…Podía haber estado navegando de forma infinita si lo hubiera querido, por energía no era, me alimentaba con lo último en energía solar, recargaba pilas en un periquete, pero me sentía solo, tan sólo que al final decidí que la única forma de romper con esa soledad era buscando a otros iguales a mi. Así que un día me dirigí al puerto más cercano y con cuatro ajustes aquí y dos más allá, me convertí en un robot con forma de humano igual que vosotros. Os preguntaréis como, claro, si no tengo ni piernas pude hacerlo, pues como lo habéis hecho el resto, con la ayuda de otros humanos, resulta que en mi interior había parte de un tesoro y esa parte la utilicé para convencer a otros humanos a que me ayudaran en los primeros pasos. Luego venir hasta Madrid, empezar una nueva vida haciéndome pasar por un humano, todo eso fue la parte fácil.

Lo tiene decidido, de todas las historias la de Ernesto es la mejor, y eso que todavía se supone que queda una, pero nada podrá superarla. Ya casi hasta se le ha pasado la vergüenza que tenía al principio, después de todo lo que ha oído la suya es de lo más ordinaria, da igual lo que diga.

– Estefanía: Venga verónica que sólo quedas tu. Ánimo.
– Verónica: Siempre me quedo la última, ¿estáis preparados?
– Susana: De sobra, venga, no te hagas más esperar.
– Verónica: Empiezo por lo fuerte. Yo en realidad soy un humano. Sí, sí, no me mires así Arturo, soy un humano entre robots, y no, no llevo engañando al grupo años haciéndome pasar por uno de vosotros.

Yo soy un humano, porque donde debiera haber procesadores, cables y circuitos tengo un cerebro. Un cerebro de humano como el de cualquier otro, un día, a un científico se le ocurrió la brillante idea de que ningún hardware inventado hasta la fecha podía superar al cerebro de un humano. Lo primero, lo más difícil, fue decidir que cerebro y de que humano iría a utilizar, ya que era un invento de tanta relevancia para el mundo científico debía ser el cerebro de un humano listo, de alguien eminente en el mundo de la ciencia o las letras, no de un cualquiera, pero claro, para eso debía de morir alguien o alguien debía de dejarse de matar para poder completar el experimento. Lo sorprendente es que fue lo segundo, el científico, que en realidad era un científica, una mujer, por eso he adoptado la forma de mujer, convenció a su propio equipo de científicos para que la sedaran, la mataran utilizando un veneno que no afectase a la salud de su cerebro, y luego transplantases ese cerebro a un cuerpo robótico que habían construido cuidando de hasta el más mínimo detalle. La verdad, no sé ni porque hablo en tercera persona, esa científica fui yo, fue mi equipo de trabajo el que me mató, supongo que lo hago porque metida en este cuerpo ya no soy incapaz de reconocerme a mi misma, o quizás porque ya no queda nada de esa científica. El experimento como podéis observar, fue todo un éxito, el cerebro humano conservado en un líquido especial era capaz de mover cada uno de los miembros metálicos de los que estaba formado su cuerpo, y todavía lo que era aún mejor, el liquido donde estaba metido evitaba que envejeciese. Sin embargo, y a pesar del indiscutible éxito, no he dejado de ser un humano, se me olvidan cosas, tengo que dormir sí o sí, y memorizo mucho más despacio que un robot, quizás el error está en el cerebro elegido, pero no había ningún otro valiente que el propio inventor del ingenio. Y la verdad que le he acabado cogiendo el gusto a mi vida de robot, puede que no sea capaz de aprender tan rápido como uno de vosotros, pero como no envejezco pues me da igual, tengo todo el tiempo del mundo para seguir aprendiendo, y luego lo de deshacerme de mi cuerpo humano ha sido lo mejor que he hecho nunca, nada de complejas operaciones, cualquier problema se puede solucionar con la ayuda de unos buenos alicates y un destornillador, aunque puede, y solo digo puede, que todavía eche de menos las sensaciones que me proporcionaba, sentir un cubito de hielo pasando despacio por mi piel, el sabor de una buena tableta de chocolate negro, el viento dándote en la cara subida en una moto, un buen orgasmo. Pero como sigo siendo humano todo se olvida, y con el olvido se deja de echar de menos las cosas, lo cual no deja de ser otra ventaja.

Pues estaba equivocado, todavía quedaba la mejor de todas las historias, un humano con forma de robot, eso si que no lo hubiera pensado nunca.

– Estefanía: Ahora ya sólo quedas tu Arturo, ya sabes como hemos llegado, más o menos aunque sea, cada uno de nosotros hasta aquí y te toca devolvernos el favor. Así que venga empieza.

Todos lo están mirando fijamente, y aunque tenga algo de ganas de escabullirse sabe que no pude hacerlo. Así afronta lo irremediable como lo que es, y empieza a hablar.

– Arturo: La mía, es quizás la historia más simple de todas las que habéis contado, yo ni fui un juguete, ni mucho menos un submarino, y no llevo partes de humano en ninguna parte…

Sin embargo algo pasa que no le deja continuar, la habitación se empieza a llenar de un humo denso que no les deja verse los unos a los otros, al menos, aquellos que no van equipados con sensores térmicos o de rayos x, después se oye un fuerte golpe en la puerta y como lo que parecen pasos humanos a la carrera se dirigen a toda velocidad a hacía el salón donde están reunidos. Lo que pasa después es puro pánico, todos corren hacía todas partes chocándose los unos con los otros, nadie sabe que hacer o donde esconderse.

 

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