Evaristo que ha estado atento a todo la conversación tiene que morderse los labios para no soltar una carcajada, e impacientemente espera a que acaben los tres miembros del jurado de sacar la comida de la máquina, para poder intercambiar impresiones con sus amigos de lo que ha ocurrido. No tardan mucho en hacerlo, y cuando por fin desaparecen por la misma puerta que habían aparecido, Evaristo puede reírse con toda la tranquilidad del mundo.