Se ha pasado la noche corriendo por mitad del bosque guiado por una luna llena que le ha iluminado el camino, tiñéndolo de sombras. Cada sonido, una rama que al pisarla se partía, un búho que avisaba a sus presas de su presencia, un lobo que aullaba para dejar de sentirse sólo, le hacía sentir escalofríos que se transformaban en ganas horribles de llegar a su destino. Se prometió que la próxima vez que volviese a entrar a la cueva, iba a estar al menos un par de días sin salir de ella. No le ha dado tiempo a pensar en nada por el camino que no sea huir, bastante ha tenido con fijarse por donde pasaba, si tenía que girar a la derecha o la izquierda o en cambio seguir recto, con medir sus fuerzas para intentar no perder el ritmo, sobre todo no pararse más de un segundo en ningún sitio para evitar ser cogido. Toda la huida la ha pasado obsesionado con lo mismo, puede que lo estuviesen siguiendo, y si eso pasaba no podía volver a la cueva a no ser que por culpa del miedo a morir solo estuviese dispuesto a traicionar a sus amigos. Pero nada, ni nadie se ha cruzado en su camino, y pensó que si volvía a llegar sano y salvo a la cueva, lo mejor era avisar a los que allí había de lo que había pasado.
Siempre le pasa lo mismo cuando está delante de ella, no puede dejar de emocionarse al estar delante de ella, y esta vez aún más con todo lo que le ha pasado hasta volver a verla, inevitablemente todo el camino le han asaltado dudas de si volvería a volver a hacerlo. Casi va arrastrándose, sus hombros van rozándose con la pared de la cueva, y cuando llega a la plaza donde por última vez se despidió de ella se desmaya. Todo su alrededor se ha transformado en una cortina de color negro que lo cubre todo, es como si por culpa de ella fuera incapaz de ver el escenario de la vida, está en un teatro en el que todavía no han levantado el telón, todavía es capaz de oír, pero la falta de fuerzas le impide articular palabra, ha topado con su límite, la máquina perfecta de su cuerpo necesita descansar.
Cuando vuelve a abrir los ojos lo primero que ve es a ella, Julia está sentada en un lado de la cama mirándolo y sujetándole la mano. No las había probado antes, pero las camas del PML son más cómodas de lo que se esperaba, no sabe de que está relleno su colchón, y si volviese a cerrar los ojos podría imaginarse perfectamente estar tumbado sobre una nube. 

Julia se levanta y le llena un vaso de agua con una jarra que había encima de la mesa de la habitación, también hay algo de fruta, pero tiene el estómago totalmente cerrado, de sólo verla le han entrado nauseas. Bebe el agua despacio, durante su huida ha sido lo único que ha echado de menos, y el volver a saborearla le hace redescubrir lo buena que está, es un contrasentido, el buen sabor del agua precisamente está en su ausencia de sabor.