Que la historia siempre se repite no es nada nuevo, ni siquiera Nietzsche con su teoría del eterno retorno fue capaz de asombrarnos con algo que ya todos sabemos. Otra vez en una nave espacial llena de luces, otra vez Julia sentada a los mandos de ella, otra vez arañas gigantes pisándoles los talones, otra vez huir antes de que lleguen es una cuestión de vida o muerte.

La nave a su humilde entender no es más que un laberinto de chapa y metal, todo lo que ve, por todos los lugares por donde pasa, parecen repetidos con algo que ha visto o por algún sitio por donde ha pasado justo hace un momento. Todo es igual, cada esquina que tuercen vuelve dar a un pasillo interminable lleno de puertas que tras cruzar otra esquina vuelve a dar con otro pasillo idéntico. En cambio, Julia sigue corriendo igual de decidida que si por donde corriese fuese la palma de su mano, tira de su brazo en cada una de las ocasiones que le falta un poco de aliento como para seguirla, sigue marcando un ritmo frenético, que no sería capaz de seguir si no fuese por su ayuda.

La carrera acaba en un lugar que le suena, que es capaz de reconocer, si sus recuerdos no le engañan, donde Julia por fin ha dejado de tirar de él, es el centro de control de la nave, donde la última vez que estuvo en una parecida un ingeniero de la Resistencia sobrecargó sus motores hasta hacerla explotar. Ambos están apenas sin aliento, todo para lo que les queda fuerzas es para jadear sin control, con la cara como un tomate, casi asfixiados, bastante tiene cada uno con recuperar el aliento, Julia se dirige hacía los mandos de control, mientras el se conforma con mirarla con cara rara.

Cuando recupera el aire, Julia ya lleva rato sentada en los mandos de la nave, y por primera vez desde que salieron del parque corriendo le habla.

– Evaristo: ¿Qué haces?
– Julia: Intentando encender los motores de este cacharro.
– Evaristo: ¿Sabes?
– Julia: No. Bueno, sí. Si cuentas como saber haberlo visto un poco por encima en un plano alienígena.
– Evaristo: ¿El que robamos en el cuartel?
– Julia: El mismo.

Y se calla. Se calla por varios motivos, porque si la desconcentra va a tardar más en hacer lo que sea que esté haciendo, porque de lo que sea que esté haciendo depende sus vidas, y porque siempre le ha gustado volar, y cuanto antes acabe antes empezará a hacerlo. Hasta respira con cuidado de no hacer ruido para no molestarla, mientras al lado suya, ve como una y otra vez pulsa una parte de la pantalla gigante táctil que hay delante de ella, luego otra, luego vuelve a esa, y así una y otra vez. Son segundos, puede que minutos de tensión máxima, si se cierra la puerta del hangar antes de que Julia averigüe como funciona, va ser con ellos dentro.

– Julia: ¡Lo tento!, ¡lo tengo!, ¡lo tengo!

No le pregunta lo que tiene porque ya lo sabe. A la vez que ha empezado a gritar que lo tiene, ha oído como los motores de la nave se han encendido, despidiendo un zumbido característico, y no sólo eso, la nave ha empezado a moverse. Se dirigen a la puerta por donde han entrado, primero despacio, y luego a toda velocidad.

– Julia: Siéntate y ponte el cinto, que en cuanto salgamos por la puerta despegamos.

Hace lo que le dice, no vaya a ser que en el último momento, por una cosa tan tonta, no vaya a salir de esa con vida, después de todas las cosas que le han pasado. Se sienta, se lo abrocha con fuerza, mientras la nave cada vez tiembla con más fuerza, acumulando energía que dentro de poco va a ser liberada en forma de movimiento.

No pasa mucho hasta que pasa eso que Julia le ha dicho iba a pasar, es pasar por la puerta y la nave sale lanzada al cielo. No pasa tampoco mucho hasta que todo se estabiliza, a él se le pasa la cara de susto, y Julia por fin se levanta de los mandos de la nave. Despide la misma felicidad que la que despide un esclavo cuando deja de serlo, no es que le sonría, es que esa sonrisa que tiene ha pasado a ser parte de la expresión común de su rostro.

– Julia: ¿Dónde vamos?
– Evaristo: Donde tu queiras.
– Julia: La Tierra creo que ya no es un buen destino.
– Evaristo: Elige un planeta que se le parezca.

Julia vuelve a sentarse, y dirige la nave hacía ese planeta que se le parece, minutos después, con todavía el cuerpo en tensión habituándose en vivir en libertad, han llegado.

Aterrizan sin problema, igual que despegaron, y así a primera vista donde han aterrizado no se puede parecer más a la Tierra en su estado primitivo. Arboles y más arboles, flores y más flores, todo es verde, hay un rio enorme que pasa justo al lado suya y del que apenas si son capaces de ver la otra orilla, insectos tamaños de un elefante, pero por suerte sólo metafóricamente.

Julia: ¿Qué te parece?
Evaristo: Me parece un sitio perfecto para empezar a repoblarlo de seres humanos.

FIN.

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