A dormido como hacía tiempo que no dormía, a pierna suelta, sin ningún tipo de pesadilla que haya disturbado su sueño. Eso es lo que más le ha sorprendido de todo, normalmente sus ansiedades no dejan de acecharle durante la noche, y se transforman en pesadillas que hacen que se despierte en mitad de la noche, Julia se escapa con Leonardo, los alienígenas los vigilan mientras duermen y los capturan, se pierde en el bosque y no es capaz de encontrar el camino de vuelta hasta el campamento, o la típica de verse cayendo por un precipicio y despertarse antes de caer. Pero hoy nada de eso ha pasado, se ha despertado plácidamente al lado de Julia, disfrutando del calor de su cuerpo bajo una manta, en una tienda de campaña, en lo que puede considerarse una fresca que no fría mañana. A su modo de ver todo sigue igual de perfecto a como lo dejó anoche antes de acostarse, ni siquiera se ha levantado con hambre después del atracón que se pegó anoche cenando, y jabalí prometía y cumplió su promesa de saciarla. Julia sigue todavía dormida, por eso se separa de ella lentamente, no quiere despertarla, y conforme lo hace le surge la duda de que puede que se haya equivocado y sea mejor quedarse donde estaba, pero es incapaz de seguir en la cama despierto dandole vueltas solo a la cabeza, lo mejor va a ser entretenerse haciendo algo.
Fuera hace un día espléndido, todavía hace frío pero promete que el sol enseguida recuperará su posición prominente en el firmamento y calentara de nuevo todo lo que con sus rayos toque, respira hondo para sentir dentro de si toda esa magia con que la naturaleza le obsequia y decide que ese algo que va a hacer, va a ser buscar comida para el desayuno. Es el primero que hoy se levanta, ninguno de los del grupo está fuera de su tienda de campaña, así que solo se pone arrancar de los manzanos, al lado de los cuales han acampado, las manzanas con las que obsequiar a Julia cuando se levante, y alguno más del grupo si le da tiempo a llegar antes de que se las coman todas. Para ello utiliza un palo largo, una rama partida de un árbol con la que una a una va atacando las manzanas hasta hacer que caigan al suelo. Es un trabajo laborioso, pero a la ver divertido y el tiempo pasa rápidamente sin que apenas se de cuenta, cuando empieza a estar cansado lleva un buen rato dándole con el palo a las manzanas y un buen saco de ellas recolectadas. Además en ese tiempo, uno a uno de los habitantes del campamento se ha ido levantando y alguno hasta se ha sumado a la tarea de robarle manzanas al manzano.
- Tristán: ¿Paramos ya?
- Evaristo: Sí, yo creo que con esto ya tenemos para todos.
- Leonardo: Habrá que dejar alguna para mañana, porque en cuanto se acaben nos tendremos que mover a otro sitio donde haya donde comer.
El resto los está esperando en un corrillo, que ya es tradición en las mañanas, sentados en el suelo para mientras cogen algo de fuerzas comiendo, preparar el día repartiéndose las tareas en función de las habilidades de cada uno y de las necesidades el grupo. Cuando llegan a él solo falta uno Vanesa, que como siempre es la última en llegar y a la que normalmente es necesario ir a sacar de su cama.
- Julia: ¿Nos pinchamos en el dedito como siempre antes de desayunar?
- Ernesto: Venga, no perdamos la costumbre.
Uno a uno, saca del bolsillo su alfiler, se pincha en el dedo y demuestra al resto que por dentro de su cuerpo lo único que corre es sangre, no cables llenos de cobre, hoy tampoco ha habido sorpresas. Le parece increíble, pero todos los días tiene la misma sensación de alivio cuando ve brotar de la yema de su dedo una gota de sangre
- Evaristo: Voy a por Vanesa, que como siempre es la última en levantarse, y a la que como siempre tocará pinchar porque es incapaz de pincharse así misma.
- Julia: Venga date prisa que te dejamos sin manzanas.
Duermen en tiendas de campañas separadas, que cogieron de los equipos de supervivencia que tenían los miembros del PML almacenados en la cueva, hasta Vanesa tiene la suya propia. Cuando está delante de ella la avisa para no asustarla, como siempre grita un par de veces su nombre antes de abrir la cremallera.
- Evaristo: ¿Vanesa?, ¿Vanesa? Venga levántate que tendrás que desayunar algo.
Pero nadie le responde, algo que tampoco le sorprende, no es la primera vez que se hace la dormida, y sabe que no será la última, por eso vuelve a intentarlo.
- Evaristo: ¡Venga Vanesa sal ya! Voy a contar hasta diez, y si no sales, seré yo el que entre para sacarte.
Todos se han convertido un poco en los padres de Vanesa, hasta él que nunca había concebido la idea de criar a un hijo. No obstante el ultimátum, Vanesa sigue sin contestarle.
- Evaristo: Muy bien, pues empiezo la cuenta atrás. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…como no salgas ya entro, yyyyy diez.
Justo conforme acaba de pronunciar la palabra diez abre la cremallera, y para su sorpresa Vanesa no está. Lo que hay en su lugar es una nota, colocada justo donde su cabecita debería de estar. Lo primero que se le viene a la cabeza es que se ha escapado, por alguna tontería, y que ha dejado alguna nota de despedida, por eso tampoco se preocupa mucho, igual que se ha ido volverá, es lo que razona de forma automática. Coge la nota despacio, medio habiendo asimilado que es lo que pasa sin ni siquiera haberla todavía leído. Sin embargo, cuando empieza a leerla todos los castillos que ha construido en el aire se vienen abajo con la facilidad de una pirámide construida con una baraja de naipes.