De repente escucha un chasquido del látigo chocando contra el suelo que, hace que un escalofrío le recorra todo el cuerpo, se le pone la carne de gallina. La inminencia de que el próximo latigazo sea contra su cuerpo le hace cerrar los ojos con fuerza, de un momento a otro espera sentir un dolor intenso sobre su cuerpo. Ya está preparado, sabe que ya viene. Pero no llega, no llega, en lugar de ese latigazo que lo haga retorcerse de dolor, lo que oye es la voz de Enrique.
- Enrique: ¿Qué haces?, ¿qué ha pasado?
- Vigilante: El listo este, que se cree que puede hacer lo que quiera.
- Enrique: ¿Pues que ha hecho?
- Vigilante: Lo primero parar de trabajar, ahí no he hecho nada, simplemente lo he avisado. Pero es que luego, lo he pillado comiéndose uno de nuestros tomates, es entonces cuando ya no me he podido contener e ido a darle su merecido para que aprenda.
- Enrique: Espera un momento. Evaristo, ¿es verdad eso que cuenta Genaro?
- Evaristo: Sí, pero todo tiene una explicación. Paré de trabajar porque ya no podía más, y el tomate lo cogí porque tenía mucha hambre. No creí que os fuerais a poner así.
- Enrique: Suéltalo anda, que es su primer día con nosotros, ya nos ira conociendo. Y tu ven conmigo Evaristo, que te voy a explicar como funciona todo, es posible que el otro día no fuese lo suficientemente claro contigo.
Al oírlo, su cuerpo pierde toda la tensión acumulada como un globo que se deshincha, suelta un suspiro a la vez que sus muñecas son desatadas. Una vez desatado se gira, y por fin puede dirigir la mirada a sus dos interlocutores, eso no significa que vuelva a sentirse en condiciones de igualdad con ellos.
- Enrique: Ven sígueme, ponte la camiseta y vamos a dar tu y yo juntos un paseo.
Hace lo que le dice, se la pone y empieza a caminar junto a él.
- Enrique: Te has librado de una buena eeh, luego dirás que no somos amigos. Te aviso de que la próxima vez, yo ya no voy a estar para ayudarte, lo próxima vez que te vea atado para recibir un castigo merecido, vas a recibirlo, porque aquí es como las cosas funcionan, unos mandan y otros obedecen, por las buenas o con la ayuda del látigo. Mira a tu alrededor, tu mira y veras como pronto lo entiendes. ¿Lo ves? El látigo es el que nos ayuda a mantener la paz, sino esto sería un caos, que si a mi esto no me parece justo, que si yo no quiero hacer eso o lo otro, que si tengo hambre o estoy cansado…No hombre no, aquí todo el mundo hace lo que se le dice, y si no lo hace, pues ya sabe lo que hay. Se lo que estás pensando, se te ve un tío listo, el ¿por qué unos mandan y otros obedecen?, que ¿quién es el que decide cual es el rol que cada uno tiene en la sociedad? Pues mira aquí eso todo depende de si eres uno de los vencedores o de los perdedores, como se ha hecho siempre y siempre se seguirá haciendo en la historía de la humanidad, y no me vengas con tonterías de la Gran Revolución porque eso en la Tierra ya se ha acabado. Nosotros, los originarios de este poblado, somos los vencedores, y vosotros, los que no sois originarios de este poblado, los perdedores. Nosotros somos los conquistadores, y vosotros los conquistados, y o hacéis lo que os decimos o os matamos, o se lo hacemos a tu amigo o amiga. ¿Lo entiendes ahora? Aquí lo único que importa es la ley del más fuerte. ¿Te ha quedado claro? por favor, contéstame a esto porque no quiero que haya luego confusiones.
- Evaristo: Sí.
- Enrique: Bien, mira como he visto que te cansas muy rápido y que además tienes la mano muy larga, pues creo que de alguna forma tienes que compensarme. Porque tu me prometiste que me ibas a ayudar, o ¿no?
- Evaristo: Sí.
- Enrique: Eso es. Mira, mañana no vengas solo, debes de traerte a alguien más del poblado contigo, así como hemos visto que no te gusta trabajar mucho, pues tu amigo nos compensará por tu vaguería. ¿Vale?
- Evaristo: Sí.
- Enrique: Tienes que tratar de ser un poco comprensivo conmigo. No pongas esa cara hombre. Ya te he explicado como funciona aquí todo, y algún castigo habría de ponerte. Considérate al menos un afortunado, que te has librado de los latigazos, porque me caes bien, con cualquier otro no hubiera tenido ese deferencia que estoy teniendo contigo. Te lo dije la primera vez que te conocí, yo lo que quiere es que nos hagamos amigos.
- Evaristo: Vale.
- Enrique: Venga, pues vuelve a donde estabas y pórtate bien, no quiero que me vuelva a llegar ninguna otra queja contigo. Y ya te lo he dicho antes, alegra esa cara porque aquí no nos gustan las personas tristes.
- Evaristo: Ok.
Lo ha entendido perfectamente, son unos matones, unos gangsters, unos extorsionadores, unos asesinos, y la única forma de librarse de ellos es mediante el uso de la fuerza. Con la cabeza gacha, y con una media sonrisa gracias a dos chinchetas imaginarias que se ha clavado en ambos lados de las mejillas vuelve a hacer lo que estaba haciendo hasta que casi lo inflan a latigazos. Sin embargo esta vez todo es diferente, ahora sabe porque nadie habla, ya entiende porque nadie para un segundo de trabajar ni se queja, porque alguien ha reducido a base de latigazos su condición humana a la máxima expresión. Eso le aterra, ese es el proceso al que él ahora está siendo sometido, a esa transformación de hombre libre a esclavo, si bien llega a la misma conclusión con la que llegó está mañana, uno es un esclavo cuando pierde completamente la ilusión y esperanza de dejar de serlo, cuando se conforma y es feliz siendo un esclavo, mientras no sea así, da igual las humillaciones a las que estés siendo sometido, porque sigues siendo un hombre libre que sólo está esperando el momento oportuno.