– Verónica: Y dale con las tuercas, ¿no será más importante ahora pensar en como salir de aquí?
– Carlos: Eso enseguida lo vas a averiguar en cuanto aparezca alguno de los humanos que nos ha atrapado.
– Susana: Pero mira que eres pesimista.
– Carlos: No, realista.
– Estefanía: Da igual como lo llames, Verónica tiene razón, deberíamos intentar escapar, si nos están reteniendo será por algo.
– Arturo: ¿Qué algo?
– Estefanía: Pues no lo sé, pero seguro que no es bueno. Si hubieran querido desconectarnos y ya está, ya lo hubieran hecho.
– Ernesto: A mi se me ocurren un montón de cosas…y todas acaban con nosotros muertos.
– Susana: Muertos, muertos, nosotros no morimos.
– Ernesto: Llámalo como quieras, pero no vamos a volver a pisar a la calle.
– Antonio: Entonces, ¿qué?, ¿a alguien se le ocurre algo?
– Estefanía: Habrá que busca alguna forma de escapar, eso es lo único que se me ocurre.
– Arturo: Tiene razón, escapar es lo único que nos puede librar de experimentar la que nos tienen preparada.
– Ernesto: Pues venga, a darle todo el mundo vueltas a la celda a ver si a alguien se le ocurre algo.
– Carlos: Hecho.
Cuando Arturo se da la vuelta y vuelve a mirar su celda, lo de escapar le parece más un sueño que una realidad, algo posible en teoría, pero imposible de llevar a la práctica. Aparte de la pared de cristal con poros a través de lo cuales no cabe ni uno de sus dedos, la celda se compone de otras tres paredes de cemento, puro y duro cemento, así de primera vista lo único que le parece que sería capaz de echarlas abajo sería un terremoto, luego está la ventana, con forma rectangular y situada al final de la pared que está en frente de la cristal, por su tamaño podría ser posible escapar por ella, sino fuera por los barrotes metálicos que impiden que atraviese la atraviese. Si hay alguna de forma de escapar tiene que ser por ahí piensa. Se acerca a ella y está mucho más alto de lo que puede estirar sus brazos, así que coge la cama donde hace un momento se despertó y la mueve hasta ponerla debajo de ella. Se sube a la cama, vuelve a estirar los brazos y tampoco llega. Pero ya la distancia es lo suficientemente corta como para intentar saltar y agarrar alguno de sus barrotes. Salta sobre la cama, y los muelles de los que está hecha le devuelven el impulso multiplicado por diez, pero todavía no es lo suficiente, así que da otro salto, salta otra vez, y está vez si que el impulso le lleva justo a los barrotes de los que se engancha con ambas manos. Luego ayudándose con sus pies apoyados sobre la pared y haciendo fuerza con su brazos tira de su torso hacia arriba, hasta que su cabeza por fin asoma por la ventana. Delante suya puede ver las afueras de lo que supone es Madrid por culpa de la silueta de sus más emblemáticos edificios, el Pirulí, las Torres Kyo, están rodeados de un espeso bosque de arboles, que atraviesa una solitaria carretera serpenteante. Quizás el principal problema, aparte de los barrotes, es que la ventana está muy alta, mucho más alta que los arboles que colindan con la prisión donde están encerrados, una caída desde esa altura sería fatal, incluso para ellos que están hechos de los materiales más resistentes. No tiene pinta, de que esa sea una vía de escape factible. Pero aún así, se queda colgado en la ventana admirando el paisaje, soñando despierto con volver a ser libre.
Su sueño lo rompe el sonido de voces de humanos que se acercan, así que corriendo se descuelga de la ventana y vuelve a colocar la cama en su sitio. Enseguida, también se oye la voz de Estefanía avisando a todo el mundo de que alguien viene.
– Estefanía: Alguien viene, alguien viene…
Disimula como puede y se sienta en la cama que antes le había servido para trepar a la ventana. Un golpe de realidad nefasto, es cada vez más consciente de que no puede escapar y todo lo que le rodea le parece de lo más deprimente. Su único entretenimiento, es una pared de cemento blanca, aparte de la ventana donde es mejor que nadie lo vea subido.
Las voces de los humanos cada vez se hacen más intensas y con ellas el sonido de sus pasos, tanto que unos indican que ya han llegado, y la otra se hace distinguible, percibiendo claramente su conversación.
– Guarda 1: Bueno, habrá que empezar hoy con los interrogatorios.
– Guarda 2: Eso está claro, ¿pero por cual empezamos?
– Guarda 1: Pues por el que más cerca esté.
Se siente aliviado porque en ningún caso ese puede ser él, ha escuchado voces por la izquierda y por la derecha, no sabe exactamente en que posición está, pero en ningún caso puede ser el primero por ninguno de los dos lados. Sin embargo, es un alivio que sólo puede calmarle momentáneamente, porque cualquiera que sea el orden que sigan en algún momento va a ser a él a quien le toque. Aun así, sigue disimulando, y no se mueve de donde está sentado, no vaya a ser que cambien de opinión.
Todos su compañeros deben de estar haciendo lo mismo, porque nadie ha vuelto a decir nada desde las últimas palabras de Estefanía avisando de que alguien venía. Lo siguiente que se escucha es cuando los humanos resumen la conversación delante de la celda del desafortunado robot.
– Guardia 1: A ver, tu, acércate hasta aquí y saca las manos por este agujero.
– Carlos: ¿Para qué?
– Guardia 2: ¿Y a ti que más te da?, si quieres lo podemos hacer por las malas.
No puede ver lo que está pasando, pero en su cabeza se imagina perfectamente la imagen de lo que está pasando, Carlos se debe de haber acercado tal y como le han dicho, y lo deben de estar esposando.