Ha habido más de un momento en que lo ha pasado mal, se quedaba en blanco, la mirada fija del resto le intimidaba, continuamente pensaba que le habían pillado que estaba mintiendo. Por eso midió todo lo que pudo sus palabras, no abrió la boca más que sólo en los momentos imprescindibles y únicamente para apoyar la versión de Julia, se ha pasado el rato asintiendo con la cabeza y diciendo que sí, su aportación la ha reducido al máximo, quizás esa haya sido la clave de su éxito. Ya están dentro de su tienda de campaña, donde han vuelto a recuperar la intimidad, y donde por fin puede desquitarse del mal trago sufrido liberando tensión diciendo otra vez la verdad, su zona de confort, ya no le hace falta fingir, sus pensamientos pueden fluir directamente de su cabeza a su boca, sin que sea necesario ningún filtro previo.
- Evaristo: ¿Tu crees que se lo han creído?
- Julia: Pues claro, ¿acaso no has visto las caras que ponían mientras se lo estábamos contando?
- Evaristo: Sí que las he visto, me han hecho pensar que quizás me pasé un poco cuando te pegué el puñetazo.
- Julia: Al revés, eso es justamente lo que le ha dado toda la credibilidad, nadie se va a parar a pensar que nos hemos parado en mitad del camino a pegarnos mutuamente.
- Evaristo: Tienes razón. A veces me das miedo. ¿No estarás utilizando o habrás utilizado estas tácticas sucias contra mi alguna vez?
- Julia: ¿Pues no ves cómo te he dejado el pómulo?
- Evaristo: No, antes.
- Julia: Claro, ¿te acuerdas una vez que querías ir al cine a ver una película de ciencia ficción de la serie esa rara que te gusta, y llegamos tarde porque tenía que hacer unas cosas importantes antes? No tenía que hacer nada.
- Evaristo: Lo sabía.
- Julia: Ya, pero hasta este momento sólo sospechabas. Venga, no te enfades. Lo importante ahora es poder volver algún día al cine. ¿Quién se queda primero despierto para ver si alguien se levanta?
- Evaristo: Sí, mejor cambiemos de tema. Me quedo yo anda, tu duerme.
- Julia: No hace falta que te quedes tu toda la noche, ¿lo sabes, no? Cuando pase un rato pues me despiertas e intercambiamos papeles, ¿vale?
- Evaristo: Vale. Pero empiezo yo, tu duerme y en un rato te despierto.
- Julia: Perfecto. Mira, a mi se me ha ocurrido hacerle aquí un pequeño agujero a la tienda de campaña y por ahí espiarles esta noche.
- Evaristo: Luego nos vamos a mojar o morir de frío por ahí.
- Julia: Le hacemos uno muy pequiñito, y de todas formas, cualquier cosa es mejor que trabajar obligados para Enrique toda la vida.
- Evaristo: Eso es verdad.
Si no fuera por ella todavía estaba en Marte, lo sabe perfectamente, y continuamente se lo está recordando siempre yendo un paso por delante suya. Le sonríe, y una vez más le acaba dando la razón, está vez sin sentirse obligado a corroborar ninguna versión de los hechos. Julia ya lo tenía todo preparado, saca la estaca de madera que lleva siempre en su bota desde que mataron a ese alienígena y la clava con cuidado en la tela de la tienda de campaña, lo único que le queda es aplaudir ante tanta maestría y precisión.
- Julia: Tu pon el ojo ahí, y si ves algo raro me despiertas.
- Evaristo: Eso está hecho, venga vete a dormir.
Le da un beso tímido en los labios, de esos que son un hasta luego, una pausa, y hace lo que Julia le ha dicho, coge postura, y coloca su ojo en el agujero que ella ha hecho hace un momento. Entonces el tiempo empieza a pasar muy despacio, ni siquiera ella hace que avance lo rápido que debería, todo lo que consigue ver a través de ese agujero es igual siempre de monótono, inmóvil, nada cambia, su visión cubre las tiendas de campaña donde supuestamente están dormidos sus compañeros de campamento, y lo único que hace cambiar un poco el paisaje es el viento cuando mueve las ramas que los rodean, o algún pájaro que sin sospechar que lo están observando rebusca entre las sobras de la cena alguna miga que llevarse a la boca. Pronto la postura se hace incomoda, y por mucho que intenta cambiarla no hay forma de encontrar una posición que garantice un acceso al agujero por el que esta obligado a observar, y que además le permita estar lo suficientemente cómodo para que no le duela ninguna parte de cuerpo, de rodillas le duelen las rodillas, sentado de culo le duele el culo y la espalda, tumbado le acaban doliendo los codos y los brazos, de lado le duele el cuello, y por más que cambie y cambia siempre le acaba doliendo algo que hace que el tiempo no se consuma, que se aburra, y que sólo piense en meterse a un lado de Julia donde tiene pinta iba a estar mucho más cómodo y el tiempo iba a pasar mucho más rápido. Pero no puede fallarla, el sentimiento de estar obligado a cumplir con su deber es mucho más fuerte, y se conforma con escuchar su respiración rítmica y acompasada que le indica que ya está plácidamente dormida.
Sabía que se iba a aburrir, lo que no sabía es que se fuese a aburrir tanto. Si sigue así pronto va a ser él quien caiga irremediablemente dormido, los párpados le pesan, hay veces le es imposible sostenerlos abiertos un segundo más y se acaban cerrando, para luego volver a abrirse de nuevo de forma súbita, movimiento se acompañada en un dolor en el que parece haberse transformado el cansancio. Así, peleando contra si mismo, finalmente obtiene su recompensa, observa como una cabeza asoma por una de las tiendas de campañas, y sale luego de ella de forma disimulada, despacio como el ladrón que se cobija en la noche para cometer sus fechorías, si no se equivoca es Tristan. Él hace lo mismo, muy a su pesar deja a Julia sola y procurando no hacer ruido y que no lo vea, empieza a seguir sus pasos en mitad de la noche.