Evaristo ve como Genaro tarda algunos segundos en reaccionar, su mirada tras el ineludible saludo del Martillo sigue en el libro hasta que tras el típico silencio incomodo levanta la mirada para ver a sus forzosos invitados. Su cara al hacerlo es inexpresiva, no parece sorprendido por la visita, indica que está ya acostumbrado a ver al Martillo, en cambio cuando se fija en Evaristo cambia, frunce el ceño como tratando de focalizar la mirada, y los ojos de Evaristo y Genaro se convierten mutuamente en el objeto de su visión.

Esa es la dinámica de todos los interrogatorios, Evaristo se da cuenta de que acaba de ver en primera mano cual es el problema, Genaro sufre de lo que vulgarmente se llama memoria selectiva, se acuerda de lo que quiere. Evaristo tiene que morderse levemente los labios para evitar reírse cuando ha oído la mala excusa del anciano, tras hacerlo y lograr contenerse cree que es un buen momento para presentarse.

En ese instante hay tanta tensión en el ambiente que se puede cortar con un cuchillo. Y Evaristo corre a apagar el fuego, iniciando su papel de interrogador bueno.

Y Genaro con aires de indignación y de resignación se levanta de la cama donde estaba tumbado leyendo. Por sus movimientos cansinos Evaristo interpreta que no es la primera vez, igual que por las dos costras redondeadas y amoratonadas, del diámetro de un cigarro, que tiene en uno de sus brazos, siente mucha pena al verlo, ganas de pegarle al Martillo, se pregunta que hará si eso vuelve a suceder delante suya.

Genaro por fin se pone sus zapatillas y se levanta. Ha cambiado sus ropas por las fabricadas en la ciudad, ya no lleva la camiseta y vaqueros desgastados con los que fue apresado en la cueva, al igual que el resto de su grupo confinado en las dependencias de la Milicia, ahora viste con exactamente las misma ropa que el resto de los habitantes libres, aunque en su caso la libertad no va emparejada con el atuendo.

Y cogiéndolo del brazo, sin arrastrarlo, pero guiando sus movimiento, el Martillo se lo lleva para la habitación de interrogatorios. 
Se encuentra en una de las puertas que han pasado a la ida, cerca de donde hasta un momento estaban. No han caminado más de escasos 5 minutos, cuando ya están los tres de uno juntos sentados y enfrentados en las sillas que adornan los lados de una mesa tibiamente iluminada por la luz, a veces parpadeante, de un flexo. Evaristo está decidido a evitar cualquier tipo de amenaza o tortura, ya veremos si lo consigo o no. Para eso, se ha decidido que en su segundo interrogatorio va a ser él el que va a llevar la iniciativa. Tiene claro que para relegar al Martillo a un segundo plano tiene que hacerse con la confianza de Genaro, empezar con preguntas sencillas que lo hagan hablar, para luego intentar obtener algo de información relevante. Apenas les ha dado tiempo a sentarse cuando Evaristo empieza a hablar intentando evitar cualquier intento del Martillo de empezar con el interrogatorio.