La abogada de la acusación sigue hablando, sigue relatando todos y cada uno de los crímenes por los que se les acusa a los miembros del PML. Al principio había logrado cautivar la atención del público, del Juez y de los jurados, pero conforme va avanzando en la lista sus palabras pierden importancia y el murmullo del público dentro de la sala cada vez se hace más y más intenso, incluso algunos miembros del Jurado de forma tímida intercambian algunas palabras mientras la abogada sigue relatando cada uno de los hechos. Evaristo tampoco está interesado, y hace tiempo que está perdido entre sus pensamientos, su presencia en el juicio es sólo física, aunque no habla, y sigue aparentemente prestando atención a lo que la acusación expone, finalmente su atención vuelve a ser capturada cuando la abogada de la acusación para y con un tono más alta del que ahora había utilizado para dirigirse a jurado dice.

La abogada de la acusación se retira a su sitio, Evaristo trata de acomodarse al suyo, las bancos del juzgado son incomodos, de madera, con respaldo, pero de postura imposible. Haga lo que haga no encuentra la postura que le permita estar cómodo, además los que están justo detrás suya no paran de hablar, hasta han traído una bolsa de pipas que oye como rompen y luego mastican cuando hay el suficiente silencio, tiene más la sensación de estar en una sala de cine, o por el contenido de lo que está ocurriendo de circo, que en un juicio. Lo único que le calma es tener a Julia sentada al lado, sino puede que hace rato, en mitad de la lectura de los crímenes de la acusación, se hubiera levantado e ido del juicio. Pero es incapaz de despegarse de ella, prefiere aprovechar cada instante del placer de tenerla cerca, de vez en cuando gira su rostro y la mira, pero muy intermitentemente, muy de vez en cuando, de forma muy rápida, le gusta como el pintalabios ha resaltado la forma de sus labios, los pendientes que ha elegido, la mirada tranquila que dirige hacía todo lo que está ocurriendo.