Durante el viaje el proceso fue inevitable, se le empezaron a caer los párpados continuamente hasta que irremediablemente se quedó dormido, el calor y el cansancio aculado terminaron haciendo mella y hasta ahora no ha vuelto a abrir los ojos. Aunque ya nada le sorprende, al ver donde está y lo que tiene delante suya tiene que restregárselos varias veces, más como una forma de ganar tiempo para hacerse a la idea de lo que pasa, que como signo de incredulidad. Han llegado a lo que se supone tiene que ser un poblado alienígena, sin embargo, todo dista mucho de lo que se esperaba, no hay edificios interminablemente altos, ni millones de luces por todas partes, ni naves de un lado a otro a toda velocidad, en cambio lo que hay son casas que parecen estar echas del mismo material del que todavía las hacen algunas tribus en la Tierra, de barro y paja, de una altura, simples, tan simples que le extrañaría muy mucho que alguna tuviese electricidad, cuando el único lujo del que la mayoría presume externamente es dos ventanas y una puerta. Pero tampoco están solos, están completamente rodeados de alienígenas, que pasan de arriba a bajo de donde está su jaula, muchos de ellos incluso se paran a mirar.

Tras por fin asimilar la primera impresión, con mucho esfuerzo por culpa de la gravedad se levanta de donde estaba tumbado y se pone al lado de Julia, que está pegada a los barrotes, mirando a todos lados, como empapándose de su entorno, asimilando lo que ya sería una segunda impresión. De pie y pegado a los barrotes, todavía es capaz de ver con más detalle, no son los únicos que están metidos en una jaula, todo está plagado de ellas, como si estuviesen en un día de mercado y todos hubiesen ido a verlos, a comerciar con ellos, pero ¿para qué? es lo que todavía no alcanza a comprender, o quizás más bien, no quiere entenderlo.

Se miran fijamente a los ojos, se pegan un buen abrazo, y todavía no se han soltado cuando todo empieza. Uno de los alienígenas que los ha atrapado, se pone delante de la jaula y empieza a gritar, porque da igual el idioma o el planeta en que eso se haga, cuando alguien o algo, habla tan fuerte está gritando. Esos gritos interrumpen su abrazo y vuelve a fijarse en su entorno, los gritos han hecho que muchos alienígenas se paren y empiezan a formar un corrillo alrededor, todo un espectáculo se ha montado entorno a ellos, y lo peor es que todavía no sabe para que. No entiende nada de lo que está pasando, entre otras cosas porque no entiende absolutamente nada de lo que el alienígena está gritando, por primera vez desde que lo metieron en la jaula se empieza a poner nervioso, esto no tiene buena pinta de ir a acabar bien.

El alienígenas que grita, pasa a utilizar un puntero laser para ir señalando uno a uno los que están dentro de la jaula, ya no le hace falta saber lo que está diciendo para hacerse una idea de lo que pasa, todo a punta a que los están ofreciendo a ese público que se ha reunido de forma esporádica. 

El primero que se marcha de la jaula es el robot, en seguida un comprador se ha interesado por él  y ha pagado su precio, porque ha visto como le entrega una bolsita llena de algo al que los tiene capturados. Luego, es el turno del león enano revestido en un traje de plata, que sale gruñendo en claro signo de pocos amigos. Después quien se marcha es una gota de agua, luego la otra, y con ellas su tranquilidad porque no sabe como es verlas irse y entrarle sed. Y cuando más tranquilo está, cuando parece que se ha aceptado con normalidad el proceso de venta en el que está involucrado, llega su turno. Entra un alienígena, lo engancha del brazo y trata de llevárselo, entre la gravedad y que lo están separando de ella, se lo tienen que llevar a rastras, se ha quedado petrificado, con la sangre helada, puede que sospechase desde del primer momento que algo de esto iba a pasar, pero no se lo esperaba, no creía que fuese a llegar nunca. 

De ahí pasa, a otro carro y a otra jaula, donde esta vez está solo, ya no tiene a nada en lo que fijarse, ya no tiene gotas de agua gigantes de las que beber, y lo único que hay es tierra, y los barrotes de luz verde que los separan de ella. No es capaz de dejar de mirarla, su mirada se ha quedado congelada en el tiempo cuando el carro empieza a moverse, poco a poco se va haciendo más pequeña, más pequeña, hasta que desparece y ya no es capaz de distinguirla. No le importa a donde se lo llevan o que van hacer con él, sabe que esté donde esté desde el segundo uno va a intentar de escaparse para volver con ella, aunque eso tenga que ser dentro de otra jaula. Su mirada se queda perdida, él completamente sumido en sus pensamientos, no es capaz más que de observar como el polvo del camino se levanta a su paso, para luego volver a depositarse.