Julia no responde a la primera, pero al final acaba haciéndolo. Evaristo se levanta de su breve pero reparadora siesta con un mensaje en su teléfono móvil, Julia le invita a cenar esta noche a cenar a casa con unos amigos. Por supuesto le pide que lleve algo de cenar, como siempre, dado que los recursos alimentarios son controlados para evitar excesos productivos y de consumo que exijan más trabajo y recursos, ha estos eventos sociales colectivos cada uno de los invitados aporta su parte. Enseguida le contesta cuente con él, y la avisa de que no haga tortilla de patata que de eso se va a encargar él.

A Evaristo le ha dado la impresión de que lo estaba esperando, como si Julia se hubiera adelantando a sus intenciones, mejor porque no se le hubiera ocurrido una forma mejor de pasar la noche del sábado. 

A la tortilla de patata le pone el mejor de sus empeños, rodajas de patata casi simétricas y de grosor y tamaño, fuego tenue del aceite pero lo suficientemente como para freírlas, y un volteo de tortilla perfecto gracias a las cientos de tortillas, sino miles, que forman su experiencia. Y el resto de la tarde la pasa leyendo historia y mirando cada poco el reloj tratando de que pase rápido el tiempo. Al final la hora llega, y Evaristo se viste y con la mejor de sus sonrisas y estados de ánimo se dirige a casa de Julia. No le hace falta andar mucho, después de haber vivido de niños juntos, haber estudiado juntos, lógicamente les tocaba también vivir en el mismo barrio, apenas camina 5 minutos disfrutando de una noche calmada y espléndida, cuando ya está llamando a su portero. Julia a los pocos segundos le abre.

Aunque todos los pisos de los nuevos barrios son todos iguales, salón, habitación, cocina y baño, sin lujos, intentando economizar al máximo el espacio, se percibe a primera vista cuando se visita la casa de una mujer. El adorno toma importancia, la limpieza reina, Evaristo enseguida tras darle, tristemente para él, dos besos a Julia, se queda mirando todo lo que le rodea, no es la primera vez ni mucho menos que está en su casa, pero nunca deja de sorprenderle lo poco que se parece a la suya viviendo en un piso idéntico. En el salón ya están parte de los invitados, entre ellos Ricardo, y Sara la mejor amiga de Julia, el resto son todos niños y niñas con los que ha crecido en las casas de niños. Para evitar acomodarse y ser un caballero, en vez de quedarse charlando opta por ayudar a Julia a terminar de poner la mesa, y preparar la comida en ella, momento que aprovecha para presumir todo lo que puede de su tortilla.

En poco tiempo desde que llega Evaristo ya está todo el mundo reunido. Se han juntado en total 10, los suficientes como para pasar una agradable velada, no falta vino para ayudar a que así sea. Entre pincho y pincho de comida, poco a poco la conversación va madurando, como no el objeto es el crimen cometido en la cárcel donde trabaja Julia.

A Evaristo se le acaban de poner los ojos como platos.