Se ha pasado la noche corriendo por mitad del bosque guiado por una luna llena que le ha iluminado el camino, tiñéndolo de sombras. Cada sonido, una rama que al pisarla se partía, un búho que avisaba a sus presas de su presencia, un lobo que aullaba para dejar de sentirse sólo, le hacía sentir escalofríos que se transformaban en ganas horribles de llegar a su destino. Se prometió que la próxima vez que volviese a entrar a la cueva, iba a estar al menos un par de días sin salir de ella. No le ha dado tiempo a pensar en nada por el camino que no sea huir, bastante ha tenido con fijarse por donde pasaba, si tenía que girar a la derecha o la izquierda o en cambio seguir recto, con medir sus fuerzas para intentar no perder el ritmo, sobre todo no pararse más de un segundo en ningún sitio para evitar ser cogido. Toda la huida la ha pasado obsesionado con lo mismo, puede que lo estuviesen siguiendo, y si eso pasaba no podía volver a la cueva a no ser que por culpa del miedo a morir solo estuviese dispuesto a traicionar a sus amigos. Pero nada, ni nadie se ha cruzado en su camino, y pensó que si volvía a llegar sano y salvo a la cueva, lo mejor era avisar a los que allí había de lo que había pasado.
Siempre le pasa lo mismo cuando está delante de ella, no puede dejar de emocionarse al estar delante de ella, y esta vez aún más con todo lo que le ha pasado hasta volver a verla, inevitablemente todo el camino le han asaltado dudas de si volvería a volver a hacerlo. Casi va arrastrándose, sus hombros van rozándose con la pared de la cueva, y cuando llega a la plaza donde por última vez se despidió de ella se desmaya. Todo su alrededor se ha transformado en una cortina de color negro que lo cubre todo, es como si por culpa de ella fuera incapaz de ver el escenario de la vida, está en un teatro en el que todavía no han levantado el telón, todavía es capaz de oír, pero la falta de fuerzas le impide articular palabra, ha topado con su límite, la máquina perfecta de su cuerpo necesita descansar.
Cuando vuelve a abrir los ojos lo primero que ve es a ella, Julia está sentada en un lado de la cama mirándolo y sujetándole la mano. No las había probado antes, pero las camas del PML son más cómodas de lo que se esperaba, no sabe de que está relleno su colchón, y si volviese a cerrar los ojos podría imaginarse perfectamente estar tumbado sobre una nube.
- Evaristo: Lo que me ha costado volver a verte.
- Julia: Llevas todo el día dormido, cuando por primera vez te vi pensaba que te habías muerto.
- Evaristo: Me pase la noche corriendo y mi cuerpo ha tenido que decir basta.
- Julia: Me da cosa preguntártelo, sin embargo tarde o temprano vas a tener que contarlo, ¿qué te ha pasado? o mejor aun, ¿qué os ha pasado?
- Evaristo: Si me das un poco de agua, tengo la boca terriblemente seca y estoy sediento, te lo cuento.
Julia se levanta y le llena un vaso de agua con una jarra que había encima de la mesa de la habitación, también hay algo de fruta, pero tiene el estómago totalmente cerrado, de sólo verla le han entrado nauseas. Bebe el agua despacio, durante su huida ha sido lo único que ha echado de menos, y el volver a saborearla le hace redescubrir lo buena que está, es un contrasentido, el buen sabor del agua precisamente está en su ausencia de sabor.
- Evaristo: No sabes como la he echado de menos.
- Julia: Algo me he imaginado al verte los labios secos, te empape un poco los labios con ella antes de meterte en la cama, pero no hacías caso a nada.
- Evaristo: ¿Te cuento lo que nos ha pasado?
- Julia: Venga, que estoy deseando enterarme.
- Evaristo: Nos pillaron los alienígenas entrando a por la comida.
- Julia: Lo sabía, antes de irte tenía un mal presentimiento de que algo malo iba a pasar, dicen que las segundas partes nunca son buenas y justo eso fue lo que pensé al ver irte.
- Evaristo: Pues ya podías haberme avisado.
- Julia: ¿Cómo iba a saber lo que os iba a pasar? Sigue contándome anda.
- Evaristo: En realidad, si te soy sincero, yo no he visto absolutamente nada, todo lo que sé es por culpa de mi oído. Estaba yo decidiendo si coger más sandwiches de jamón york y queso, o en cambio lanzarme a por algo nuevo visto que ya me había llevado una caja entera de ellos antes, cuando oigo la maldita caja que habla de los alienígenas, tiene un acento muy característico, ya me entiendes, como a una voz que sale de una lata. Lo único que oí fue algo así como “Quedaros en vuestro sitio”. Yo sabía que era lo que significaba, cadenas y a trabajar encadenado como en Marte, o como o que nos había contado Ernesto, así que, me escape por la ventana. Tuve suerte, me salvo la vida, que me pillo lejos de la puerta, oculto por las cajas y no me vieron, puedo decir que me salvo mi pasión por los sandwiches de jamón york y queso.
- Julia: No me lo puedo creer, y claro volviste tu solo corriendo hasta la cueva otra vez.
- Evaristo: Pues claro, ¿pero que iba a hacer sino?
- Julia: ¿Y del resto no sabes nada?
- Evaristo: Pero que voy a saber Julia, yo dije pies para que os quiero, ¿le voy a tirar a un alienígena de tres metros un sandwich a la cabeza? Era imposible hacer nada, salte por la ventana y cuando vi que no había nadie esperándome al otro lado me puse a correr como un loco hasta que llegue aquí.
- Julia: Entonces no te has enterado de la chica que hay en la habitación de al lado.