Se han encontrado con todo lo contrario que cuando se fueron. A su llegada no hay una multitud para recibirles, no hay cámaras de fotos ni blogueros que quieran contarla, todo lo que se han encontrado es la pista de aterrizaje y porque ella no se puede mover del sitio de donde ha sido construida. Al ver ese panorama tan desolador, se confirman sus sospechas, nadie se ha enterado. Pero no es algo que le pille por sorpresa, durante todo el viaje ha visto como Julia ha girado sin parar la ruleta de la radio para intentar encontrar una frecuencia con la que poder comunicarse con la Tierra, y nunca fue capaz de encontrar respuesta. 
Desciende de la nave con incredulidad, no es capaz de comprender nada de lo que está pasando, y por la cara de los otros trece, diría que por su cabeza está pasando exactamente lo mismo, ¿dónde se ha metido todo el mundo? Hasta Julia, que siempre ha ido un par de pasos por delante del resto parece sorprendida, espera que al menos no se le hayan agotado las ideas. 

Son catorce, y todo lo que han sido capaces de encontrar, es tres litros de agua, treinta chocolatinas, doce latas de conserva de atún, ocho raciones prefabricadas de pocho con patatas disecadas para comida de astronautas, y doscientas pastillas de vitaminas. A nadie se le pasó por la cabeza que la comida sería un problema cuando llegasen a la Tierra, de hecho doce de las chocolatinas que faltan se las ha comido él durante el viaje. 

Y con esas palabras de Julia se da por concluido el registro de la nave y los catorce se dirigen a la estación de bicicletas eléctricas que hay al lado de la pista de aterrizaje. Cuando llegan, su nivel de ánimos se dispara, si sus ojos no le engañan hay bicicletas de sobra para todos, tienen que ser las que dejaron por última vez los científicos que trabajaban en lo que una vez fue un centro de operaciones espaciales. Están con la batería cargada, las ruedas algo deshinchadas por culpa de su falta de uso, y algo de polvo acumulado en su sillín, pero por lo demás están perfectas para cumplir con su cometido.
Evaristo es el que encabeza el grupo ciclista, que aparenta un grupo de domingueros que ha salido a disfrutar de la fabulosa mañana que el sol les está regalando, está seguro de que no es el único que está disfrutando del momento. Mientras pedalea sin esfuerzo gracias al motor eléctrico de su bici, traza en su cabeza la mejor ruta para llegar a la cueva, y no es capaz de encontrar una que no implique pasar por la ciudad. Tras mucho darle vueltas y no encontrar una solución, decide que lo mejor es contárselo Julia.

Lo mejor es hacerle caso, dejar las bicicletas ahora supondría hacer más de 200 kilómetros andando, eso en tiempo puede ser una semana entera con tres litros de agua para catorce adultos sedientos. Lo que le hace darse cuenta, de que el motor que lleva su bicicleta está siendo un factor fundamental para mantenerlos con vida, les esta ahorrando calorías, y sobre todo agua en forma de sudor.
Pero si antes lo dice, antes pasa. A lo lejos del camino, se distingue una nube de polvo que es signo evidente de que hay un vehículo transitando por él, y lo que es peor, va justo en dirección hacía a donde están ellos, y lo que es todavía peor, se acerca a todo velocidad, y lo que es todavía mucho peor, no es una bicicleta, si es algo es una camión alienígena como el que los llevaba a la mina en Marte.