Al menos, ha ido con la suficiente fuerza como para clavarse en él. Rápidamente al ver la falta de su puntería vuelve a cargar otra flecha en su arco, esta vez de forma mucho más precipitada que la vez anterior, apenas ni lo piensa, no le da tiempo casi ni a apuntar, cuando otra flecha ya está saliendo otra vez disparada de su arco. Viaja con la misma falta de puntería, lo sabe desde que la ve salir, pero antes de que siquiera tenga tiempo a llegar a su objetivo, éste desaparece. El alienígena a los pocos segundos de que la primera flecha se clavase en su pie, se ha convertido en una masa amorfa, en un helado derretido, en un trozo de chocolate que lleva un rato al sol, en un trozo de plastilina aplastada de la que lo único que queda con forma es la ropa que lo cubría, el arma que llevaba y las llaves con las que había encadenado a Julia y a Leonardo. Por eso la segunda flecha acaba perdiéndose en mitad de la maleza.
No puede creérselo, nunca ha sido un valiente, y para una vez que elige serlo la fortuna lo ha recompensado por ello. Se ha quedado petrificado, hasta que es capaz de reconocer los gritos de auxilio de Julia y Leonardo pasan algunos segundos, los que tarda en asimilar el resultado de su certero disparo. Al final sale corriendo hacía donde están ellos, saca las llaves que han quedado incrustadas en la masa pegajosa de lo que antes era un alienígena, las limpia un poco con su ropa y empieza a abrir las codenas que los ata. Primero quita las esposas que atan sus pies, y luego las que atan sus manos. En el instante que Julia vuelve a tenerlas libres otra vez, se lanza con sus brazos abiertos a por él que con una sonrisa de oreja a oreja la recibe. Pocas veces ha sentido lo que ahora siente con su abrazo, que rápidamente ha correspondido con otro, porque al final los gestos de cariño se acaban, muchas veces, convirtiendo en una rutina y las raras veces que son realmente sinceros se agradecen. Tras casi un minuto abrazados fuertemente, se separan.
- Julia: ¿Pero qué has hecho? Te has cargado a un alienígena gigante tu solito.
- Evaristo: ¿Qué esperabas cuando ese alienígena te tenía a ti prisionera?
- Julia: ¿Lo tenías preparado o algo?, ¿cómo sabías que lo ibas a matar?, ¿qué le has dado, en la cabeza?
- Leonardo: Que va, en la cabeza no le ha dado, que yo si que he visto claramente como le daba la flecha en el pie.
- Evaristo: Al menos le he dado, yo cuando vi salir la flecha creía que iba a pasar de largo.
- Leonardo: Pero da igual donde le hayas dado, acabas de descubrir la fórmala para acabar con ellos, la cuestión ahora es determinar si lo has matado por darle en el pie, o porque realmente ha sido. Lo que ha quedado muy claro, es que no son inmortales ni invencibles.
- Julia: Te vas a convertir en el héroe de la humanidad, el primer mata alienígenas vas a ser.
- Evaristo: ¿Y si ha sido la madera?, ¿cómo con los vampiros?
- Julia: Eso es lo que vamos a descubrir la próxima vez que nos encontremos con ellos, yo ya mismo me estoy haciendo una daga de madera para llevarla siempre encima.
- Evaristo: Oye, a todo esto ¿y el jabalí? porque yo me sigo muriendo de hambre.
- Leonardo: Debajo justo de lo que ha quedado de nuestro amigo.
- Evaristo: Eso se limpia, vamos a sacarlo de ahí y vámonos pitando antes de que vengan más, que lo mismo ahora aparecen más amigos suyos.
El pobre jabalí yacía muerto justo al lado del alienígena cuando le llega el disparo que acaba con su vida, cuando mete sus manos en la masa viscosa que lo recubre está caliente, el alienígena no tiene sangre, o huesos, pero eso no le impide tener un cuerpo con una temperatura superior a la suya. Le da mucho asco hacer lo que está haciendo, y cuando por fin tirando con todas sus fuerzas lo saca arrastras de esa masa putrefacta, el jabalí ha perdido todo su aspecto apetitoso que tenía en su estado salvaje, aun después de haber sacado sigue recubierto de eso que antes era un extraterrestre, el liquido viscoso se le ha metido por la boca, la nariz, las orejas, tiene que contener las ganas de vomitar que le entran, ya no queda ni rastro de ese hambre que le asediaba, hasta sus tripas parecen haberse calmado sin necesidad de haberlas llenado con nada.
- Julia: ¿Eso es mi jabalí?
- Evaristo: Eso es tu jabalí.
- Julia: Yo eso no me lo como.
- Evaristo: Eso justo he pensado yo cuando lo he visto.
- Leonardo: No seáis delicados. Cuando lleguemos al campamento lo lavamos en el río, y después de unas horas en la lumbre nos lo comemos. Eso no es más que una pasta asquerosa que se ha quedado en la piel, el bicho va a estar igual de bueno.
- Julia: ufff.
Se limpia las manos con su ropa intentado deshacerse de los resto de pringue que las manchan, y su camisa queda manchada de una sustancia verde, que parece que no se va quitar nunca. Con una cara de asco que no es capaz de borrar de la expresión de su cara, mira como Leonardo hace lo que han venido a hacer, corta una rama de un árbol lo suficientemente gruesa como para aguantar el peso del jabalí, y lo ata a ella por sus patas y sus manos.
- Leonardo: Venga hombre, no me mires así y ayúdame, tu chica lo ha matado, a nosotros nos toca cargar con él hasta el campamento, coge de un lado y vamos a llevárnoslo entre los dos.
- Evaristo: Voy.
Le ayuda a cargarlo, a el le toca ir detrás de Leonardo que va marcando el camino, y la cara colgando del Jabalí que sigue goteando los restos del alienígena. Va tener que hacer durante todo el camino, un esfuerzo enorme para que su mirada no se cruce con ella.