No sabía a donde lo llevaban, cuando tiraron de su cuello y lo arrastraron hasta el carro donde había venido, no se imaginaba que podía pasarle, pero tampoco se resistió, aguantó todos sus impulsos, los escondió y de forma dócil accedió a ir por donde lo llevaban, a subirse en el carro cuando se lo indicaron. Ya por el camino pudo hacerse una idea de cual era su destino, si su memoria no le engañaba, estaban deshaciendo los pasos que lo habían llevado hasta donde estaba, lo que significaba que estaban volviendo a la ciudad.
Cuando llegó a la ciudad empezó lo que podría ser una ruta turística o el paseo de una mascota. Si con la correa al cuello aún no le había quedado claro, cuando llegaron a la ciudad todas sus dudas se disiparon. Tiraban de la correa que llevaba al cuello para guiarlo allá a donde iban, le daban liquido verde cada cierto tiempo para que no se deshidratase, de vez en cuando hasta se volvía a llegar una caricia en la cabeza, y hasta hubo un momento en que lo dejaron atado fuera de lo que parecía una tienda, sino fuera porque no sabía a donde ir, se hubiera desatado y hubiera salido corriendo, pero prefirió esperar todavía un momento mejor, tener algo preparado para cuando ese momento llegase.
El paseo terminó donde está ahora, en un restaurante que hay en la calle. En él hay unas cuantas arañas gigantes iguales a las que lo han adoptado, todas hinchándose a comer, mientras él está sentado en el suelo mirando como lo hacen. Por fin, lo ha entendido, por fin toda duda se ha disipado, se ha convertido en la mascota extraterrestre dos dos alienígenas. Mientras ellos comen, mira a su alrededor, lo hace movido por la curiosidad y por no tener nada mejor que hacer. Donde están, se parece a cualquier otro restaurante de comida rápida en la Tierra, al menos hasta que llegaron esas arañas gigantes y se lo cargaron todo, a un lado de calle están las mesas de piedra donde las arañas están saciando su apetito, como todo lo que hay en ese ciudad son enormes o más bien en proporción al tamaño de sus captores, cerca de las mesas está el restaurante, donde una de ellas pasó y luego salió con la comida en una bandeja metálica. La calle está llena de arañas, caminan de un lado a otro tranquilas, cargadas con bolsas, que se parecen más a las redes de pesca de la Tierra, en ellas no sabe lo que llevan, pero tiene toda la pinta de que están de compras, puede que lleven comida, ropa, o ambas cosas. Por el centro de la calle, hay más carros como en el que ha venido, todos funcionan igual, lo único que los diferencia son la forma, por ejemplo, la mayoría no tiene los barrotes de luz que tiene el suyo, en cambio están construidos con bancos al aire libre, donde hasta seis o siete arañas están sentadas, mientras una de ellas se encarga de dirigir los dos ciempiés gigantes que tiran del carro, porque en eso si que siguen siendo iguales todos. Parece una civilización como cualquier otra, en la que unas arañas gigantes han adoptado el papel dominante que en la Tierra tiene el hombre.
Todo siempre se contamina por su recuerdo, y al final la actividad de observación se convierte en un juego en el que trata de encontrarla. Mira y mira a su alrededor pero no la ve. En cambio, lo que si ve es a más humanos como él, que han sufrido su misma suerte. Que son paseados atados a una correa por arañas gigantes. De hecho, se ha dado cuenta de que es raro encontrarlos, tienen que ser como una especie exótica para ellos, en el rato que lleva en la ciudad no había visto ninguno hasta que llego al restaurante, y una vez allí, hasta que pasó un buen rato mirando a todos lados por si la encontraba.
Con los que ha visto siempre ha pasado lo mismo, sus miradas se han cruzado y se han quedado clavadas la una en la otra. En esos casos, siempre le ha ocurrido lo mismo, le han dado unas ganas terribles de correr hacía ellos y abrazarlos, pero la correa atada a su cuello siempre le ha recordado donde está y los dolores de cuello que podía implicar hacerlo. Se pregunta de donde habrán salido, y aunque la pregunta puede parecer absurda por su simplicidad, evidentemente tienen que haber venido de la Tierra, es mucho más compleja de lo que a simple vista parece, en la Tierra cuando él se fue de ella el humano no era una mascota, el humano era más bien ganado al que se lo comían o explotaba trabajando.
Suspira hondo y se llena de melancolía, tan hondo tiene que haber respirado que sus dos amos han tenido que darse cuenta y han dejado de prestarle atención a su comida para volver a prestársela a él. Lo sabe por las caricias que tras el suspiro siente nuevamente en su cabeza, y por el trozo de comida que justo cuando se han acabado de repente ha aparecido ante sus ojos, le están ofreciendo lo mismo que están comiendo ellos. Tiene hambre, tiene hambre desde hace rato, tanto que cuando ve aparecer eso que le están ofreciendo de forma instantánea ha empezado a salivar y no pasa más de un segundo hasta que con un movimiento rápido de su mano lo engancha y sin pensárselo dos veces se lo lleva a la boca. Le sabe a pollo, como toda la carne en la Tierra cuando uno realmente no sabe lo que es, pero es de color verde, está recubierto de escamas, y cuando lleva un rato masticándolo hasta escupe lo que parece ser los huesos de lo que antes era algo que estaba vivo. Le han dado un buen trozo, eso le hace olvidarse por un momento de todo lo demás.