Si algo ha descubierto durante estos meses, es el hambre. Se trata de una sensación que hasta ahora le era ajena, en cualquier momento podía coger algo de la nevera, de la despensa, o de cualquier máquina expendedora que hubiese en la calle. Ahora en cambio ha tenido que aprender a convivir con ella. Se ha convertido en una sensación casi permanente, únicamente aplacada temporalmente en preestablecidos momentos del día. Se ha dado cuenta de que es imposible aplacarla, no hay forma de vencerla, no se puede escapar de ella, tienes que aprender a convivir con esa sensación de un vacío en el estomago, transformar a tu enemigo en un compañero inseparable. No es más que una alarma vital, imposible de saciar, el estado normal no es estar saciado, es tener hambre, y saber gestionarla para no morir por culpa de ella.
Como siempre ahora tiene hambre, se empieza a ser tan intensa que siente cierta flojedad en todo su cuerpo, hasta sus ideas están lastradas, no tienen esa chispa que necesitan para ser eso, ideas. Para nada le ayuda el esfuerzo físico del momento, acompaña a Julia y a Leonardo en un ejercicio tan exigente como es la caza, si quieren comer hoy algo con suculentas calorías van a tener que ganárselo. Atrás quedaron sus días de vegetariano, el bosque no es capaz de proporcionarle, ni la variedad, ni la cantidad, como para poder seguir siéndolo, no tiene un huerto en donde poder producir todo lo que necesita. Camina en silencio tras Julia y Leonardo segregando saliva, pensando en un Jabalí, en lo sabrosa y nutritiva que sería su carne cocinada en una buena fogata está noche para luego comérselo junto al resto. Es eso, y Julia que va delante de él, lo que le hace no renunciar en este momento al esfuerzo extenuante de horas caminando por el bosque, y sentarse en una piedra a descansar.
Los tres se ha convertido en compañeros de caza inseparables, Leonardo tiene los conocimientos y la experiencia para sobrevivir en el bosque, Julia sigue demostrando una determinación imparable, es capaz de cazar cualquier cosa, subirse a cualquier altura, es la que tiene la idea ingeniosa y la calma para llevarla a cabo cuando a ninguno de los dos se le ocurre nada. Él en cambio va porque es el único médico del grupo, lo que en realidad no es más que una excusa para no separarse de Julia, todo el mundo sabe hacer un torniquete o entablillar una pierna. Siguen el rastro de esa presa con la que sueña, sus pelos, pisadas, heces, son la guía para conseguir la cena de esta noche, el resto es tener cuidado del viento que no delate su presencia, y con pisar sin cuidado sobre cualquier rama que igualmente transmita un ruido chivato de que la están siguiendo. Cuando acabó la carrera, cuando aterrizó en Marte, cuando huyó de esa forma apresurada a la Tierra, nunca se imaginó con una cesta llena de flechas al hombro y un arco de madera, a veces tiene que contenerse para evitar reírse y hacer ruido, sólo le falta ir vestido sólo con un taparrabos, caminar descalzo y llevar la cara pintada para ser un indígena de los que pueblan en la actualidad el continente Africano y Americano, tras la Gran Revolución demostraron que quien estaban equivocados a la hora de entender la economía era el mundo civilizado, y ahora más que nunca el destino les ha vuelto a dar la razón. Sus ideas como aborigen son interrumpidas por Leonardo, que se ha girado para decirles algo, susurrando muy bajito, para casi apenas poder oírlo les dice:
- Leonardo: Shhhh, no os mováis ni un palmo más, contener todo lo que podáis la respiración no sea que nos sienta. Está justo allí, ¿lo veis?, justo detrás de esas ramas, a unos 20 metros está, tenemos que ser rápidos, en cualquier momento cambia el aire y nos puede oír u oler.
- Julia: Desde aquí es imposible darle, hay mucha maleza, nos tenemos que acercar un poco más.
- Leonardo: Espera Julia, mejor agáchate, verás como lo ves mejor.
No es frecuente ver a Julia recibir ordenes, él hace tiempo que se abstiene de dárselas. No obstante en esta ocasión no la oye rechistar, se agacha tal y como le dice Leonardo, y su rostro lleno de tierra por culpa del duro camino se ilumina, deslumbra tanto que es imposible ya ver una mancha en él. Mientras está de rodillas saca su arco, lo apoya en el suelo, tensa la cuerda con la flecha, y en ese momento hasta el contiene la respiración para ayudarla a apuntar porque sabe perfectamente lo que sigue. Escucha como y aire se corta, y un instante después un gemido, agudo fuerte, eso sólo puede ser el sonido de un jabalí herido de muerte. Luego lo que escucha partirse son ramas, y la carrera del bicho que huye desesperado.
- Julia: ¡Le he dado!, ¡le he dado!, ¡vamos!, ¡correr!, ¡tenemos que seguirle!
Julia sale a toda prisa del escondite, y él detrás suya tragando literalmente saliva. Por muchos que han sido sus esfuerzos de transformar su dieta, no sigue más que siendo un homínido omnívoro, su instintos le delatan, se han apoderado de su razón, no tiene más ver como sigue la sangre de aquello que en un futuro muy próximo espera le vaya a servir como alimento.
Apenas tiene las fuerzas suficientes para correr detrás de Julia, como parece poseída, tiene una agilidad de movimientos felina, mientras que él se va chocando con todo lo que se cruza. Hasta que al final esa torpeza tiene la culpa de que tropiece y se caiga, da directamente con sus morros en el suelo, ha caído tan fuerte que lo primero que saborea no es la carne de jabalí como se esperaba, sino la tierra del suelo del bosque.
Ninguno de sus compañeros se ha dado cuenta, o querido darse, lo han dejado atrás, apenas ha necesitado unos segundos para levantase, pero cuando lo hace no hay ni rastro de ellos.