Parece que ha vuelto a recuperar algo de la seguridad en él, los temblores en sus manos se acabaron en el momento en que todo el mundo dejó de mirarlo como un loco. Sin embargo, el ansia por encontrar una explicación a lo que está sucediendo por parte de aquellos con los que comparte el momento, lo han dejado bloqueado, siente esa ansiedad en sus propias carnes y cuando empieza a hablar las palabras que salen de su boca lo hacen de una forma descoordinada, desordenada, como si se atropellasen las unas con las otras en su intento de salir todas a la vez de sus labios.
– Evaristo: Hace…no sé…una nave…con mi pareja…para liberar la Tierra.
Nadie entiende nada de lo que está diciendo, ni siquiera él que es el autor de esos vocablos sin sentido. Al menos, los nervios que siente no son lo suficientemente intensos como para impedirle darse cuenta de ello. Traga saliva, coge aire con su pulmones, trata de calmarse, al fin y al cabo está rodeado de los suyos, y vuelve a intentarlo.
– Evaristo: Hace un par de semanas que vine en una nave espacial de la Tierra, venía completamente tripulada por humanos y teníamos como misión liberar a la Tierra. Pero el aterrizaje fue un desastre y acabamos estrellándonos contra el suelo. De todos los que veníamos en ella, sólo sobrevivimos yo y mi pareja.
Esta vez no hay ninguna duda de que lo han entendido perfectamente, sus palabras habrán podido ser más o menos acertadas, podrá haberse explicado mejor o peor, pero han salido con el orden y claridad del que antes carecían. Eso tiene un gran efecto sobre su ansiedad, porque completamente desaparece, por fin ha dicho eso que llevaba tanto tiempo con ganas de decir, y se siente completamente liberado, ahora como se suele decir la pelota está sobre su tejado. Como no, la primera que reacciona a sus palabras es María, la persona que más conoce y con la que más confianza a cogido de con todos los que está. Ella, parece seguir en estado de shock.
– María: No me lo creo. Hace años que la humanidad perdió la guerra y fue completamente esclavizada.
– Evaristo: ¿Cómo que perdió la guerra?
– María: Empiezo a estar un poco harta de tus jueguecitos, de que te hagas el tonto y nos tomes por tontos a los demás…
– Compañero de juego 1: Para María, puede que esté diciendo la verdad. Yo te lo cuento. La Tierra fue invadida hace años por los mismos que nos tienen aquí presos, no se vosotros, pero yo nunca me he acostumbrado ni me acostumbraré a llevar una correa al cuello, ni a que me peguen calambrazos cada vez que les de la gana…
– Compañero de juego 2: Sí, pero aún así es mejor de lo que estábamos antes…
– Compañero de juego 1: Espera, que tienes razón, pero deja que acabe de contárselo. La Tierra fue invadida, durante la invasión los humanos fueron obligados a trabajar hasta la extenuación, hasta la muerte, y los que se rendían eran hechos presos, para ser engordados como ganado y luego comidos. Cada vez eran menos, hasta que la población de humanos en la Tierra quedó reducida a un número insignificante, estábamos al borde del exterminio, cuando llegó ese momento ya no les valíamos para cumplir con su propósito, ya apenas generábamos trabajo, apenas podíamos servir de alimento. No obstante, eso no les paró de seguir explotándonos. Todos pensábamos que, nos iban a comer hasta el último que quedase vivo y después pasarían a ocupar la Tierra y hacerla suya. Hasta que algo cambio completamente nuestras vidas, los alienígenas habían construido humanoides, que primero fueron utilizados para espiarnos, para acabar con los pocos focos de resistencia que existían en la Tierra, gracias a ellos averiguaban donde habían humanos escondidos y, o se los comían o volvían a llevar cadenas. Pero que luego fueron utilizados para hacer el trabajo que hacían los humanos, eran más rápidos, más fuertes, más eficientes, no necesitaban parar para comer ni para ir al baño, no enfermaban, no tenían que esperar a que dejasen de ser niños para poder utilizarlos con todo su potencial de trabajo. Con la llegada de los humanoides a las cadenas de producción, dejaron de comernos, al fin y al cabo, comernos no era más que un chantaje, un castigo para aquellos que no cumplían en el trabajo. Fin del trabajo, fin del chantaje. La cuestión entonces fue que hacer con nosotros, no valíamos para trabajar y nuestra carne tampoco parecía gustarles tanto, o no era tan productiva, como para mantenernos por ese motivo. Es entonces cuando surgió la moda de utilizarnos como animales exóticos de compañía, no había alienígena que no tuviese un humano, para ellos somos perfectos, sumisos, miedosos, más débiles y menos desarrollados que ellos, y si nos tratan bien, pues hasta somos cariñosos, leales, trabajadores, simpáticos, graciosos, por no hablar de que gastamos poco, comemos lo justo y sólo necesitamos de un rincón donde dormir cuando estamos cansados.
– Evaristo: Yo formaba parte de esa resistencia, los que veníamos, veníamos a matar alienígenas para liberar a la Tierra.
– Compañero de juego 1: Pues visto lo visto, esa resistencia fue un fracaso, ya no hay ningún ser humano que nazca libre. Todo los que hay, y ves, somos criados en cautiverio, todos los que aquí estamos hemos nacido y vivido siempre en este planeta, llevado collar al cuello desde nuestro nacimiento, asignados a una familia de alienígenas, no somos más que el periquito que había en una jaula en la Tierra, o como mucho el perro fiel que siempre seguía a su amo.
– Evaristo: Pero…
– María: ¿Qué pero?
– Evaristo: Qué nosotros somos inteligentes, nunca nos pueden reducir a sólo eso.
– Compañero de juego 1: Sí, pero lo gente dejó de luchar hace tiempo. Todos hemos nacido en cautiverio y ya nadie se acuerda de como era antes. No busques resistencia, porque no la hay, nos han convertido en sus fieles siervos.