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- Jacinto: No te preocupes, en realidad nada de lo que pasó fue tu culpa. Fue la desesperación, que nadie sabía que hacer.
- Antonio: En cualquier caso, con lo de rescatarnos y traernos de vuelta a la Tierra han enmendado cualquier error.
- Julia: Gracias, ya me siento mucho mejor, ya no hay nada que pese sobre mi conciencia. Oye, todavía falta algo que Jacinto no ha contado, y que a mi me gustaría saber como pasó, e incluso saber algo más, si es que alguien lo sabe. Cuando entramos a la habitación donde estaba Jacinto y Susana escondidos, nos dijeron que tenían miedo a que fuésemos los alienígenas y los lleváramos a un campo de concentración, incluso juraría que dijeron trabajos forzados, ¿qué trabajos forzados son esos?, ¿cómo os habéis enterado?
- Jacinto: Por alusiones creo que me toca responder a mi. He ido quizás un poco rápido contando mi historia. Susana y yo vimos por la ventana como al poco de llegar los alienígenas empezaron a sacar a la gente de sus casas encadenada, y como ya os dije, al principio, cuando incluso ya habíamos tomado la decisión de huir, no sabíamos a donde se los llevaban. Susana y yo nos enteramos de la existencia de los campos de concentración porque nos lo contó Ernesto, que está aquí al lado mío callado como una tumba. Creo que es él quien tiene que dar las explicaciones.
- Ernesto: Yo que quería pasar desapercibido y ahorrarme el mal trago de hablar en público, eres un chivato, que lo sepas. Es broma. Yo he trabajado en uno de esos campos de concentración alienígena, e igual que yo Sara y Maria que también están sentadas aquí con nosotros. Supongo, que ahora a lo que estáis esperando, es a mi historia, pues allí va. Yo también me encerré en mi casa cuando vi que toda rastro civilización humana, como hasta ahora la habíamos conocido, desaparecía. Coincido con Jacinto en que era peligroso salir hasta a la puerta de casa. Pero si os parece, como esa parte ya os la ha contado él, yo me voy a ceñir a mi parte, a eso que todavía no sabéis y que esperáis que alguien os cuente. Yo no tuve la suerte que tuvo Jacinto y Susana, a mi me pillaron los alienígenas en la primera redada que hicieron, me pillaron completamente de improvisto, es que ni siquiera los vi venir por la ventana. Eso pasó de madrugada, yo estaba dormido, a mi casa entraron sin llamar a la puerta, me pillaron todavía en la cama, yo me desperté viendo como me miraba fijamente a la cara uno de esos horribles monstruos. Os podéis imaginar el susto que me pegue, todavía me acuerdo como si me acabara de pasar, de hecho, os tengo que confesar que a veces tengo leves ataques de pánico cuando sin esperarlo su cara, o eso donde tienen puesto lo ojos, aparece en mi recuerdo como una reminiscencia incontrolable. Me agarraron del brazo, me levantaron de sopetón de la cama, me encadenaron, y me bajaron a la calle. Era temprano, hacía frío con sólo el pijama. Allí, en la calle, unieron mis cadenas con la de más vecinos, no he visto una imagen más esperpéntica en mi vida, decenas de gente en pijama atadas por cadenas con unos veinte alienígenas vigilándolos. El caso, al poco nos metieron en los camiones esos que tienen que caminan sin ruedas. Fue donde me hice amigo de Sara y Maria, que hasta ahora no eran más que las típicas vecinas con las que alguna vez me había cruzado de vista. El camión nos dejó en la fábrica de electrodomésticos que hay en la ciudad. Yo cuando me vi de repente aparecer allí, no sabía a que iba, supuse que a matarme no, porque para matarme no me hubieran llevado a ninguna fábrica. Pero pronto lo averigüé, con la máquina esa maravillosa de la que todos habéis hablado que traduce su idioma, que a mi oído no es más que un solo zumbido, empezaron a darnos ordenes. La primera, como os podéis imaginar, bajaros del camión, el resto eran un poco más difíciles de prever, luego nos llevaron encadenados a dentro de la fábrica, y una vez dentro de ella, concretamente en sus vestuarios, nos obligaron a ponernos los antiguos uniformes de los trabajadores que hasta hace poco trabajaban en ella, he de admitir, que yo en ese momento me sentí aliviado, llevaba toda la noche-mañana sintiéndome desnudo con el pijama puesto, al menos esa sensación desapareció cuando me puse el uniforme. Pero todo seguía sin encajarme, lavadoras, aspiradoras, no creía que fuese precisamente a lo que me habían llevado a hacer allí. Antes de seguir, para aclarar dudas, diré que las cadenas nos las quitaron en los vestuarios para dejarnos poner los uniformes, luego cuando acabamos, nos las volvieron a poner. Ya en la propia fábrica, debidamente de nuevo encadenados los unos a los otros, nos soltaron las esposas de las manos, me acuerdo que ya era completamente de día, por la claridad que entraba por las ventanas. Nos organizaron en fila cada uno teniendo una función en una cadena de montaje, las explicaciones de lo que teníamos que hacer venían continuamente de la dichosa máquina traductora, pero me daba igual el idioma en el que estuviesen, yo seguía sin enterarme de nada. Menos mal, que luego nos pusieron un video explicativo de lo que teníamos que hacer en un gran proyector, no había visto cosa igual en mi vida, que proyectaba un video en tres dimensiones desde el suelo. En él aparecían unos humanos, encadenados como nosotros, en una cadena de montaje como nosotros, montando algo que era lo que nosotros teníamos que montar. La pregunta va a los nuevos, porque el resto ya lo sabéis, ¿a qué no sabéis que era? No se para que son, ni para que sirven, pero creo que no puede ser nada bueno, nos estaban preparando para montar robots con una apariencia completamente humana…