La intervención del Martillo ha sido la antesala del silencio incomodo que ahora inunda la habitación. Evaristo no sabe que decir, sino ya hubiera tratado de romperlo, se encuentra intimidado por su compañero de interrogatorio, piensa que puede ser parte de su estrategia, mostrarse duro, implacable, rozando lo violento, aunque el temor de que más que una fanfarronería se trate de una amenaza real es realmente lo que lo tiene paralizado. No sabe si han pasado segundos, o quizás ya algún minuto, cuando el Martillo vuelve a coger las riendas de la situación. Se acerca a la cama donde se encuentra el herido, se sienta a su lado, y con tono amable le pregunta:
- El Martillo: ¿Es aquí donde te dieron el tiro?
Pero el detenido no contesta, agacha la mirada, sus ojos intentan evitar cualquier contacto con los ojos, el rostro, incluso el cuerpo de Evaristo y el Martillo. Su mirada está clavada en la ventana, a Evaristo le da la impresión de que la mira por ser lo único que le recuerda a la libertad que ha perdido. Pero el Martillo vuelve a insistir.
- El Martillo: Es esta la pierna, ¿verdad? a ver si es o no.
Y justo tras acabar la frase, con sus gigantes manos proporcionales a su cuerpo, agarra el muslo de la pierda gravemente herida y hace poco vendada del detenido. Evaristo no sabe donde meterse, opta por lo más fácil, seguir sin decir nada.
- El Martillo: Para asegurarme, voy a hacerte una pregunta fácil, y si me hablas y me respondes a lo que te pregunto no te pasará nada, en cambio, si sigues como hasta ahora pasando de mi y de mi amigo, apretare con mi mano tu muslo, cada vez más fuerte, hasta que hables, o te salten todos y cada uno de los puntos que acaban de ponerte. Vamos a ver, ¿cómo te llamas? te dije que está iba a ser fácil.
Pero el detenido sigue sin responder y sigue sin apartar su mirada de la ventana. Evaristo en cambio desde que vio la mano del Martillo agarrar su muslo no ha apartado la mirada de ella, por eso ahora ve como poco a poco se contrae, las venas del antebrazo semi desnudo del Martillo se marcan, y de repente un grito inunda la habitación y a la misma vez, lo que antes era una venda blanca impoluta es manchada por pequeños círculos rojos que parecen ser sangre. Inevitablemente, sin pensarlo, sin controlar ni el cerebro que ha hecho que su boca se abra, ni la boca que se ha abierto, grita al Martillo.
- Evaristo: ¡Para! que lo vas a dejar cojo. Espera.
Y ante la mirada de odio que le dirige el Martillo, y ahora recuperando la consciencia sobre los órganos de su cuerpo, sigue hablando, esta vez intentando llamar la atención del detenido.
- Evaristo: Si no colaboras, va a ser peor. Echame una mano, porque a mi tampoco me gusta lo que estoy viendo y dile como te llamas, o acaso piensas dejar que te torturen por no decir tu nombre.
Pero sigue sin responder nada, tanto que el Martillo vuelve a desesperar y vuelve a amenazar con apretar su herida.
- El Martillo: Tienes diez segundos para decirlo, o prometo que esta vez te va doler más que la de antes.
Evaristo, vuelve a intentarlo, esta vez se coloca entre la ventana y la mirada del detenido, la luz que entra por la ventana impacta sobre su contorno y un extraño aura cubre su figura.
- Evaristo: Lo tienes muy mal, yo no voy a meterme en lo que te haga el Martillo, y sinceramente creo que lo mejor es que hables. Además, te recuerdo, que culpa de la emboscada que nos preparasteis en el bosque tres de mis compañeros están muertos, y no de ellos gravemente herido, con un tiro como tu, pero él lo tiene en el pecho. De alguno forma hay que poner fin a este sin sentido, o vamos a estar siempre igual, a base de tiros entre unos y otros.
- Detenido: Me llamo Ignacio.
- El Martillo: Ves como hablas, sabía yo que sólo hacía falta motivarte un poco para que empezaras a hacerlo. Muy bien Ignacio, ahora te voy a hacer una pregunta un poco más difícil, ¿quienes sois y porque nos atacasteis en el bosque?
- Evaristo: No empecemos igual que antes Ignacio, dinos que sabes, échanos una mano para acabar con esto sin que tengamos que volver a hacerte daño.
- Ignacio: Como hable, me van a matar.
- El Martillo: Bueno, sino hablas, también es posible que yo también te mate, y antes, de la otra forma al menos tendrás una posibilidad.
- Evaristo: Hazle caso.
- Ignacio: Sabéis de sobra quienes somos y que hacemos. Nos es la primera vez que nos liamos a tiros los unos con los otros.
- El Martillo: Esto no es un juego de adivinanzas, a mi me gusta que me expliquen bien las cosas, yo no tengo porque imaginarme nada.
Y a la vez que el Martillo acaba la frase, vuelve a apretar con su mano la pierna de Ignacio, aunque esta vez sólo a modo de advertencia, e Ignacio enseguida lo pilla y contesta.
- Ignacio: Soy parte del grupo por la liberación, de siglas PML, que significa por un mundo libre. Nuestro objetivo es que el hombre vuelva a recuperar la libertad que perdió por culpa de la Gran Revolución.
- El Martillo: Lo sabía. Pero lo ves, tu me los has confirmado y así ya no tengo porque yo imaginarme nada.
Evaristo, agacha la cabeza, la respuesta aunque esperada, tiene un marcado significado, innegable y tristemente el mundo sigue en guerra. Da igual que ahora todo el mundo tenga una casa, porque siempre habrá aquellos que sueñen con una casa más grande, da igual que ya nadie pase hambre, porque siempre habrá aquellos que sueñen comer caviar en cuchara sopera, da igual que el transporte público sea gratuito, porque siempre habrá aquellos que sueñen con un Ferrari, da igual que ya no haya esclavos o marginados, porque siempre habrá aquellos que sueñen con tener 20 mayordomos.