Ya puede confirmar los rumores de primera mano, ahora se está tratando de persuadir a si mismo de lo que ha leído es realidad. La entrevista tampoco le ha parecido que sea para tanto, está más contaminada por el morbo de quien la ha concedido que por su contenido, morbo que es además realimentado por la lastimera fotografía que la acompaña. De todas formas hay algo que no le encaja, ¿qué forma ha sido esa de cerrar la entrevista con una acusación tan directa?, ¿en que se ha basado el periodista para hacerla?, y sobre todo, ¿por qué no ha seguido preguntando cuando era lo más interesante? Porque todo el mundo se imaginaba lo que iba a decir, todo el mundo tenía más o menos ya en mente cuales eran los motivos que le habían llevado a cometer los crímenes, lo que nadie, ni siquiera él, se esperaba, era esa forma de alimentar la sospecha. 


Se ha quedado pensativo, bloqueado mirando el nombre del periodista que aparece justo al acabar la entrevista. Le suena de algo, juraría que lo conoce, y un rayo de pensamiento súbitamente ilumina su cabeza, es el bloguero que le entrevistó poco antes de la votación de la propuesta de paz. Lo conoce, sabe quien es. Una idea, le acaba llevando a otra idea, y al final acaba con la obsesión metida en la cabeza de escribirle, quedar con él, necesita de forma imperiosa que le cuente que son esos rumores de que en realidad se trata de un miembro del PML que decidido vengarse de la traición a sus ideales. ¿Pero como puede ponerse en contacto con él? Y de repente otro rayo de pensamiento impacta en su cabeza, el bloguero le dejó una tarjeta de contacto justo cuando se despidió de él tras acabar la entrevista. La cuestión ahora es averiguar donde puede estar esa tarjeta. Quiere acordarse, de que no se acuerda de haberla vuelto a ver, eso significa que debe de estar o perdida para siempre en la basura, o lo que también es bastante probable, que esté en su cartera junto al resto de tarjetas, como su documento de identificación. Se levanta de la silla con una ansiedad que le ha hecho olvidarse de todo el cansancio que ha acumulado durante el día, y con pasos llenos de determinación va a su habitación donde debe estar esa cartera encima de donde siempre la deja, encima de su mesita de noche. Pero cuando llega no está, y por eso con igual de pasos decididos se dirige al bolsillo del pantalón que hoy ha llevado puesto, donde suele estar cuando no se acuerda de sacarla y dejarla encima de la mesita de noche. Y tampoco está, doblemente nervioso, por la necesidad de encontrar la cartera, y por las ganas de encontrar la tarjeta empieza a rebuscar por toda la habitación, y hay algo que enseguida despierta sus sospechas, el pantalón donde no estaba la cartera está tirado encima de la cama junto al resto de ropa que hoy ha llevado puesta, la revuelve, la quita de la cama, y como por arte de magia allí aparece la cartera debajo de la ropa que yacía desordenada. No la abre, vuelve al salón, a la silla donde estaba sentado, y cuando de nuevo se sienta en ella, abre la cartera, saca todas las tarjetas de su tarjetero, inspecciona una a una, y allí está, esa es la tarjeta que el bloguero le dio el día de la entrevista. Tiene su nombre, un número de teléfono, su usuario de redes sociales, y lo que ahora más le interesa, su dirección de correo electrónico. Sin pensarlo demasiado, sabe que se está metiendo en líos y no quiere razonar ni saber las consecuencias de lo que eso significa, se pone a escribirle un correo:


“Hola Roberto:


No sé si te acordarás de mi, soy Evaristo, me hiciste una entrevista con motivo del proceso de paz con el PML que hace poco se sometió a votación. Soy el que organizó todo, y por eso me hiciste la entrevista.
Acabo de leer tu entrevista al herido del PML. Quiero antes de nada felicitarte por tu trabajo y agradecerte el mantenernos informados. 


Hay algo que me ha sorprendido, la última pregunta que le haces, sobre sus posibles lazos con el PML. Sabes que estoy muy involucrado con el proceso de paz, y me gustaría que me contases que son esos rumores que comentas en la entrevista. ¿Te importaría si algún día nos vemos?


Un saludo.”


Conforme acaba de escribirlo, en igual estado de inconsciencia voluntaria que le llevó a escribirlo lo envía. Ahora lo único que le queda es esperar. La boca se le abre, tiene miedo de que en uno de esos bostezos se le vaya a desencajar las mandíbulas, enviar el email ha servido como cura instantánea y volver a recuperar el sueño que había perdido. Apaga el portátil, y esta vez más tranquilo se dirige de nuevo a la habitación, donde de nuevo se vuelve a encontrar con al ropa encima de su cama, hace un última esfuerzo, la coge, y de la misma forma caóticamente ordenada en la que estaba la deja encima de la silla que hay al lado de su cama, y que únicamente tiene la utilidad de servir, de vez en cuando, de sitio donde se ata los zapatos. Luego se deja caer a plomo sobre la cama, por fin el día se ha acabado. Su respiración se hace más lenta, su cabeza vuelve con Julia, que vive en su subconsciente y siempre sale cuando baja la guardia, pero cuando parece que está apunto de quedarse dormido, algo en su bolsillo vibra, y por la forma e intensidad que lo ha hecho sabe perfectamente lo que es, ha sido un email que ha llegado a su bandeja de entrada. Un dilema aparece ante él, volver a abrir los ojos y ver el mensaje o esperarse a mañana para verlo, no puede resistirse, lanza su mano al bolsillo, saca el móvil, y ha sido el bloguero que ha contestado, lo abre, y si sus fuerzas no le engañan le está diciendo que mañana si quiere va a buscarlo con la vez de la entrevista a la salida de clase para hablar. Ya no le llegan las ganas para contestarle, deja del móvil encima la cama, y vuelve con Julia.