Le duele el culo de estar sentado, ya no sabe en que postura ponerse, ni del lado izquierdo, ni del lado derecho, ni poniéndose más erguido, ni dejándose recostar un poco más en el asiento, es capaz de hacer que se le pase. Ya ha probado a levantarse varias veces al baño como una excusa para moverse, pero las últimas veces lo han mirado con cara rara aquellos a los que ha tenido que molestar para poder hacerlo. Si siente literalmente atrapado, a veces tiene unas ganas irreprimibles de gritar “¡Quiero salir de aquí!”, pero lidia con ella como puede, y lo único que exterioriza son bocados a sus manos, el dolor le alivia, le ayuda a distraerse, a concentrarse en otra cosa. Que envidia le da Julia, se está pasando el viaje dormida, ni la postura es capaz de molestarla, ni siquiera él que no deja de moverse en el asiento, y todo es natural, nada de pastillas para el sueño. Él ha tenido ganas de tomarse alguna una durante el viaje, pero no tiene, y además está convencido de que son un mal invento, como el microondas, que sólo sirve para calentar la leche porque todo lo cocinado en él empeora, no hay nada que no pueda curar el deporte y un buen entorno, el estrés, la mayoría de las enfermedades mentales están creadas por el hombre, igual que las pastillas para acabar con ellas, que hasta la Gran Revolución servían para controlarlos, y ahora son el resquicio de un mal pasado, porque ni siquiera puede considerarse una droga a eso que no genera placer.


Menos mal que ya le queda poco, hace lo posible, por mirar lo menos posible al reloj que tiene delante, si las estimaciones son correctas, ya están llegando, menos mal, porque otro capítulo de Bojack Horseman y va a llegar a Marte creyéndose que es un caballo, durante el viaje lo ha pensado, está convencido de que Bojack representa el lado oscuro que todos nos esforzamos por esconder, únicamente la lucha diaria contra la desidia nos separa de él, quizás por eso tuvo tanto éxito, porque al fin y al cabo todos nos sentimos representados con él. De vez en cuando mira por la ventana para ver como de lejos están de Marte, pero sigue sin poder verse nada. Lanza otro de los mil suspiros que ya ha lanzado durante el viaje, y a mitad de él por fin vuelve a oír la voz del piloto:


“Señoras y señores, me alegra comunicarles que nos queda poco para empezar con las maniobras de aterrizaje. Ustedes no pueden verlo, pero yo veo cada vez más cerca por mi ventana un punto rojo, y aunque no lo hayan notado hace un buen rato que la nave empezó disminuir su velocidad, y hace cuestión de minutos que la nave bajó de la velocidad de la luz. Debido a la inminencia del aterrizaje les pido que por favor se abrochen los cinturones y que ajusten los mejor posible a su pecho. Esta vez lo que van a sentir es sus cuerpos es la sensación contraria que tuvieron al despegar, su cuerpo querrá despegarse de los asientos, de ahí la importancia de los cinturones ahora más que nunca, y creerán que los ojos se quieren salir de sus órbitas por culpa de la deceleración tan brusca que van a experimentar, pero no se preocupen todo ha sido estudiado al milímetro y no va a sucederles absolutamente nada. La próxima vez que vuelvan a escuchar mi voz significará que ya hemos llegado a nuestro nuevo hogar. No olviden de abrocharse fuertemente los cinturones.”


Un cosquilleo se extiende por su estomago, signo evidente de la emoción que siente, le gustaría poder compartirlo con Julia, pero increíblemente sigue dormida, va a tener que ser él quien la despierte. Piensa en como hacerlo, y lo mejor que se le ocurre es meterle por la nariz un trozo de servilleta enrollado, hacerle cosquillas hasta que abra los ojos. La maniobra parece funcionar porque Julia empieza a rascarse inconscientemente la nariz, pero no hay forma, teme perforar su cerebro antes de que se despierte, y aunque no pueda dejar de reírse tiene que avisarla de verdad sino quiere que se estampe contra el asiento de adelante. Al final bruscamente con su codo empieza a incordiarla, mientras le dice mirándola “Julia, Julia, Julia, que ya estamos llegando”. Y Julia se despierta con cara de asustada y de no saber muy bien donde está ni de que está pasando. 

Iba a quejarse de su comentario, pero no es le mejor momento, la nave ha pegado un frenazo, y lo único que alcanza a decirle es “Te has puesto el cinturón justo a tiempo”.


La nave ha frenado bruscamente, mira por la ventana y ya puede distinguirse claramente el color rojizo del planeta marciano, se están aproximando a toda velocidad hacia su superficie. Pero igual que paso cuando despegaron, cuando falta poco para tocar tierra la deceleración deja de ser brusca, y la nave parece planear plácidamente. Poco después ya han llegado. Aterrizan dentro de una pequeña cúpula de cristal que los primeros astronautas construyeron y que será la nueva cuna de la civilización terrícola en suelo extraterrestre. De nuevo se escucha al piloto por la megafonía de la nave.


“Señoras y señores, ya hemos llegado. Cuando desciendan de la nave nos estarán esperando, cada uno ya tiene asignada una habitación y tiene esperándole una ducha, una cama, y un plato de comida. Mañana empezará lo duro, lo que queda de hoy pueden descansar todo lo que necesiten.”