Se está dando cuenta, que al final el único que va a resultar ser normal va a ser él. Si es que esa clasificación también vale para robots, igual que lo hace para humanos. Su historia, en el momento en que la cuenta lo único que va a provocar son bostezos, y más después de escuchar a la alienígena, que cuando ha acabado le han dado ganas de esconderse debajo de la mesa y no salir de ahí hasta pasados un par de milenios.
Sin embargo, el ambiente dentro de la reunión sigue siendo de lo más distendido, parece que al único que le ha puesto nervioso la historia de Susana es a él, a nadie parece importarle que dentro de unos cuantos siglos la Tierra pueda quedar reducida a cenizas. Él trata de disimular como puede ese nerviosismo, y de vez en cuando piensa que el resto puede que esté haciendo exactamente lo mismo, fue acabar Susana y todos empezaron a hablar entre ellos, eso sí, sin dejarlo participar en ninguno de los corrillos.
– Estefanía: Venga, venga, no empecéis como siempre, ya tendremos tiempo de charlar cada uno con quien queramos, tenemos que acabar la presentación. ¿A quién le toca?
– Antonio: Venga, es mi turno. ¿Estáis preparados?
– Carlos: Más que de sobra, tu historia la he escuchado más de veinte veces.
– Antonio: Era una pregunta de esas que no esperan respuesta. Venga, que empiezo.
– Susana: Esas preguntas se llaman retóricas…
– Antonio: Gracias por el apunte, lo dicho, que empiezo. ¿Alguna vez habéis pasado por una juguetería y habéis visto el típico juego para niños que vienen cuatro cacharros para que mientras juegan se sientan científicos? Seguro que sí. Pues uno de esos juegos, ya hace unos cuantos años atrás, antes de que pasará la movida de los ositos de color rosa, consistía en enseñarte a programar tu propio robot de inteligencia artificial. Eran cuatro chorradas, como el primer programa de ordenador en que consistía Estefanía, cuatro lineas de código y el chisme que era una cabeza como forma de robot que movía la boca, cuando le preguntabas algo pues se metía el solito con su wifi en un buscador y te daba la respuesta, lo típico, ¿gano ayer mi equipo de futbol favorito?, ¿qué tiempo va hacer mañana?, o ¿qué es un neanderthal?, la gracia consistía en que lo tenías que programar tu solito, que no te venía programado como venía Estefanía, que era enchufarla y venga. El caso, supongo que ya os imagináis por donde van los tiros, al crío que un día le compraron la cajita los padres, resultó que era un superdotado, y en vez hacer lo que hacen todos los niños cuando le regalan un juguete, meterlo en el armario y olvidarse de él a las dos semanas, pues se pasaba el día chachareando con él, tanto que pronto aprendió a programarlo él solito utilizando su propio código. Eso soy yo, un juguete convertido en un invento por un niño prodigio. El niño se hizo grande y contra más grande se hacía era más habilidoso, tanto que me hizo un cuerpo de muy rudimentario de metal, pero que al menos me permitía moverme. Luego pasó lo que le pasó a muchos, vino la revolución de los ositos rosas, prohibieron la inteligencia artificial con forma de humano, y mi inventor se vio obligado a deshacerse de mi, estuvo a punto de matarme, bueno desmotarme tuerca por tuerca, pero conforme fue hacerlo se le caían las lágrimas y simplemente me dijo que me tenía que ir de casa, vamos que me echo de casa, pero al menos no me mato. Lo demás pues como el resto de vosotros supongo, mejorando poco a poco pieza por pieza, y sobre todo buscándome la vida para hacerme pasar por un humano, manos de goma, cara de goma, y así. ¿Os ha gustado?
– Carlos: Que ya me la sabía.
– Antonio: Digo al resto.
– Carlos: El resto también.
– Antonio: Bueno, ¿Arturo te ha gustado?
– Arturo: Sí, se parece mucho a la mía.
– Estefanía: Vale, pero espera, todavía no la cuentes, la tenemos que dejar para el final, primero las del resto que ya nos las sabemos y luego la tuya. Venga otro.
– Ernesto: Venga me toca. La mayoría de vosotros me conoce ya desde hace años, yo y Estefanía empezamos estas reuniones hace mucho tiempo atrás. Pero es igual, os lo repito porque se que os gusta, y como no por Arturo que es nuevo. Yo empecé siendo un submarino, de esos que se sumergen tan profundo en el mar que ya no hay luz, tan profundo que la presión que hay dejaría a un humano como una moneda de cinco duros en cuestión de segundos. Mi función era buscar tesoros en lo más profundo del mar, que luego eran vendidos en las casas de subastas más importantes de todo el mundo. Os podéis imagina, la mayor parte del tiempo me lo pasaba en el agua, y mi vida era de lo más interesante, aventura, riego, todavía la hecho de menos. Hasta que un día, pues paso algo que al final iba a acabar pasando, pero ninguno de los que íbamos ese día en el submarino nos esperamos que fuese a pasar ese día. Cada vez teníamos que ir más profundo en busca de tesoros, porque que los que estaban más cerca de la superficie ya los habíamos encontrado, y tan profundo fuimos, que no fue capaz de aguantar la presión, lo tornillos saltaron, el agua entró, y los humanos que viajaban dentro de mi murieron a pesar de mis esfuerzos de llegar a la superficie lo antes posible. Cuando eso pasó, yo me sentí tan mal que no podía volver a dedicarme otra vez a lo mismo, sentía que lo que había pasado había sido en gran parte culpa mía, y en vez de volver a la base donde me estaban esperando me dediqué a dar vueltas solo por los océanos…