Sin embargo, a él nadie puede comprarlo con un baño y partida de cartas a la semana. Él sabe lo que es ser libre, ha nacido libre, ha vivido en la Tierra en libertad y en Marte los pocos momentos que le dejaron hacerlo. Esa solución que le ofrecen, no le parece más que una esclavitud camuflada, disfrazada con ropajes de libertad, al fin y al cabo no han dejado de ser los esclavos que antes eran, puede que ya no los obliguen a trabajar o puede que ya ni siquiera se los coman, pero el hombre sigue sin recuperar su posición hegemónica en su habitat.
Esta vez está decido a no irse como la última vez que se marchó y mientras el resto juega a las cartas, aprovecha esos momentos de lucidez no sólo para madurar la idea de esa libertad mellada de la que disfruta el resto, sino además para preparar una estrategia que le permita hablar con María y así por fin resolver sus preguntas. Mientras agarra y juega con el envoltorio de la comida de astronauta que tiene en el bolsillo de su chaqueta, ha decidido que lo mejor es no esperar a estar a solas con ella, porque puede que ese momento no llegue nunca o puede que cuando llegue, se vuelve a encontrar con exactamente los mismos problemas con los que se encontró la última vez. Y entre carcajada y carcajada, espera su momento oportuno para soltar la bomba informativa que tiene metida en su bolsillo. Cada vez más nervioso, cada vez la partida más cerca de acabarse, cada vez con las palabras más cerca del filo de su lengua, pero ese momento nunca llega, siempre la conversación parece estar candente, todo el mundo participando en ella, no hay ese momento de respiro que le permita cambiar su curso si que parezca algo violento y premeditado. Hasta que llega un momento en que no puede aguantarse más, y la bomba la suelta como aquello que se hace sin pensar, más producto de un impulso incontrolado que de un pensamiento calculador que ha decidido que ese era el momento oportuno.
– Evaristo: Mira María, he traído una cosa para que me creas que vine hace poco de la Tierra en una nave completamente tripulada por humanos.
La bomba tiene justo el efecto que esperaba, de repente se convierte en el foco de atención, todos lo miran con cara extraña, han dejado de hablar y reír sobre lo que fuese que lo estuvieren haciendo y reina el silencio donde antes lo hacía el bullicio. Nadie dice, ni siquiera María que es a la que ha parecido dirigirse, así que para consolidad lo que acaba de decir saca el envoltorio de la barrita energética con sabor a paella que lleva en el bolsillo. Esta muy arrugado, tanto que así a simple vista no se puede distinguir lo que es, se parece más a un clínex reutilizado y reutilizado que sólo merece ser arrojado a la basura como desperdicio que a cualquier otra cosa, además está sudado y por culpa de tanto sobarlo ha perdido color, sus letras están borrosas.
Ese resto de basura, tiene el mismo efecto que cualquier otro resto de basura y no el que él se esperaba, lo que antes eran caras de extrañeza cambian a caras de rareza, y aunque siguen sin decir nada, no le hace falta que lo digan para entender lo que en ese justo momento están pensando, lo están acusando de estar loco. Solo, a años luz de kilómetros de distancia de cualquier ser humano que lo conozca y pueda corroborar su cordura, la mirada de sus compañeros de juego le hacen sentir inseguro y con sus manos algo temblorosas, todo lo rápido que puede empieza a estirar ese envoltorio arrugado para intentar acabar con ese momento de tensión lo antes posible. Cuando acaba de hacerlo tampoco es que haya mejorado mucho su aspecto, sigue siendo más que un trozo de papel arrugado que ha sido capaz de recuperar algo de su forma, pero que sigue teniendo un aspecto penoso. Aun así, en él ahora se pueden leer claramente las letras que dice “Comida de astronauta”, “Hecho en la Tierra”, “Consumir preferentemente antes de fin de la fecha de caducidad indicada”, “Recicla el papel y tíralo a una papelera de reciclaje”, “Sabor a auténtica paella valenciana”.
– Evaristo: Veis, veis, como vine de la Tierra hace poco en una nave espacial.
Todavía lo siguen mirando raro y el todavía sigue pasando un mal momento, pero ha logrado despertar su curiosidad. María se lo ha arrancado literalmente de las manos y aunque todavía nadie sigue sin decir nada, la tensión que existe en el ambiente indica que todos están esperando a los mismo, a que María lo diga tras que sea la primera que concienzudamente examine ese trozo de papel extraño que ha traído el nuevo. María lo ve despacio, vuelta y vuelta, por un lado y por otro, y cuando acaba empieza a leer eso que pone en voz alta para que todos la oigan.
– María: “Hecho en la Tierra”, “Comida de…”
No le da tiempo a acabar de hacerlo cuando ahora es a ella a la que se lo quitan de las manos, entonces ese trozo de papel se convierte en el objeto más deseado por todos, todo el mundo se ha olvidado de lo que estaba haciendo hasta el momento en que apareció en sus vidas y únicamente le prestan atención a él. Todos quieren tocarlo y leerlo por ellos mismos, examinarlo igual que ha hecho María y poder comprobar que efectivamente eso que dicen que dice es cierto. Vuela de unas manos a otras, unos se lo quitan a otros, hasta discuten cuando uno considera que todavía no ha acabado de verlo y otro que ya lo ha tenido demasiado tiempo. No pasa mucho tiempo cuando todos lo han visto con sus propios ojos y tocado con sus propias manos, tras lo cual todos vuelven a calmarse, todos vuelven a centrar la atención en él.