Va caminando por el borde de un precipicio, con sumo cuidado, evitando todo lo que puede un mal tras pies que lo haga caer al vacío, sin embargo, a pesar de todo el cuidado que pone la arena que pisa se desmorona con cada una de sus pisadas, tanto, que cuanto más se desmorona más acelera su paso, hasta que al final acaba corriendo, y corre y corre con todas sus fuerzas, hasta que toda la arena que lo sustenta cae bajo sus pies y cae a vacío. Grita en la caída, pero está mudo, nadie puede escucharle, está todo oscuro, no ve nada, está tan asustado, no sabe cuando se acabará la caída, pero sabe que cuando acabe también se acabará su vida.
Abre los ojos, y todo ha sido un mal sueño, seguramente sea su subconsciente avisándole de la gravedad del momento, de que su vida pende de un hilo que cada vez se deshace más rápido y le amenaza con dejarle nada que lo ate a ella. Gira su cuerpo buscándola, tiene frío, quiere agarrarla hasta que por fin sea de día y vuelva su lucha por la supervivencia. Pero no está, en ese momento su corazón de le da un vuelco, se acelera hasta donde es capaz de soportarlo, se pone tan nervioso como el niño pequeño que se ha perdido en la playa y no es capaz de encontrar a sus padres. Se quita la manta de encima, abre los ojos como platos, se levanta literalmente de un salto, y cuando por fin es capaz de percibir con claridad lo que está pasando no es capaz de dar crédito a sus ojos, están encadenando otra vez a Julia, los mismos de los que huyeron de Marte. Se busca por todo el cuerpo, ha sido lo primero que se le ha venido a la cabeza “¿dónde está mi estaca de madera?”, pero no hay nada de eso, lo único que tiene a mano son barritas de comida, y un poco de agua. Julia, lo ha visto levantarse, y lo sonríe con ternura, como si absolutamente nada estuviera pasando, y simplemente estuviera esperando a que se levantase, mientras se entretiene charlando con algún amigo. Sin embargo, no ha sido la única que lo ha visto, y apenas ha sido consciente de su situación, ya lo han enganchado por los brazos dos de esos alienígenas con cara de araña, y cuerpo de insecto de dimensiones desproporcionadas, de repente ha vuelto de nuevo al cuento de Blanca Nieves y los Siete Enanitos. No se acordaba ya de los feos que eran, al tenerlos de nuevo cerca siente una mezcla de repulsión y miedo, algo raro, lo mismo que debían de sentir las víctimas de Freddy Krueger antes de ser asesinadas. No se resiste, al igual que está haciendo Julia, decide que lo mejor es aceptar su situación, dejarse llevar, cualquier otra cosa sería estúpida en estos momentos.
No tardan mucho en atarle, lo hacen con cadenas parecidas a las que existen en la Tierra, pero con una gran diferencia, estas no son de metal, están construidas con luz, con luz opaca de color verde, que forma aros interlazados entre si, cualquier movimiento brusco que hace sus muñecas arden. Después, lo agarran, y lo llevan en vilo, hasta una especie de carro, metálico, que en realidad es una jaula con barrotes formados por la misma luz que forma la cadena que le ata las manos. Allí no sólo lo está esperando Julia, comparte jaula con un montón de otras criaturas extrañas, todas de diferentes formas y tamaños, gusanos gigantes con brazos y piernas sentados mientras conversan en una legua de signos extraña, dos gotas de agua gigantes en que pueden distinguirse las burbujas de aire que las forman y que tienen empapado todo su alrededor, un león idéntico a los que existen en la Tierra y vestido con un traje espacial que parece hecho del mismo material que del papel de plata con el que el envolvían los bocadillos en el colegio, un robot lleno de luces por todas partes que se asemeja en forma a un tanque sin cañon de la Segunda Guerra Mundial, y un bicho verde, con ojos saltones, cabeza aplastada, bajito, de brazos desproporcionadamente largos comparado con su cuerpo y sus dos cortas piernas, que ha estirado su cuello al menos un metro al verlo entrar, tanto, que le ha dando la impresión de que lo ha asustado. Julia, lo está esperando con la mirada fija en sus ojos cuando por fin consigue recuperarse del shock de ver de que está rodeado y consigue erguir lo suficiente su cuerpo para sentarse a pesar de la tremenda gravedad que lo tiene atrapado.
- Julia: Tómatelo como otra experiencia más.
- Evaristo: Estoy flipando. ¿Es esto la realidad es sólo otro sueño?
Es acabar de hablar, y Julia sin ningún tipo de compasión le lanza un pellizco al brazo, que le hace que se le salten literalmente las lágrimas de los ojos.
- Julia: ¿Tu qué crees?
- Evaristo: Que sutil eres.
- Julia: No estoy para bromas. ¿Has visto dónde nos han metido?
- Evaristo: Al menos hay agua.
- Julia: Ya, eso es lo primero que yo he pensado al verlos, ¿te has traído la pajita?
- Evaristo: No, pero nos podemos poner cerca de ellos así de forma disimulada y cuando menos se lo esperen, zasca, les damos un trago.
- Julia: Espérate a que tenga un poco más de sed, y verás.
Todavía se está acomodando a su sitio dentro de la jaula y a sus nuevos vecinos, cuando el carro empieza a moverse, lo hace sin ruedas, igual que los camiones que utilizan los alienígenas en la Tierra se desplazan suspendidos en el aire, sin embargo, hay algo que no se esperaba y le sorprende, lo que tira del carro son otro par de criaturas que no había visto nunca, son ciempiés gigantes, eso le hace fijarse en los alienígenas que los han capturado, y si sus ojos no le engañan, no llevan el uniforme de soldado que llevan los que ha visto antes en la Tierra.