Es de noche, apenas un murmullo se oye a kilómetros de distancia, sin embargo, la oscuridad ni el silencio, son absolutos, una Luna menguante ilumina parte de esa oscuridad y la otra parte se encarga de iluminarla las farolas de sodio del campus universitario, a lo lejos se escuchan a los gatos maullar, y algún que otro equipo de música que se resiste a acatar las normas de convivencia nocturna, todo salpicado por el sonido de risas, carcajadas, probablemente potenciadas por el efecto del alcohol y otras drogas. Todas esas sensaciones son nuevas para él, hasta hace unas horas constreñido a vivir metido en un armario, disfruta con cada una de las cosas que ve, oye, o huele. La sensación de ser acariciado por la brisa, el mirar fijamente a la Luna y observar con precisión los cráteres signo de miles de años de evolución, sentir como se le contagian las ganas de reír por culpa de aquellos que a lo lejos disfrutan de una fiesta. Puede que en su cerebro electrónico tenga almacenado miles, millones de megas de información, pero no es más que eso información que no sabe interpretar, de la que no sabe su significado real, es como la diferencia que existe entre que te cuenten una historia o vivirla, es como leerte en un libro que pasó durante la Revolución Francesa, o estar presente el día en que le cortaron la cabeza a Luis XVI, no es lo mismo. Aprovecha cada segundo de su existencia de una forma consciente, a diferencia de un recién nacido que se desarrolla a la vez que aprende del mundo, él ha llegado al mundo ya con todo aprendido y siendo plenamente consciente de lo que eso significa.
Camina sin rumbo, mirando para allá y para acá, pero sin darse cuenta camina en dirección hacía donde provienen esas sonrisas, su oídos hipersensibles lo guían milimétricamente pero por culpa de toda la información nueva que está procesando en forma de sensaciones no es capaz de percibirlo. Llega un momento, en que a lo lejos se distinguen varias ventanas con las luces encendidas, están en un edificio de ladrillos rojos, de no más de cuatro plantas, con un cartel enorme en la puerta que pone “Residencia de Estudiantes”, al menos, ya sabe a donde va. Conforme se acerca algo le dice que tiene que tener cuidado, puede que sea como se comportó Cristobal metiéndolo en el armario, o puede que algún dato de la información que tiene albergada le indique la peligroso que es la raza humana a la que el sólo pertenece en conciencia. Con sigilo se acerca hasta ellas, hasta que por fin a su altura, medio escondido y asomando únicamente sus dos ojos y parte de su cabeza puede distinguir lo que ocurre dentro, ha tenido suerte, la fiesta es en la primera planta. Es la primera vez que ve al ser humano libre en su entorno y lo que ve en cierta forma le desilusiona, aunque por otra parte, encaja perfectamente con su naturaleza. En su interior lo que hay, es un grupo de estudiantes aprovechando lo mejor que puede su estancia universitaria, ríen, bailan, se besan. Pero su atención parece centrarse sobre todo en un juego que varios de ellos practican, en una mesa redonda, grande, es donde está el centro de toda la diversión, en ella se acumulan varias botellas de bebidas alcohólicas, y junto a ellas hay una especie de pirámide formada por vasos, a su alrededor y por turnos, los estudiantes parecen demostrar su pericia haciendo botar una moneda en la mesa para que después caiga en uno de los vasos. Observa atentamente el juego intentando comprenderlo, de él no tiene ningún rastro de información, en su base de datos no es capaz de encontrar nada que se le parezca. Tras observarlo un poco descubre, que aquellos que aciertan en introducir la moneda siguen tirando hasta que fallan, y que después otro de ellos se bebe unos cuantos vasos de bebida alcohólica en proporción al acierto del que metió la moneda. Todo apunta a que el juego, únicamente consiste en emborracharse los unos a los otros.
Así se pasa un rato, mirando por la ventana sin ser visto, hasta que de repente sus ojos se encuentran con otros, hay un breve intercambio de miradas. Sabe que lo han visto, tras esos segundos de duda en que se queda en blanco mirando los ojos que le miran, se tira al suelo, se arrastra y cuando esta a pocos metros se levanta y sale corriendo, para sólo parar cuando ve unas matas de arbustos donde se tira y se esconde. Allí se tira un rato escondido, temiendo a que en cualquier momento una nube de estudiantes se cree a su alrededor. Sin embargo, nada de eso pasa, y si que lo buscan, pero sin éxito, y al pasar cerca suya es capaz de distinguir su conversación.
– Estudiante 1: Tío, te juro que he visto un robot asomado por la ventana, me estaba mirando fijamente.
– Estudiante 2: Estas borracho, puede que hayas visto un gato.
– Estudiante 1: ¡Qué no tío!, que era un robot, así todo de chapa y con los ojos rojos, muy brillantes, joder tío, que lo he visto perfectamente.
– Estudiante 2: Mira, yo ya me estoy hartando de dar vueltas por el campus, además, me estoy muriendo de frío, te creo que lo hayas visto, pero también creo que es por culpa de la botella de whisky de cinco euros que hemos comprando. La próxima vez, pillamos una de marca buena y veras como se te pasan las alucinaciones.
– Estudiante 1: ¡Qué no joder!, que era un robot.
– Estudiante 2: Si te quieres quedar tu aquí solo, quédate, pero yo me voy para dentro otra vez.
– Estudiante 1: Espera, espera, no me dejes aquí solo, no vaya a ser que me lo cruce y me haga algo.
– Estudiante 2: Venga, vámonos y déjate de paranoias.
Por hoy ya ha tenido suficiente, y cuando siente que vuelve a estar sólo se dirige a la ventana del laboratorio por la que salió.