Ese día apareció con camisa nueva en el trabajo, y a pesar de su esfuerzo nadie le dijo nada. Ese día también lo volvió a pasar en el mismo hostal donde pasó la última noche, pero está vez su duro trabajo iba a dar recompensa y de los cientos de mensajes que había enviado por su móvil algunos empezaron a responder. Había concertado dos citas para hoy antes de ir a trabajar al restaurante, ya se veía con casa, completamente convencido de que esta quizás había sido su última noche en el hostal.
La primera cita la había concertado temprano, así que todavía más temprano se había acercado al metro que se supone le llevaría hasta a donde había quedado. Era la primera vez que se subía en uno, y en seguida se quedó impresionado de ver que bajo tierra hay igual o todavía más gente que en la superficie. Para llegar a su destino ha mirado en una aplicación del móvil el trayecto, que según esta aplicación tiene una duración de casi hora y media. La primera habitación que ha encontrado está en la última parada de metro de una de sus lineas, y para llegar a ella tiene que hacer varios transbordos. Pero eso por ahora le da igual, mientras tenga dinero para pagarla siempre podrá ir y venir en el mismo metro todos los días.
Durante el trayecto, tampoco tiene demasiado tiempo para aburrirse, se lo pasa observando a los viajeros que se suben y se bajan, escuchando la música que al músico callejero se atreve a tocar mientras el metro está en movimiento. Por lo que en algún momento llega a su destino, todavía con suficiente margen como para llegar con tiempo a su cita. Las afueras de Madrid no pierden su encanto, pero si gran parte de la densidad de su población, es como si hubiera dejado de estar dentro de la capital madrileña y viajando en metro hubiera llegado a alguno de sus pueblos, las calles son menos anchas, los pisos pierden altura. Con la misma aplicación de móvil emprende su camino, habrá unos diez minutos andando hasta su destino, que pasan todavía más rápido que el viaje en metro, y cuando llega todavía quedan 15 minutos para que llegue la hora. Así que llama, para ver si puede ver la habitación antes, ese acto se convierte en la primera vez que habla por teléfono.
– Arturo: Hola.
– Casero 1: Hola.
– Arturo: ¿Puedo ver la habitación antes?
– Casero 1: Sí claro, ¿ya estás aquí?
– Arturo: Sí.
– Casero 1: Pues enseguida bajo.
Quien le abre la puerta es una persona mayor, mayor no de adulta, mayor de que debe de haber pasado tiempo desde se ha jubilado. Lleva un mono de trabajo azul manchado por culpa del polvo, gafas, pelo canoso a los lados de una calva brillante, y una sonrisa de oreja a oreja.
– Casero 1: Hombre, pasa, pasa. ¿Cómo es que has venido tan pronto?
– Arturo: Pues mira, porque he venido con tiempo, ya sabe, por no llegar tarde, no fuese a ser que me quedase sin la habitación.
– Casero 1: Pues la verdad que has hecho bien, pues luego justo detrás tuya vienen otras dos personas a verla, y así pues hacemos todo más tranquilos.
– Arturo: Perfecto entonces.
– Casero 1: Venga pasa, pasa, que te enseño la casa.
La viviendo es una especie casa de pueblo, tiene dos plantas, es pequeña, y tras pasar por la puerta de la calle donde le ha recibido el casero, se ha encontrado con un pequeño patio, donde encuentra el porque de su mono de trabajo azul, hay herramientas tiradas por el suelo y al lado de ellas un boquete grande en la pared. Lo sigue tal y como le ha dicho, y para ello tiene que subir unas pequeñas escaleras estrechas que dan a otro puerta ya en la planta superior de la vivienda. Cuando la abre su interior se llena de luz, pues en la pequeña cocina con la que dan no hay ni una ventana. Ya de primeras se ve que es un piso pequeño, muy pequeño.
– Casero 1: Mira, esta es la cocina, es pequeña, pero para hacerte la comida te sobra, tiene nevera, horno, microondas, no le falta de nada, y el gas, es gas natural. Ahora te enseño tu habitación.
Después de la cocina lo que hay es un pequeño pasillo con puertas a uno de sus lados, al que tampoco llega ni un rayo de luz natural.
– Casero 1: Mira está sería tu habitación. Como ves tiene ventana, un escritorio, cama, silla, todo lo que necesitas, y hasta ventana.
– Arturo: A pues muy bien, la verdad es que me interesa.
– Casero 1: Pues mira, son dos meses de fianza por adelantado, y la mensualidad que vayas a entrar. Pero antes, cuéntame un poco más de ti, ¿a qué te dedicas?
– Arturo: Pues mira soy camarero, trabajo en un restaurante, pero vamos que me da de sobra para pagarlo.
– Casero 1: ¿Y tienes nómina?, ¿algo que justifique tus ingresos?
– Arturo: No la verdad es que no, todo lo que cobro es en metálico, al final de cada día nos pagan lo que hemos trabajado y ya está.
– Casero 1: Ufff, así no se si te la voy a poder alquilar, tengo que enviar papeles a la gestoría y sin papeles no se yo si me van a dejar.
– Arturo: ¿Entonces que hacemos?
– Casero 1: Bueno, tu dame tu número y luego te llamo.
Se va cabizbajo, no le ha gustado la casa, no le ha gustado el sitio, y no le han gustado las condiciones, pero aún así no tiene otra cosa. Se marcha a por su segunda cita, en la que espera tener más suerte que en la primera, y mientras tanto decide que lo mejor es pensar que hacer si en la habitación que acaba de hacer al final le dan el OK. No tiene muy claro eso de pagar dos meses de fianza por adelantado más la mensualidad de alquiler.