Conforme Arturo cae de culo se produce una gran explosión. Delante de sus ojos se eleva una gran nube de humo negro, y piezas, de nos sabe que, empiezan a caer a su alrededor, lo que hace que intente cubrir su cabeza con sus manos y rápidamente intente cobijarse en las cercanías del banco que lo está cubriendo de los disparos.

Tornillos, trozos de chapa, cristales, empiezan a caer todo a su alrededor, hasta que lo mismo hace una rueda, la inconfundible rueda del coche hacía donde había dirigido sus disparos. Vuelve a asomar la cabeza y el coche ha desaparecido, ahora todo lo que queda de él es su carrocería en llamas. Pero no sólo eso, la puerta de la prisión al lado de la que estaba aparcado el coche también se ha visto afectada por la explosión, y los dos portones metálicos que la cerraban a cal y canto se han abierto, por lo que nada se interpone ya en su camino hacía la libertad.

– Arturo: ¿Has visto eso?
– Antonio: ¡Te has cargado la puerta!
– Arturo: Agarra a Carlos y salgamos corriendo.
– Antonio: Venga.

Entre los dos vuelven a agarrar a Carlos, que apenas si es capaz de moverse, y no ha vuelto a decir nada desde que se cayó después de ser liberado, es indudable que se encuentra débil, y que bastante tiene con seguir vivo.

Que la puerta se haya abierto no significa que los guardias que había en las torres hayan desaparecido, sino que todo lo contrario, parecen estar todavía más enfadados por culpa de lo que ha pasado e intensifican sus disparos nada más que los tres robots emprenden de nuevo la huída. Sin embargo, Luís que no parece tener problemas con eso de disparar a humanos, tampoco pierde el tiempo, y conforme ellos salen de su escondite el hace lo mismo mientras dispara con acierto hacía las torres donde los guardias están situados, quitando a al menos dos de ellos del medio, uno incluso cayendo desplomado al suelo del patio de la prisión por donde huyen.

La primera en escaparse es Susana que ya había logrado llegar hasta el muro de la prisión y que sólo tiene que escabullirse por la puerta tras avanzar unos pocos metros hacía ella. Detrás la siguen Luís, Antonio, Carlos y Arturo, que vuelven a esquivar todas las balas que se cruzan en su camino y contra todo pronóstico salen ilesos. Atrás se quedan Estefania y Ernesto.

Corren hasta que dejan de oír disparos y para cuando eso ocurre están en mitad de un bosque de pinos verdes y frondosos, donde ahora lo único que se escucha es el cantar esporádico de algún pájaro. El sol sigue brillando, aunque ya le queda poco tiempo para esconderse tras el horizonte y dejar paso a la Luna que viene a ocupar el lugar que le corresponde en el firmamento durante la noche.

– Luís: Por fin estamos seguros, aunque no creo que sea por mucho tiempo.
– Antonio: Ya pero Carlos cada vez está más devil, deberíamos llevarlo a algún sitio antes de que sea demasiado tarde. Si se apaga completamente su energía perderá todos sus recuerdos y no quedará nada del Carlos que conocemos.
– Susana: ¿Y que hacemos?, ¿volver a la ciudad? Allí seguro que nos van a estar esperando.
– Arturo: Puede que yo conozca un sitio donde podamos ir a pasar la noche y estar seguros.
– Luís: ¿Y que sitio es ese?
– Arturo: Es una fábrica abandonada a las afueras de la ciudad donde yo he estado viviendo. Además, allí podremos encontrar todo tipo de herramientas para arreglar a Carlos y de paso esperar a que se olviden un poco de nosotros antes de salir de nuevo de allí.
– Susana: No me parece mala idea.
Antonio: ¿Pues a qué estamos esperando? venga, que no se el tiempo que puede quedarle a Carlos, pero debe de ser poco.
– Luís: Arturo te toca liderar el camino, eres el único que sabe a donde vamos.
– Arturo: Venga, seguirme, no creo que esté demasiado lejos, desde la ventana de mi celda en la prisión pude ver más o menos donde estábamos situados. Quizás sean un par de horas de caminata.

Y así, mientras con cada uno de sus pasos el día se oscurece, los cinco superviviente caminan en silencio hacía su nuevo refugio. Arturo mientras eso pasa no hace más que darle vueltas a su cabeza, hay mil interrogantes que tiene que resolver, ¿les han delatado?, si les han delatado ¿quién ha sido?, o ¿ha podido ser la policía la que se ha presentado en la casa sin que nadie los avise y fruto de una investigación previa? En cualquiera de los casos, no cree que este sea el mejor momento para empezar a responder a esas preguntas, y tampoco tiene muy claro si será algún día capaz de encontrar las respuestas. Prefiere hacer lo que hace el resto, caminar despacio pero sin pausa, sin estar cansado como podría estarlo otro ser humano, pero deseando llegar a su destino.

No son un par de horas las que los separaban de la fábrica abandonada, para cuando ésta aparece ante sus ojos es noche cerrada desde hace rato, una Luna enorme reina en el firmamento, y debe de haber transcurrido al menos en doble del tiempo de lo que se pensaban que tardarían. Pero que la caminata hasta ella ha merecido la pena, es algo de lo que todos se dan cuanta nada más pasar a su interior.

– Arturo: ¿Veis? esta es mi casa.
– Susana: Y nosotros gastando dinero en comprar o alquilar casas como un humano normal, cuando esto es mucho pero que mucho mejor.
– Luís: No se me habría ocurrido un sitio mejor.
– Antonio: Rápido, trae algo de herramientas para arreglar a Carlos, hace tiempo que apenas se mueve.
– Arturo: Voy, vosotros esperarme aquí.

No tarda mucho más de diez minutos en volver con una caja de herramientas completa, parecida a la que había en la sala donde torturaron a Carlos, pero esta vez para arreglarlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *