El resto de testigos y pruebas analizadas durante el juicio no fueron tan importantes, algún vecino de la pareja, vigilantes de la cárcel que conocían a ambos, con ellos se acabaron el primer día de juicio. Al día siguiente cuando se reanudó la vista oral sólo faltaban las conclusiones finales de los abogados que debían de convencer al jurado encargado de decidir sobre la inocencia o culpabilidad de Francisca.

La vista se reanudó con la esperada normalidad, no faltó Evaristo ni Ricardo, ni tampoco Julia aunque ya hubiese cumplido con su labor de testigo, está vez sentada entre ambos. A Evaristo hay tres cosas que le intranquilizan mientras está sentado esperando a que los respectivos abogados den por finalizado el juicio, una es el dolor de espalda que tiene por culpa de la larga jornada recogiendo fresas, aunque quedan pocas ya que recoger y le han prometido que pronto cambiaria de puesto, la otra es haber faltado por segundo día consecutivo a clase por mucho que sean las primeras, y la tercera no poder coger la mano de Julia que está sentada a su lado. De todas formas esas tres inquietudes pronto se disipan cuando empieza la intervención del abogado de la acusación. Mientras habla camina de un lado a otro de donde está sentado el jurado, con gesto pensativo y tono de voz segura moldeada a través de años de experiencia.

Ahora es el turno de la defensa, que sin dirigir la mirada hacía su contraparte al cruzarse camino a donde está el jurado, comienza su intervención.