- Julia: Tiene razón Susana, ya no nos podemos fiar de nadie, lo que tenemos que hacernos aquí ahora mismo todos es una prueba que demuestre que somos humanos. Esa prueba la vamos a tener que repetir cada vez que conozcamos a alguien nuevo. ¿Qué os parece si todos nos cortamos un poco un dedo con el cuchillo que tengo colgado en el cinturón?
- Evaristo: ¿Me estás leyendo la cabeza? porque eso justo es lo que iba a decir yo ahora. Quien no sangre es un robot. Venga, empieza conmigo, córtame en la yema del dedo índice.
Aunque está sumamente convencido de que no es un robot, no puede evitar sentirse nervioso, ¿y si le cortan y no sangra?, ¿y si él también es un robot al que le han incrustado sus recuerdos de humano? Si mira a su alrededor las caras de todo el mundo son un auténtico poema, gestos serios, nadie sabe a donde mirar, la desconfianza entre los unos y los otros ha germinado, sólo una gota de sangre brotando de cada uno de sus dedos puede solucionarlo. Julia lo mira raro, seguro que a ella se le está pasando por la cabeza lo mismo que está pasando por la del resto, pero no va fallarla, hay un sentimiento que es demasiado humano para poder fingirse, la sigue queriendo. Extiende su mano, se remanga un poco la sudadera, todos los ojos que antes vagaban indecisos se clavan en ella, cierra los ojos al ver a Julia acercar su cuchillo, al poco siente su hoja deslizarse sobre la yema de su dedo, daba igual que estuviese preparado, porque en seguida comprueba que hay pocas cosas más desagradables que un corte con un cuchillo afilado. No oye a nadie gritar, ni salir corriendo, abre de nuevo los ojos y allí está derramándose esa sangre de color rojo que confirma su humanidad.
- Evaristo: Ufff, parece una tontería pero por algunos momentos llegue a dudar de mi humanidad, venga, ¿quién quiere ser el próximo?
- Jacinto: Me toca, que de repente, aunque parezca raro, me ha dado envidia verte sangrando. Aquí tienes mi dedo Julia.
Se repite la misma operación, pero ahora es él quien mira la mano de otro. Julia, vuelve a hacer gala de sangre fría, nunca dejará de sorprenderle, porque a él le cuesta otra vez mantener los ojos abiertos, ha sido ver la afilada hoja del cuchillo moverse hacía la mano de Jacinto e inevitablemente ha tenido que cerrar los ojos. De hecho, ha tenido que cerrarlos con fuerza, ha sido un acto reflejo que le ha salido de los más adentro. Sólo vuelve a abrirlo cuando escucha las celebraciones.
- Jacinto: Ya decía yo que no podía ser un robot, cuando me están entrando unas ganas horribles de ir ahora mismo al baño. ¿Eso no lo habéis pensado, no?
- Susana: No seas…prefiero que me corten a que me vean haciendo lo que tu has pensado. Es mi turno, venga, no puedo soportar más los nervios, además por lo que parece tampoco es para tanto. Rápido Julia, antes de que se me quiten las ganas.
Julia hace lo que le dice, a los pocos segundos puede ver como de la mano de Susana brota sangre, aunque esta vez tampoco ha sido capaz de mirar como Julia la cortaba.
- Susana: Nunca me había sentido tan feliz de verla, hasta ahora siempre había significado problemas, hoy en cambio significa todo lo contrario.
- Ernesto: Creo que el próximo debería ser yo. Aunque, nunca me he separado de vosotros, si lo pensáis bien, ¿cuándo me van a haber cambiado por un robot?
- Evaristo: Mientras dormíamos. No seas miedica y extiende la mano.
- Ernesto: La duda, siempre la vamos a tener. Nos vamos a tener que cortar el dedo cada vez que nos veamos, ¿es que no os dais cuenta?
- Julia: De momento vamos a hacerlo hoy, y luego ya veremos, venga, si apenas lo vas a notar.
- Ernesto: Que cabezones sois. Aquí tenéis mi mano.
- Julia: Muy bien.
Tiene razón Ernesto, al final van a vivir siempre con la paranoia, con la sospecha de que el otro es un robot que los está espiando. Si alguien va al baño solo, ¿a la vuelta se va a tener que pinchar el dedo?, cuando duerman, ¿al despertarse se van a tener que pinchar todos el dedo?, ¿se van a tener que estar continuamente pinchando el dedo? Su cerebro no es capaz de encontrar una solución. Pero como dice Julia, de momento ahora, en este instante del tiempo, lo mejor es asegurarse de que todos los presentes son humanos. Vuelve a cerrar otra vez lo ojos, y otra vez vuelve a abrirlos cuando oye la alegría de sus compañeros.
- Ernesto: Ya os lo he dicho, no soy un robot.
- Evaristo: ¿Y que crees que diría un robot? pues que es un humano, si empezamos a poner excusas no ponemos a todos en peligro.
- Jacinto: Es verdad, tenemos que ser muy estrictos. Hasta que no encontremos otra solución…
- Susana: Lo peor va ser vivir con esta paranoia continua, nos va a minar física y psíquicamente.
- Julia: ¿Y qué le vamos hacer? Es o vivir con la paranoia, o aceptar ser sus esclavos y dejar de luchar. Yo me quedo con vivir con la paranoia. Ya sólo falto yo, ¿os imagináis que soy un robot y saco un arma y os arresto a todos?
- Evaristo: Venga Julia, no nos hagas sufrir más, córtate la mano.
- Julia: Voy.
Es la última que falta, sin embargo no está preocupado, si de algo está convencido es que Julia no es un robot, ha podido sentir su mano caliente hace poco. Al ver de nuevo el cuchillo acercarse a cortar la mano de Julia, tiene que volver a cerrar los ojos, no es capaz de evitarlo. No han pasado ni tres segundos cuando vuelve a abrirlos, no seguro de que Julia no era un robot, aun así una sensación de alivio, como la que no ha sentido con ningún otro, le invade cuando la ve sangrar.