A la cena la noche tras el juicio le tocó invitar a Ricardo. Ese es el buen sabor de boca que al menos tiene ahora mientras está esquilando ovejas. Las fresas se acabaron ayer, y hoy le tenían la sorpresa siguiente preparada cuando ha llegado al trabajo. Los trabajadores de último año de trabajo obligatorio los estaban esperando esta mañana con maquinillas de cortar el pelo, más grandes de lo habitual, pero que en ningún momento fue capaz de imaginar para lo que eran hasta que las vio junto al rebaño de ovejas y como un relámpago la idea apareció en su mente, hoy tocaba esquilarlas. Y efectivamente, ya todos reunidos, las ovejas, los trabajadores de primer año, y los de último, se han puesto ha enseñarles a los novatos como tenían que hacerlo. A Evaristo, al principio le ha parecido una mejora con respecto con la recogida de fresa, pero en seguida que le ha tocado empezar a pasarle la maquinilla a la oveja ha echado de menos a la mata inerte. Aunque la postura es algo mejor, la oveja no se deja esquilar fácilmente, se mueve, se revela contra el aparato extraño que pasa por encima de su cuerpo, no es fácil con sólo dos brazos pasar la maquinilla y sujetar a la oveja. Mientras maldice a ambas, se conforta pensando que será sólo una cuestión de práctica.

La lana que recojan va a servir para vestir a toda la ciudad, con ella se fabrica ropa de abrigo, colchas, pijamas, calcetines, y así un millón de otras prendas que tienen como cometido que la gente no pase frío. Evaristo ha empezado ahora de verdad a valorar el jersey de lana que lleva puesto, hasta entonces no había sido capaz de entender su completo significado, ha pasado de ser un mero jersey, al símbolo de horas insufribles esquilando ovejas. La lana que se recoge va a una fábrica de ropa que hay a pocos pasos de la granja, es allí donde otros trabajadores obligatorios la transforman en ropa para luego racionarla entre los habitantes de la ciudad. A raíz de la Gran Revolución cada ciudad se ha convertido en un ente autárquico que vive de los recursos naturales que la rodean y ciudadanos que la habitan, si bien no es una autarquía perfecta, sigue habiendo intercambio entre los productos que son exclusivos de determinadas zonas geográficas.

De vez en cuando levanta la mirada y mira a su alrededor, y por lo que parece hay ovejas para esquilar al ritmo que van para años. Esto le hace acordarse de una cosa, las pruebas de astronautas que comentó Julia en la cena a la que le invitó junto con el resto de amigos. Pueden ser una buena solución a la monotonía de la granja a la que ha sido condenado por el azar por los próximos siete años. Está completamente decidido ha tratar de pasarlas, sus por ahora escuetos conocimientos de medicina pueden ser otro aliciente, se ve como el médico de la futura colonia humana en Marte. No va a decirle nada a Julia hasta que se apunte, y eso a más tardar va a ser esta noche cuando vuelva de la universidad, después antes de acostarse le mandará un mensaje para avisarla. 

La voz que le ha dado Martín le hace acordarse en un buen rato que llevaba absorto en su pensamientos que no está solo.

Evaristo hacía tiempo que no se acordaba de lo que estaba haciendo, y efectivamente cuando deja de pensar en Marte y Julia en Marte, ve su mano esquilando la pobre cabeza desnuda de la oveja.

Y ya cada uno continua con sus respectivas ovejas. Evaristo decide hacerle caso y prestar más atención a lo que está haciendo con sus manos, y eso hace que por fin se olvide aunque sólo sea por unas horas de su futuro.