Según las previsiones el viaje tarda aproximadamente 24 horas, lo que en 1990 se tardaba en avión en dar la vuelta al mundo, ahora se tarda desde la Tierra en llegar a Marte, para alcanzar ese registro la nave espacial va a tener que superar varias veces la velocidad de la luz. Por eso Evaristo que al principio se sentía un afortunado por tener sitio al lado de la ventanilla pronto se ha desengañado, si de verdad es cierto que la nave va alcanzar esa velocidad no va a poder distinguirse nada.


Delante de cada asiento, hay una pantalla que explica la trayectoria de la nave hasta llegar a su destino, también hay un reloj con una cuenta atrás, cuando quedan cinco minutos para el despegue el cronómetro se pone de color rojo, y a la vez por los altavoces de la nave se empieza a escuchar una voz, es la del piloto.


“Señoras y Señores, faltan menos de cinco minutos para que la nave despegue. Soy el piloto de la nave, y espero llevarles sanos y salvos a nuestro destino, Marte. Como bien sabrán formamos parte del primer viaje tripulado masivo, antes ninguna nave había pasado de cinco pasajeros y se tardaban años en llegar. Mi única recomendación, abróchense fuertemente los cinturones hasta que volvamos a avisarles de que pueden desabrochárselos, y eso será cuando la nave haya alcanzado su velocidad de crucero. El despegue va a ser un despegue vertical, en cuanto yo deje de hablar la nave empezara a inclinarse, los motores empezaran a rugir cada vez con más fuerza, y cuando alcancen la potencia necesaria los anclajes que mantenían a la nave se soltaran y empezará el viaje. Cuando eso pase, van a experimentar una aceleración nunca antes sentida en su vida, olvídense de los trenes subterráneos de alta velocidad, nada se va a parecer a lo que van a sentir hoy. Su cerebro se pegará contra su craneo, sentirán algo extraño en el estómago por culpa de la ingravidez, sus mofletes y labios temblaran, y para cuando empiecen a acostumbrarse a todo eso y pierdan el miedo a todo lo que están experimentando, se acabará, porque por fin habremos alcanzado la velocidad de crucero. No quiero entretenerles más, buen viaje y disfruten de esta experiencia única.”


La nave tal y como acaba de indicar el piloto empieza a inclinarse, Evaristo siente como Julia con cada grado de inclinación aprieta cada vez más fuerte su mano, se miran y se sonríen como si de una breve despedida se tratara. Por fin la nave alcanza los 90 grados, y los motores calientan. Todo empieza a temblar a su alrededor, el sonido cada vez es más fuerte, alcanza tan intensidad que ni un grito de Julia sería capaz de percibirlo, mira el reloj y quedan apenas 17 segundos. No aguanta más la espera, quiere despegar ya, no puede soportar más esa sensación del futuro inminente que nunca llega. Cuando no sólo su corazón parece que va ser el que va a estallar, la nave está crujiendo por todas partes, despega. Todo a su alrededor se transforma, su mirada le transmite una versión alterada de su entorno, la imagen no es nítida, está contaminada por culpa de los espasmos de la nave, y no oye nada que no se ruido y más ruido. Hasta que de repente la nave se transforma en una balsa navegando en un lago sin olas, no quedan restos de la violencia que la nave ha necesitado para despegar. De forma aparentemente mágica vuelve a recuperar la visión, su oído, y el tacto de su mano derecha que Julia también ha soltado. 
Sabe que no va a ver nada, pero tiene que comprobarlo por si mismo. Mira por la ventana y no se encuentra con el negro absoluto que esperaba encontrarse, en cambio lo que aparece ante sus ojos es un lienzo borroso en el que las formas y colores se han difuminado, le recuerda a la imagen de una fotografía en movimiento, todo lo que es capaz de distinguir es amarillos sobre negro, supone que tiene que se el rastro de la luz de las estrellas viajando por el universo.

Conforme se quita el cinturón de seguridad Julia hace lo mismo, y más gente de la que está sentada en su fila de asientos también lo hace, es como un bostezo que se extiende ante todos aquellos que ven o escuchan el sonido del cinturón de seguridad de Evaristo desabrocharse. Llega al pasillo tras mil y una disculpas por pisar los pies de todos aquellos con los que se cruza hasta llegar al pasillo, son filas de 10 pasajeros y estaba sentado el último de la suya. No es al único que se le ha ocurrido, cuando llega al servicio ya se ha formado una fila. Le toca esperar pacientemente a su turno, mientras lo hace se queda asombrado por la estabilidad de la nave, no se mueve, si cerrasen las persianas de las ventanas perfectamente podría creerse que siguen parados en la Tierra sino fuera porque ha visto como ha despegado la nave. Pasado un rato, llega su turno, y la tecnología, como era de esperar, aparentemente no ha evolucionado nada, sigue habiendo un grifo y un lavabo, una taza del water y papel higiénico. Pero se equivoca, al tirar de la cisterna no hay agua, en su lugar ha aparecido un rayo de luz que cuando ha desaparecido no ha dejado rastro de lo que había antes, sale corriendo para contárselo a Julia, tiene que ir al baño.