Acaba de evitar que lo detengan, los guardias al verlo gritar y patear la puerta iban directos a hacerle una llave con la que inmovilizarlo y luego esposarlo, pero al oírle se han parado en seco. Su cara, mitad de locura, mitad de desesperación, en un instante ha logrado convencerlos:
- Guardia 1: ¿Cómo que tienen a una persona secuestrada dentro?
- Evaristo: Sí, tienen a una mujer secuestrada dentro. Abran esa puerta ya, puede que su vida corra peligro.
Los guardias habían sido avisados de que un loco estaba dando voces y pegando patadas a una puerta, y no sabían nada de que tenían que abrir una puerta. No tienen nada para abrirla, no han traído el juego de llaves maestras que abre cualquier detector de retina, no han traído el mazo con el que son capaces de tirar abajo cualquier puerta como si estuvieran asaltando un castillo medieval, ni siquiera una triste radiografía con la que forzar el pestillo de la cerradura, no han traído nada, y lo único que se les ocurre es mirarse unos a los otros sin saber que hacer.
- Guardia 2: ¿Y cómo la abrimos?, ¿tu has traído algo?
- Guardia 3: Yo no, ¿y tu?
- Guardia 2: Pues no ves que te lo estoy preguntando, ¿y tu que estás tan callado?
- Guardia 1: Yo me he venido con las esposas y la porra, ¿pues no íbamos a detener a un loco que estaba armando jaleo?
Coge aire, al menos no lo han detenido. La adrenalina que fluye con todo su intensidad por su cuerpo es ideal para generar ideas con rapidez, y suelta lo primera de esas ideas que se le viene a la cabeza.
- Evaristo: No pasa nada, pasemos por el balcón. Hay que pasar de alguna forma, ¿no? Os habéis fijado en como están colocadas las terrazas del edificio por fuera? Saltemos de la de un vecino a la del piso donde queremos entrar.
Los guardias vuelven a mirarse, tampoco han venido preparados para saltar por la ventana.
- Guardia 2: Estamos en un quinto.
- Evaristo: ¿Y que más da?
Empieza a llamar a la puerta del vecino que supuestamente tiene un balcón colindante al del Martillo. No lo sabe, pero ha sido el quien ha llamado a la Guardia Urbana. Esta cada vez más nervioso, no le abre nadie, y cuando ve como la mirilla se vuelve de color oscuro, señal de que hay alguien al otro lado empieza a gritar.
- Evaristo: Abre, abre, tienen que a una persona secuestrada en el piso de al lado y necesitamos que nos ayudes.
De repente oye como se abren los pestillos, y finalmente la puerta. Al otro lado quien está es una anciana asustada, con cara de no entender nada de lo que está pasando.
- Vecino: ¿Qué pasa?, ¿qué pasa?
- Evaristo: Tiene que dejarme pasar por su ventana a la terraza de piso de al lado.
Sin dar más explicaciones empuja la puerta y se mete en la casa de la vecina, que ve como lo mira con cara de estupor. No se conoce la casa, no sabe donde esta la terraza, pera algo le dice que si está en alguna parte tiene que ser al final de ese largo pasillo que empieza justo a la entrada. Sin mirar atrás, sin esperar a ningún guardia avanza decidido con la idea metida en la cabeza de que se va a colar en la casa del Martillo saltando por su terraza. Tenía razón, y el pasillo acaba en un salón que tiene acceso a un balcón, y cuando sale a él tiene su objetivo a escasos centímetros. El problema, es que un mal paso puede acabar con él despachurrado contra el suelo. No lo piensa, porque si lo piensa no lo hace, apoya sus manos en el lateral de la barandilla del balcón, con ellas ayuda a que uno de sus pies también suba, temblando, casi balanceándose entre la terraza donde está y el vacío, logra poner el otro pie encima de la barandilla, luego muy despacio, cual equilibrista yergue poco a poco su cuerpo, ayudándose con unas de sus manos que cual muleta le ayuda a mantener el equilibrio apoyándose en la pared. Ya lo tiene, sin cerrar los ojos, pero conteniendo la respiración, salta y cae en el balcón de la casa del Martillo. La ventana no está abierta, pero después de lo que ha hecho eso no va a impedirle conseguir su objetivo, lanza una patada que hace el cristal añicos y pasa al salón del Martillo. No hay ni rastro de Julia ni tampoco de él, pero si están dentro se han tenido que enterar de su llegada. No tiene tiempo que perder, abre todas las puertas que encuentra a su paso, mira y registra todas las habitaciones que se encuentra por el camino, hasta que llega a una puerta especial, esta cerrada con un cerrojo por fuera, al contrario de lo que es lo habitual no está puesto para que nadie entre, sino para que nadie salga. Patada tras patada, hombrazo tras hombrazo el cerro acaba cediendo, y de repente se ve en mitad de la habitación donde está Julia amordaza y atada de pies y manos. Sus ojos están llenos de lágrimas que no son de tristeza, son de alegría a verle llegar. Le quita la mordaza, y Julia por fin puede sonreír, luego le quita la cuerda de las manos y de los pies, ninguno de los dos sabe como pasa pero empiezan a besarse por primera vez desde que se conocen. Sólo son unos segundos, pero a ambos les parece una eternidad, cuando acaban, Evaristo le pregunta:
- Evaristo: ¿Y el Martillo?
- Julia: Se acaba de tirar por la ventana de la habitación justo antes de que tu llegases.
Haciendo un esfuerzo enorme se separa de Julia, camina hasta la ventana, mira hacia al suelo, y allí está el Martillo, ha preferido quitarse la vida a sufrir las consecuencias de sus actos.