Sólo tiene que seguir el sentido del agua del arroyo artificial, que como él quiere acabar en el estanque. En cambio él no lleva su tranquilidad, no se mueve con la parsimonia que se mueven sus aguas, adelanta con su carrera a todos los objetos que suspendidos en ella se mueves, hojas de arboles, bichos, y quien sabe que más. No puede aguantarse de las ganas que tiene de volverlos a ver, más de una semana encerrado, aburrido, sintiendo como la vida se le escapa entre los dedos solo. Conforme se aproxima le tranquiliza escuchar de nuevo las voces de seres humanos, por el camino de vez en cuando se le ha ocurrido la posibilidad de que cuando llegase no encontraría a nadie, y eso le aterraba, haciéndole acelerar el paso hasta que primero con las voces y luego el contorno de sus cuerpos en la distancia, dicha posibilidad ha desaparecido.

Una vez se ha hecho a la idea de que iba a encontrar lo que buscaba, la sonrisa ha aparecido en su rostro, muestra de felicidad y arma infalible que el ser humano ha desarrollado durante siglos para poder integrase en sociedad. El lago y sus alrededores está exactamente igual como lleva toda la semana en solitario imaginándolo, plagado de gente haciendo lo que mejor sabe hacer el ser humano, divertirse. Disfrutan del buen tiempo que parece ser el único que existe en ese recóndito lugar del universo, jugando, riendo, disfrutando de la compañía que mutuamente se ofrecen, y él está sediento de todo eso. No quiere tener que ganarse la confianza nuevamente de nadie desde el principio, sufrir otra vez el mal trago de presentarse en un grupo ya hecho como ese forastero que viene a adueñarse de su lado más íntimo, prefiere buscar a sus amigos, que aunque de se conocen desde hace poco, ese momento ya quedó atrás durante su primera cita, en está ocasión simplemente le queda seguir ganándose su confianza. Mira a todo a su alrededor tratando de identificar a alguno de ellos, pero siempre se le ha dado mal quedarse con los rostros de la gente, podrían estar en cualquier parte, ser cualquiera de los que ahora mismo está viendo y no ser capaz de reconocerlos. Por suerte, si que se acuerda de María, su larga melena rubia y sus dos ojos grandes azules se quedaron grabados en su recuerdo, así que se centra en buscarla a ella como el faro que lo guíe hasta donde está el resto.

No va ser fácil encontrarla, el parque es enorme, hay más rubias como ella, y mire a donde mire ve mujeres que se le parecen. Decide que lo mejor es seguir caminando, está vez más tranquilo, completamente centrado en encontrar su objetivo. Pero da igual a donde vaya o donde camine, no ve más que gente a la que no conoce, y cuanto más ve, menos esperanzas tiene de dar con ella. Sin embargo sigue caminando, sigue con la idea fija de enseñarle ese envoltorio de comida de astronauta de demuestre su procedencia, romper las tiranteces de la desconfianza que todo el mundo tiene a los extraños, y así encontrar respuestas a sus malditas preguntas. La búsqueda se acaba convirtiendo en un paseo disfrutando de ese oasis, en el que se le acaba olvidando el porque está allí. Menos mal que acaba siendo despertado de ese estado hipnótico por una voz que le llama, y la primera persona que se le viene a la cabeza es Julia, no María, piensa que puede ser ella la que lo está llamando y el corazón le da casi literalmente un vuelco. Nada más lejos de la realidad, lo que había ido a encontrar al final ha acabado encontrándolo a él.

María está como la última vez que la vio, rodeada de sus amigos tirada en el césped, y por lo que parece que están haciendo y por las risas que lo acompañan, tiene la misma finalidad. Puede que no sea la primera vez que se vean, pero todavía no se ha roto esa barrera que le haga perder la vergüenza al verlos, todo el ímpetu con el que había preparado durante esta más de una semana en solitario el reencuentro se desvanece y apenas sabe que decir o que hacer. Menos mal que María vuelve hacer de buena anfitriona y apenas le deja decir nada, entre las palabras de alegría que le dirige al verlo y que eso provoca que rápidamente le hagan un hueco, apenas tiene que hacer nada para estar otra vez sentado donde la última vez, a su lado.

Al poco de sentarse con ellos vuelve a sentir lo mismo que sintió cuando estuvo en ese mismo lugar, todo el mundo habla y ríe, pero nadie habla de lo que a él le interesa. Todo lo que ve y escucha le parece de lo más insípido e irrelevante, si de verdad lo que piensa es cierto, ¿qué hacen que no están todos maquinando para revelarse? sublevarse en contra del collar que le pega calambrazos, en contra de esos amos tiranos que los han convertido en animales de compañía. Pero disimula y disimula bien, tanto que hasta a veces se ríe con ellos y comparte sus bromas, tanto que hasta a veces se le olvida que lo que está haciendo es disimulando y acaba absorbido por el juego, deseando que alguien gane la partida y acaben todos desnudos en el lago para librarse del calor tan pegajoso y alegrarse la vista viéndolas a ellas.


En los pocos momentos de lucidez que tiene de vez en cuando aparece una idea que poco a poco va madurando en su conciencia, haciendo que cada vez que surge lo haga en una forma más acabada, menos rudimentaria, más definida, sin duda esta es la medicina perfecta contra todo acto de rebelión, ¿quien va a querer arriesgar la vida por una libertad, cuando puede disfrutar de estos momentos que al fin y al cabo se le parecen tanto y que no necesitan de ningún riesgo?

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