Aunque parecía mucho a simple vista, ha acabado con todo en pocos minutos, ha literalmente devorado todo lo que le han puesto. Tanto es así, que apenas puede moverse, que le cuesta respirar, su tripa esta hinchada, los párpados empiezan a pesarle, su boca se le abre, un sopor de está apoderando completamente de su cuerpo. Cualquier cosa que no sea tumbarse y dormir, le parece una tarea imposible.
Trata de levantarse del suelo de donde se ha comido y bebido todo lo que le han puesto, y entre la gravedad y el exceso de comida, no puede, se siente impotente, inmóvil no es capaz de hacer que sus brazos ni sus piernas reaccionen, no es que le tiemblen, es que no es capaz de sentir fuerza en ellas, sus extremidades se han convertido en cuatro apéndices que cuelgan inertes de su cuerpo. Al menos es capaz de levantar la mirada, de ver como sus anfitriones le miran, aunque en sus rostros no es capaz de discernir ningún tipo de expresión, sólo ve sus ojos saltones gigantes dónde se ve reflejado tirado en el suelo de forma patética, como un trapo, como una toalla.
Poco a poco vuelve a abrir los ojos, está completamente desorientado, no es que no sepa que hora es, o que día de la semana, lo que le pasa es no que no sabe incluso donde está. Se piensa que todavía está en la Tierra, que está en su cama tumbado y cuando va a echar mano de Julia no está, eso le hace actualizar sus recuerdos, y le hace sentirse como en una autentica pesadilla, como si se hubieran invertido los papeles, y el sueño fuese la realidad y la vida un sueño del que estuviese deseando despertar. En cambio, se da cuanta de que le es imposible hacerlo, que está atrapado dentro de esa realidad, que podrá gustarle o no, pero no hay forma de cambiarla. Su cabeza empieza a llenarse con todos los eventos que últimamente han ocurrido, Marte, la invasión alienígena, su viaje al planeta de donde provienen, cuando se estrellaron en él y sobre todo el momento en que lo separaron de Julia. Una tristeza infinita inunda su cuerpo, aún así, abre los ojos, se estira, y sigue en el mismo sitio donde se quedó dormido. Ya no está el plato de comida, ni el vaso donde le pusieron el zumo, todo está recogido, tampoco están los curiosos alienígenas que le estaban mirando cuando no pudo más y se quedó dormido. Está sólo en la habitación.
Vuelve a estirarse ahora más prolongada y plácidamente cuando se sabe solo, después comprueba que es ya de día, una luz radiante penetra por las ventanas que curiosamente deja ver las partículas de polvo que hay en la habitación flotando, exactamente igual como si estuviera en la Tierra, exactamente igual que como si estuviera en su habitación. Con miedo, por su desconcertante relación con la gravedad de ese planeta gigante, se levanta de donde se quedó dormido, lo hace despacio, previendo que en cualquier momento sus músculos no aguantaran más y volverá a quedar rendido de nuevo contra el suelo, otra vez inerte, otra vez inmóvil. Sin embargo nada de eso pasa, cuando intenta levantarse su cuerpo no tiene un peso desproporcionado como el que había tenido hasta ahora, todo lo contrario, se siente como una pluma. No se lo cree, pero cuando finalmente se levanta es capaz de caminar como si estuviera en la Tierra, ha recuperado completamente su movilidad, es más, después de su experiencia con la gravedad se puede decir que hasta se siente más fuerte que antes.
Por fin camina con libertad y lo hace por la habitación. Al verla con las fuerzas renovadas, se siente como Pedro Picapiedra, su estructura, su forma, su simpleza interior en la que todo parece estar hecho de piedra o barro, todo le recuerda a esos dibujos animados, le dan unas ganas enormes de gritar “Bilma, ábreme la puerta”, pero haciendo un esfuerzo enorme logra contenerse, prefiere seguir investigando, como buen curioso, por su alrededor y ver si puede descubrir algo. La habitación es la encarnación de la palabra simple, no hay cuadros, no hay lamparas, no hay más muebles que la mesa gigante donde encontró a los alienígenas sentados y sus dos sillas, pero caminando por esa habitación descubre que al final de ella, como escondida en una de sus esquinas, hay una puerta. Es más pequeña que la de la entrada y además a diferencia de la anterior, carece de puerta, lo único que la cubre es una tele negra oscura, del mismo material del que están hechas las cortinas que cuelgan de las dos grandes ventanas que nutren con luz a la habitación. Como siempre, la duda, abre la cortina o se queda quieto. Pero la curiosidad le puede y decirle abrirla. Al otro lado lo que se encuentra es otra habitación, más pequeña que la que donde está, pero construida con los mismos materiales, barro y roca, con los mismos techos altos, con la misma simpleza en su mobiliario. Despacio entra en ella, hay otra mesa enorme, otras dos sillas, y algo que no había en la otra habitación, un armario gigante como todo lo que hay en esa casa. Se pregunta que es lo que habrá dentro y como un imán que ha encontrado su polo opuesto se dirige hasta él. Ya a su lado descubre que no todo es barro y piedra, está hecho de un metal raro, plateado, muy brillante, y además despide frío, mucho frío, tanto que en cuanto ha estado cerca suya se le ha puesto la carne de gallina. Supone que de hay dentro tuvo que haber salido el liquido de color verde que se bebió antes de quedarse dormido. Engancha la puerta y empieza a tirar de ella para abrirlo, pero no es capaz de hacerlo a la primera, tiene que esforzarse para que finalmente se abra, tanto que cuando lo consigue sale disparado y cae de culo.