Después de la visita guiada, ha llegado la hora de que cada uno de los 500 nuevos colonos se dirija a sus respectivos puestos de trabajo. Él se tiene que dirigir a la pequeña clínica que hay en la estación espacial, y Julia va a pasar a formar parte del grupo de científicos que está investigando como va a afectar en un futuro el cambio en la gravedad sobre el organismo humano, ella ha dedicado su tiempo libre a estudiar química. Ambos se separan al final de la visita guiada, se han prometido mutuamente quedar para comer juntos.


Haciendo un esfuerzo se separa de ella, apenas quedan un par de horas para que llegue la hora de la comida, y camina hacía la clínica que si mal no recuerda no está muy lejos de donde ha terminado la visita guiada. Camina y camina, y en cuestión de minutos está completamente desorientado, la orientación nunca ha sido uno de sus fuertes, da igual donde mire porque es incapaz de reconocer nada, da igual la dirección que coja porque no sabrá a donde le lleva. Además, todo el mundo a su alrededor parece haberse evaporado, si alguno de los nuevos iba con él a la clínica no han elegido el mismo camino, pero ¿quién necesita a un ser humano para averiguar donde está si puede preguntárselo a Gustavo?, ahora le parece una absoluta genialidad y dada la necesidad del momento se ha olvidado completamente de los recelos y escalofríos que recorrieron su cuerpo cuando lo conoció. Si mira a su alrededor parece estar perdido en mitad de un laberinto de escaleras de metal, pasillos y barandillas de las que se compone la estación, no obstante según el guía Gustavo está en todas partes, y está en una ocasión ideal para comprobar como de cierta es esa afirmación. Se aclara la garganta, y lanza su pregunta:

De repente una voz mecánica se dirige a él, parece que sale de todas partes, les es imposible localizar el punto de su procedencia.

No sabe si darle las gracias, es ese un privilegio que sólo tienen las personas o también las máquinas lo tienen. Decide que lo mejor es callarse, una máquina es sólo la creación del ser humano, y como tal sin voluntad, sin sentimientos, sin la necesidad de que la feliciten por un trabajo bien hecho.


Sigue las instrucciones de Gustavo y en apenas diez minutos llega a su destino. No se parece en mucho a lo que se imaginaba iba a encontrar, lo único que diferencia la supuesta clínica que tiene delante de un hangar de naves, o la cantina la estación espacial, es la cruz roja que tiene pintada delante de la puerta, símbolo que tras siglos de ser utilizado durante guerras sigue representando a aquellos que imparten medicina y los lugares donde se hace. Abre la puerta como el que desenvuelve un regalo de cumpleaños, con ganas y la ilusión de saber que es lo que se va a encontrar, y cuando la abre lo que se encuentra es una sala llena de camas en fila, una a cada lado de la habitación dejando un pasillo por el que empieza a caminar Evaristo, algunas de esas camas están ocupadas de lo que parecen ser enfermos, pero la inmensa mayoría están libres, habrá más de 100 camas y los que las ocupan, tras varios metros caminando, no superar los 8, es es una buena señal. Al final del pasillo hay una puerta en la que igual que en la de la entrada se vuelve a reproducir la cruz roja, también igual que antes la abre sin saber que hay al otro lado. Con lo que se encuentra es con sus nuevos compañeros de trabajo, dos médicos en bata blanca que al verle pasar a la habitación se le quedan mirando. Está llena de estanterías con medicamentos, aparatos médicos como medidores de frecuencia cardiaca o bisturíes, tiene pinta de ser el almacén de la clínica. Aunque no es capaz de para de mirar continuamente a su alrededor, hace lo posible en dejar de hacerlo y centrarse en los dos médicos que le siguen mirando y parece que también esperando a que se él quien se presente y les diga que es lo hace allí.