Después de lavarlo en el arroyo que colinda con el campamento, despellejarlo, y un par de horas en la lumbre, le parece que el Jabalí que han cazado tampoco tiene tan mal aspecto, ha recuperado todo su apetito, y si no fuera por Julia que continuamente le está diciendo que se espere a que se acabe de cocinar, ya le habría metido mano. En otra hoguera, ésta con una llama mucho más intensa, están ahora todos sentados esperando que llegue el momento de pegarse el festín, sentado al lado de Julia, mirando las estrellas en un firmamento donde es posible distinguir hasta la estrella más lejana gracias a la ausencia de cualquier foco de contaminación lumínica cercana, el mundo tampoco le parece un lugar tan horrible, ni siquiera con la amenaza permanente de ser esclavizado por los alienígenas. Esa noche ni siquiera el jabalí, que se broncea lentamente en la lumbre contaminando con su aroma todo el busque, es capaz de robarle el protagonismo, toda la tarde y parte de la noche, sus compañeros de fatigas siguen hablando de lo mismo, de como ha matado a un alienígena con su flecha, le han hecho contarlo ya un millón de veces, pero ante el clamor popular se ve obligado a contarlo una vez más.
- Evaristo: El azar hace tropiece y me caiga, y cuando me levanto no veo ni a Leonardo, ni a Julia, pero por el rastro de sangre que va dejando el jabalí sé que no pueden estar muy lejos. Así sigo ese rastro, cada vez hay más sangre, y de repente el viento me trae la voz de Julia que sé distinguir perfectamente, me pongo contento, pero no me dura mucho, porque al poco me trae otra que aunque no me es tan familiar también soy capaz de distinguir perfectamente, la del dichoso aparato traductor de los alienígenas. Eso sólo puede significar una cosa, los han pillado. Yo automáticamente tenso mi arco, y aunque se que la puntería nunca ha sido, ni será, mi fuerte, me acerco sigilosamente hasta donde sus voces me llevan. Allí, apunto a un bicho horrible y gigante, y disparo, la flecha cumple con mis expectativas, va muy desviada, pero se clava en su pie, rápidamente vuelvo a cargar otra flecha en el arco y la disparo, pero apenas le da tiempo a salir del arco, cuando el alienígena se derretido. Sólo quedaba de él, la ropa, el arma, y las llaves con las que había esposado a Leonardo y Julia. Ale, ya no os lo cuento más veces.
- Ernesto: Es que lo que ha pasado hoy, nos llena a todos de esperanzas de volver a recuperar nuestras anteriores vidas. Da igual que sólo tengamos dos armas que disparan rayos verdes gigantes, no las necesitamos, con ponernos a practicar todos con el arco nos vale.
- Jacinto: Y para celebrarlo, mirar lo que tengo…
Si sus ojos no le engañan, lo que tiene Jacinto en sus manos es una botella de vino tinto, que no prueba desde que abandonó la Tierra con destino a Marte hace ya unos cuantos meses.
- Jacinto: La tenía escondida para una ocasión especial, y ¿qué ocasión hay más especial que la de hoy? Venga arrimar los vasos.
La botella de vino de Jacinto apenas da para llenar la mitad de lo vasos de los que están reunidos, pero él ve el vaso medio lleno, porque el vino siempre se ha bebido y beberá a sorbos pequeños.
- Jacinto: ¿Quién brinda?, ¿a alguien se le ocurre algo?
- Estela: A mi se me ocurre algo, brindemos todos por el fin de la tiranía de los alienígenas a los que vamos a convertir en crema de cacahuete.
- Susana: Esperar, esperar, que a mi se me ocurre otra cosa más, estoy embarazada.
- Jacinto: Sabía que el día en que me tocaba abrir la botella.
- Tristán: ¡Enhorabuena, a los futuros papas!
Todos se suman a las celebraciones, todos incluso él, a lo que todo le suena lo más raro del mundo, porque en su cabeza de repente le surge una cuestión que hasta entonces no se había planteado, ¿qué clase de sociedad será la que alguna vez vuelva? si es que alguna vez vuelve, ¿volverán a la de antes o volverán a otra? En cualquier caso, ahora mismo, en este preciso instante, le da exactamente igual, el vino amargo está siendo capaz de dulcificar todos sus pensamientos a la vez que se desliza suavemente por su garganta.
- Vanesa: Os habéis olvidado completamente todos de mi, yo también quiera algo para celebrarlo, ¿y mi vino?
- Estela: Que se haya acabado la civilización no significa que se hayan acabado las normas, cuando seas mayor y tengas 16 años, beberás vino.
- Jacinto: Espera, espera, que tiene razón, déjame mirar en la mochila…Mira lo que he encontrado, chocolate. Toma.
- Vanesa: Eso ya es otra cosa, ahora ya la que os da envidia a vosotros soy yo. No se como os puede gustar eso, con lo amargo que está, el chocolate está mucho más bueno.
- Estela: ¿Y tu cómo sabes que está amargo?
- Vanesa: Para sobrevivir comí lombrices y bebí vino, ¿o acaso esperabas que fuese a dejar algo comestible escapar?
Puede que sea el vino, pero ese comentario ha hecho sonreír a todo el grupo, tanto que cuando acaba siente las mejillas agotas, la falta de práctica ha hecho que tenga los músculos poco entrenados.
- Evaristo: Nos teníamos que haber esperado al Jabalí para abrir la botella.
- Leonardo: ¿Quién dice que no hayamos esperado? Eso está ya más que listo, voy a por ahora mismo. No bebáis muy rápido.
- Tristán: Espera que te ayudo.
Conforme lo traen a donde están sentados le da ganas de acercarse y empezar a darle bocados, pero espera a que llegue su porción. Está noche habrá comida para todos, no le sonaran las tripas mientras duerme, hace mucho tiempo que no lo siente, pero hoy puede volver a decir sin ningún tipo de temor a equivocarse que ha vuelto a ser feliz.