Es exactamente igual a un desierto de la Tierra, las noches son tan frías que empiezas a dar tiritones de forma descontrolada en cuanto el Sol empieza a desaparecer del firmamento, en cambio, los días son extremadamente calurosos, tanto que es imposible no empezar a sudar en cuanto el Sol vuelve a reinar sobre el horizonte. Menos mal, que Julia y él se han colocado al lado de las dos gotas gigantes de agua, y con cada vaivén del carro su cuerpo se humedece y refresca con las gotas de agua que salen despedidas de esos dos seres tan extraños, eso y el poco aire que se mueve por los barrotes está evitando que mueran de calor. De hecho, para tampoco morir de sed, hace tiempo que adoptaron la misma táctica que aquel que prueba a saborear la lluvia, dado que darles un buen trago parece algo demasiado violento, han discutido que se puede asemejar a cortarle la pata a una vaca para calmar el hambre, se dedican a permanecer quietos a su lado con la boca abierta intentando cazar todas las gotas de agua que pueden. No es mucho, también han comentado, pero al menos, los están manteniendo con vida.

No sabe hasta que punto es correcto poder decir esto, pero a veces, hasta está disfrutando del viaje, ya no tienen que arrastrarse para llegar a ningún sitio, ahora van sentados “plácidamente” camino no sabe a donde, pero antes tampoco sabia exactamente hacía donde se estaba arrastrando, tampoco es que les sobre el agua, pero lo que le cae de sus vecinos es mucho más que lo que tenía antes, y luego la compañía. No deja de asombrarse con cada uno de sus compañeros, le es imposible aparar la mirada de ellos. Los gusanos gigantes no dejan de moverse, mueven su brazos constantemente, uno al lado del otro, en un dialogo que parece interminable, cuando uno empieza, el otro acaba, y así sucesivamente llevan haciéndolo durante horas, ¿qué se pueden estar contado?, Julia y él hace rato que se dejaron de hablar y les sobra con a veces apoyar la cabeza del uno sobre el hombro del otro, en muestra de cansancio y buscando compañía. El león enano, en cambio está inmóvil desde que entraron a la jaula, como mucho bosteza de vez en cuando dejando ver sus colmillos bien afilados, es como un gato gigante con melena, o un león que nunca dejo de ser cachorro, en cambio todo apunta a que es un ser inteligente, el traje espacial que lleva puesto ha tenido que de alguna forma ser fabricado, no tiene nada que envidiar al que lleva él o Julia, si bien con mucho peor gusto, es como un espejo, la luz, el paisaje, hasta ellos pueden verse reflejado en el, además son ojos, parece estar siempre pensando en algo, como si en cualquier momento fuese a tener una idea, seguramente está pensando lo mismo que él, ¿cómo voy a salir de esta jaula? Al robot le falta el mando teledirigido, si mal no recuerda tuvo uno parecido cuando era un niño, lleno de luces de colores, que era capaz de subirse por encima de casi cualquier cosa, se pasaba las horas haciéndolo derrapar y girar sobre si mismo, él tampoco se mueve, parece que alguien ha debido de pulsar su botón de standby, lo único que te hace suponer que está vivo, son sus luces de colores, que siguen encendiéndose y apagándose indicándote que sigue ahí. Y finalmente el bicho verde, que tiene ojos igual que él, boca igual que él, nariz, o eso parece por los dos orificios que hay encima de su boca, y orejas, por los dos agujeritos que se ven a cada lado de su cabeza, hace un rato se pillaron mutuamente mirándose, como si ambos se estuvieren estudiando, comparando sus semejanzas, valorando sus diferencias, sin embargo ninguno de los dos fue capaz de mantener la mirada más del instante en que sus ojos se cruzaron en el camino, no lo conoce, pero tiene pinta de simpático, a veces le dan ganas de levantarse e intentar hablar con él, piensa que a él le puede estar pasando lo mismo, sin embargo todavía es demasiado pronto, quien sabe si en vez estar pensando en hablar con él está pensado en como comérselo.

Ya son horas las que llevan así, menos mal, que Julia ha sido lista, y no sabe como lleva los bolsillos llenos de comida, de barritas de sabores a los platos más deliciosos de la Tierra. De vez en cuando se comen alguna a medias, pero están racionando cada una de sus migas, quien sabe si les darán algo de comer, y quien sabe si cuando se lo den eso será comestible. De momento el viaje continua impasible, no han parado ni un segundo desde que emprendieron la marcha, los ciempiés mueven sus piernas como un océano mueve sus olas, una a una va avanzando detrás de la otra, supone que como tienen tantas, pues se cansarán más tarde, es como si a un caballo le pusieses ocho patas, deberá de correr al menos el doble de lejos y de rápido que uno con cuatro. Los alienígenas que los han capturado tampoco paran, no los ha visto comer en todo el viaje, pero tampoco han vuelto a hacerles caso, si junta una idea con la otra, se le ponen los pelos de punta, espera que cuando llegue el momento de una cosa, no suponga que también ha llegado el momento de la otra. Sin embargo, todo le parece muy extraño, actúan como si no les conocieran, como si nunca hubieran sido enemigos y sus dos mundos estuvieran en guerra. ¿Será qué esos veinte años ha hecho que se olviden de ellos y lo mucho que les gusta la carne de humano? Tiene cruzados los dedos de su mano derecha desde que subieron al carro, si no son soldados, puede que ni sepan lo que está pasando a millones de años luz.