La noticia es como una bomba de relojería, cuando alcanza el millón de visitas la cuenta atrás se acaba y estalla. Sin que haya sido organizado de forma previa, de forma espontánea las calles se empiezan a llenar de gente, como una ola, una marea ciudadana se amontona a las puertas del Cuartel de la Milicia, algunos incluso han tenido tiempo para hacerse un cartel en el que expresan su opinión de lo que pasa. Evaristo, que no ha querido perderse ni un instante de lo que está pasando se ha infiltrado como uno más, sin que nadie sepa que ha sido él el artífice de que la ciudad haya alcanzando el punto de ebullición, lee las pancartas que hay a su alrededor “Milicia corrupta”, “Asesinos”, “No puede haber paz sin corrupción”, todos quejándose de lo mismo, el pueblo está harto de que le engañen, de que lo manejen como ovejas.


La violencia también se hace su hueco en la protesta y surge como el fantasma que habita toda casa encantada, nadie sabe nunca de donde sale, ni cual es el motivo de su existencia, pero no puede haber casa encantada sin fantasma, igual que no puede haber protesta ciudadana sin violencia. El aire empieza a teñirse de un color oscuro, que es el reflejo de lo que no se ve y que es el olor a quemado que empieza a extenderse por toda la ciudad, signo inequívoco de que los ciudadanos están descargando su ira de la forma en que tradicionalmente siempre lo ha hecho, quemando cosas, quemando contenedores y papeles, quemando maquinas de comida, bicicletas, y pronto lo que está ardiendo es el Cuartel de la Milicia. A Evaristo pronto empieza a envolverle un sentimiento de culpabilidad terrible, sólo espera que nadie salga herido, las cosas materiales son todas reemplazables, pero cada ser humano es un ser único, irrepetible, para la bueno y para lo malo. A su cabeza llegan las imágenes de cuadros de la Revolución Francesa, se acuerda de la famosa toma de la Bastilla, hoy no es 14 de Julio, pero los acontecimientos que se están desarrollando ante sus ojos parecen que están rememorando a la perfección lo que pasó ese día, como si todo lo que estuviese pasando pudiese ser explicado por la celebración de ese día tan glorioso de la historia francesa y hoy se estuviese llevando acabo un representación, una figuración, que no un acto real. Evaristo ante tan evocadoras imágenes, cruza los dedos para que en cualquier momento no aparezca nadie con una cabeza cortada y empalada.


Los milicianos que había en el edificio lo abandonan a la carrera, y cuando salen, a muchos en seguida se paran en la puerta de un edificio cada vez más en llamas, a Evaristo le da la impresión de que alguno hubiera preferido quedarse dentro, porque pronto topan con una multitud enfurecida, que los empuja, insulta, y desde donde está ahora Evaristo no lo ve, pero quien sabe sino algo más grave. Hay mucha ironía en todo lo que está pasando, hay tanta ironía que a nada de lo que ocurre Evaristo es capaz de encontrarle sentido, la multitud que quema y golpea, se está autoflagelando, porque aquellos a los que castiga con su ira, no son más que otros vecinos exactamente igual que ellos, si están enfadados deberían también estarlo con ellos mismos, al fin y al cabo lo que ha pasado en la Milicia no es más que la manifestación de lo que se vive en el día a día, la corrupción no es sólo un problema de corruptos y no corruptos, es un problema de educación, la Gran Revolución a día de hoy también ha fallado en eso. Evaristo se pregunta, si siquiera puede considerarse un fallo, y no es algo inherente a la condición humana, algo irradicable. 


El ver a los milicianos huir le ha hecho acordarse todavía de otra cosa, en el tweet no ha puesto de donde ha sacado la carta, nadie, absolutamente nadie sabe que el Martillo está pringado, eso puede que ahora no sólo este ayudando a que la rabia, la ira del pueblo se difumine, sino que si la cosa sigue complicándose, como ahora parece que lo está haciendo, también eso haya servido para salvarle la vida, o cuanto menos un ojo amoratonado o unas costillas rotas.


Nunca lo hace, nunca va a casa de Julia a no ser que tenga una excusa perfecta para poder hacerlo. Y hoy se ha presentado una excusa de esas, ciertamente quiere saber si esta en casa y sobre todo si está bien, la ha escrito un par de veces al teléfono y no le ha contestado. Por hoy ya ha tenido bastante de revuelta. Se marcha siguiendo la corriente contraría de la marea, va chocando con los hombros de aquellos que no puede esquivar por culpa de la densidad de que gente que cada vez más y más se amontona a las puertas del Cuartel de la Milicia y sus inmediaciones. Cuando es capaz de avanzar un buen trozo, al menos cuando camina ya no se choca con nadie. El resto del camino, ya lo hace medio corriendo, medio caminando, intercala ambas marchas hasta que al final tiene tantas ganas de verla que sólo corre, para únicamente parar cuando está delante de su puerta. Llama al timbre, y no le abre, vuelve a llamar y tampoco le abre, casualmente alguien ha dejado la puerta abierta, han hecho el truco de bajar la pestaña de la cerradura, y al empujar un poco se ha abierto. Ya que está allí decide que lo mejor es subir a ver que pasa, puede que este en la ducha, y mientras sube y no, salga de ella y escuche como llama a la puerta. Pero una vez arriba nadie le abre tampoco la puerta, porque también está abierta de par en par. Preocupo, muy preocupado, empieza a gritar su nombre mientras busca por toda su casa, no hay ni rastro de ella.