Se han pasado el camino hablando y eso le ha tranquilizado, Vanesa está bien, conforme salieron por la puerta del campamento donde la tuvieron retenida empezó a sonreír. A él le pasó exactamente lo mismo, fue salir por la puerta y recuperar esa sensación de libertad, a pocos pasos de ella ya ni se acordaba de las ganas que tenía de matar a Enrique, todo lo que sentía era felicidad ir de vuelta a casa junto a ella.
Ellos, a diferencia de sus vecinos, han preferido un campamento discreto para evitar encuentros indeseables. En los últimos kilómetros ha tenido que esforzarse por recordar los recovecos que los llevasen a casa, y si todo ha ido bien, si la memoria no le ha jugado una mala pasada, justo en medio de la arboleda que tiene delante tienen que estar escondido sus amigos esperándolos. Están llegando justo a tiempo, antes de que la noche caiga completamente y haga caminar por el bosque una tarea imposible, de hecho por culpa de las prisas la última parte del camino Vanesa la ha hecho a su espalda, su zancada y su esfuerzo enseguida necesitaron ser complementadas por la ayuda de un adulto. En el medio de los arboles ya se puede distinguir una hilera de humo, eso sólo puede significar una cosa, ya están todos en casa y están preparando la cena.
Esquivando mata a mata, apartando rama a rama, al final consigue verlos, están todos sentados junto al fuego y lo que hay en él son varios conejos que por la pinta que tienen pronto van a estar a punto. Nadie se ha percatado de su llegada, charlan tranquilamente sobre algo que no es capaz de distinguir, decide salir como si nada de la maleza que lo oculta y caminar hasta ellos con una sonrisa de oreja a oreja. Como no, la primera persona que se da cuenta de que han llegado es Julia, que no pierde ni un segundo en salir a recibirlos, antes de que le de tiempo a decir nada ya lo está estrujando en un abrazo, esa es realmente su casa, por fin a llegado. Después de un rato se separan.
- Julia: Llevo mirando toda la noche entre la maleza a ver si os vía llegar, algo me decía que para la cena estaríais en casa.
- Evaristo: Hemos apretado al final del camino para llegar antes de que anocheciese, hoy va haber noche cerrada. ¿Has visto a quien traigo conmigo?
- Julia: Pues claro que la he visto. ¿Cómo estás Vanesa?
- Vanesa: Ahora mismo genial. Sólo quiere cenar y meterme en mi tienda de campaña.
- Julia: ¿Te han tratado bien?
- Vanesa: Me han tenido en una jaula.
- Evaristo: Espera que nos sentemos y así os lo contamos a todos de una vez.
- Julia: Sí, va ser mejor, así no tenéis que volver a repetirlo.
El resto también se ha levantado, pero en vez acercarse hasta ellos, los están esperando justo donde estaban. Todo el mundo les está sonriendo, pocas veces ha sentido ese sentimiento de grupo tan fuertemente como el que ahora está sintiendo. Mire a donde mire, todo el mundo está contento, vaya a donde vaya, todo el mundo quiere chocarle la mano y darle un abrazo. Pasa un buen rato hasta que todo se tranquiliza y vuelve cada uno a su sitio, es entonces cuando empiezan a contar su historia.
- Vanesa: Parar, parar, no seáis pesados, que ya os lo cuento. Yo no se como de repente me despierto ya en una jaula, como a un animal de circo, estoy tendida sobre un montón de paja, tengo un cuenco con agua, y otro al lado con un poco de fruta. Os podéis imaginar mi cara, la angustia que me recorre todo el cuerpo, no sabía donde estaba, ni mucho menos que es lo que podía estar pasando. Yo lo único que sé en ese momento es que no estoy aquí, porque se ve una gran valla de madera, y como cabañas de madera también a mi alrededor. Así que para averiguarlo, me pongo a gritar como una loca. Al poco de que eso pase, vienen dos personas a las que no conozco de nada a ver que me pasa, y lo primero que me dicen es que me calle de muy mala forma. Son dos hombres raros, muy sucios, mayores, no sé, nada más verlos no me dan buena espina. Cuando me callo, empiezan a decirme que no me preocupe que pronto van a venir a por mi, pero que no me pueden dejar salir, que ahí tengo la comida y el agua, y que lo demás lo haga en otro recipiente que hay allí vacío. Pero tampoco me cuentan nada, ni como había llegado hasta allí, ni que querían de mi, ni porque me tenían retenida. Y poco más, mucho llorar hasta que dos días después me llevan a una habitación donde está esperándome Evaristo para traerme de vuelta al campamento.
- Leonardo: ¿No te hacen daño ni nada, no?
- Vanesa: No, ni me tocan, a menos desde que me despierto.
- Estela: Entraron por la noche en el campamento, la sedaron mientras estaba dormida y se la llevaron. No hay más.
- Tristán: También se llevaron las armas.
- Jacinto: Pero eso da más igual, lo de Vanesa me tiene muy enfadado, y más desde que ha contado lo de la jaula.
- Evaristo: Pues espérate a escuchar mi parte de la historia. Ya os sabéis lo de los dos tipos que vienen a por mi al campamento. Bueno, pues nos pegamos una buena caminata hasta llegar al suyo, no sé exactamente cuanto tiempo, pero horas, y ya os ha dicho algo Vanesa, pero no tiene nada que ver con el nuestro. Ellos no parecen tener miedo de que los encuentren los alienígenas como nosotros, han fortificado su campamento con una muralla que han construido con arboles que han talado del bosque, y además, con los mismos arboles, han construido hasta cabañas donde parece ser, es donde viven. La muralla, por cierto, está vigilada por dos de ellos con nuestras armas…