La intervención del Martillo ha sido la antesala del silencio incomodo que ahora inunda la habitación. Evaristo no sabe que decir, sino ya hubiera tratado de romperlo, se encuentra intimidado por su compañero de interrogatorio, piensa que puede ser parte de su estrategia, mostrarse duro, implacable, rozando lo violento, aunque el temor de que más que una fanfarronería se trate de una amenaza real es realmente lo que lo tiene paralizado. No sabe si han pasado segundos, o quizás ya algún minuto, cuando el Martillo vuelve a coger las riendas de la situación. Se acerca a la cama donde se encuentra el herido, se sienta a su lado, y con tono amable le pregunta:

Pero el detenido no contesta, agacha la mirada, sus ojos intentan evitar cualquier contacto con los ojos, el rostro, incluso el cuerpo de Evaristo y el Martillo. Su mirada está clavada en la ventana, a Evaristo le da la impresión de que la mira por ser lo único que le recuerda a la libertad que ha perdido. Pero el Martillo vuelve a insistir.

Y justo tras acabar la frase, con sus gigantes manos proporcionales a su cuerpo, agarra el muslo de la pierda gravemente herida y hace poco vendada del detenido. Evaristo no sabe donde meterse, opta por lo más fácil, seguir sin decir nada.

Pero el detenido sigue sin responder y sigue sin apartar su mirada de la ventana. Evaristo en cambio desde que vio la mano del Martillo agarrar su muslo no ha apartado la mirada de ella, por eso ahora ve como poco a poco se contrae, las venas del antebrazo semi desnudo del Martillo se marcan, y de repente un grito inunda la habitación y a la misma vez, lo que antes era una venda blanca impoluta es manchada por pequeños círculos rojos que parecen ser sangre. Inevitablemente, sin pensarlo, sin controlar ni el cerebro que ha hecho que su boca se abra, ni la boca que se ha abierto, grita al Martillo.

Y ante la mirada de odio que le dirige el Martillo, y ahora recuperando la consciencia sobre los órganos de su cuerpo, sigue hablando, esta vez intentando llamar la atención del detenido.

Pero sigue sin responder nada, tanto que el Martillo vuelve a desesperar y vuelve a amenazar con apretar su herida.

Evaristo, vuelve a intentarlo, esta vez se coloca entre la ventana y la mirada del detenido, la luz que entra por la ventana impacta sobre su contorno y un extraño aura cubre su figura.

Y a la vez que el Martillo acaba la frase, vuelve a apretar con su mano la pierna de Ignacio, aunque esta vez sólo a modo de advertencia, e Ignacio enseguida lo pilla y contesta.

Evaristo, agacha la cabeza, la respuesta aunque esperada, tiene un marcado significado, innegable y tristemente el mundo sigue en guerra. Da igual que ahora todo el mundo tenga una casa, porque siempre habrá aquellos que sueñen con una casa más grande, da igual que ya nadie pase hambre, porque siempre habrá aquellos que sueñen comer caviar en cuchara sopera, da igual que el transporte público sea gratuito, porque siempre habrá aquellos que sueñen con un Ferrari, da igual que ya no haya esclavos o marginados, porque siempre habrá aquellos que sueñen con tener 20 mayordomos.