrid barata es como encontrar una aguja en un pajar, en la mayoría lo de barato va asociado a mujer, en la otra gran mayoría lo de barato va asociado a que ya está alquilada antes de que siquiera aparezca en el anuncio. Pero al final reúne el coraje necesario para rechazarla, está convencido de que en esa casa no va a ser capaz de ser feliz, y que se le van a revolver los circuitos cada vez que piense que su casero tiene dos meses de fianza suyos.
De camino al restaurante, mientras camina como hacen todos los humanos y sin miedo a ser atropellado en cualquier semáforo, como también hacen todos los humanos, vuelve a buscar habitación en la página web donde antes busco. Han vuelto a salir habitaciones nuevas, pero la mayoría igual que antes se escapan de su presupuesto, y las que no lo hacen probablemente ya estén alquiladas. Sus esperanzas de llevar una vida normal como humano son cada vez menos por culpa del estado del mercado inmobiliario, pero se resiste a rendirse y adopta una decisión, lo mejor será levantarse todos los días temprano, abrir la web, y enseguida preguntar por las habitaciones nuevas y baratas que hayan salido publicadas, al menos así será de los primeros en preguntar por ellas y sus posibilidades de encontrar una, serán mucho mayores.
Lo de dejarle una hora esperando en la puerta, y porque no, lo de los dos meses de fianza le han dejado marcado, y aunque supuestamente no sea un humano, y supuestamente por culpa de eso no tenga sentimientos, llega cabizbajo y sin muchas ganas al restaurante donde a diferencia de lo que normalmente ocurre es el último en llegar. Mira la hora en el reloj que hay en la cocina, y llega media hora tarde. Su jefe también le está esperando en ella.
– Tomás: La próxima vez que llegues tarde, es mejor que directamente no vengas.
No lo contesta, prefiere coger directamente la escoba y recogedor que su jefe lleva ofreciéndole desde que apareció por la puerta.