No se reconoce, no se imagina diciendo esas frases tan sólo hace un par de años atrás. Antes creía en el perdón, en la paz, en dar ejemplo olvidando el rencor. Pero ya no es el mismo que hace ese par de años atrás, y cree que hay cosas que no se pueden perdonar. Si alguien te pisa en el metro y te provoca un dolo insoportable, pero lo hace porque va con prisa y no se ha dado cuenta, eso es perdonable, la rabia te dura lo mismo que te dura el dolor del pisotón, si alguien está aprendiendo a esquiar y por culpa de no saber frenar te arrolla y te parte un brazo, te darán ganas de matarlo, pero desaparecerán tan pronto te quiten la escayola y tu vida vuelva a la normalidad, si alguien va tan borracho que se le cruzan los cables, coge el coche y te atropella, las ganas de asesinarlo puede que te duren toda la vida, pero deberás aprender a conformarte con su arrepentimiento. En cambio hay cosas que no se pueden perdonar, cuando Ribbentrop murió en la horca lo hizo mereciéndolo, cuando Mussolini fue colgado de una farola fue justo, cuando Laval fue fusilado, no había otra forma posible de castigarlo, si la República Española hubiera ganado a Franco hubiera habido que matarlo, en algunos casos la historia nos ha enseñado que el perdón no es posible, que hay actos tan viles, tan cobardes, tan miserables, que la única forma de castigarlos es con la muerte. Esencialmente la diferencia entre aquello que merece ser perdonado, y aquello que no, radica en la voluntad que su autor tenga a la hora de cometerlo, si aquel, o aquellos que se asocian para cometer un crimen lo hacen de una forma fría, premeditada, calculada, y sostenida en el tiempo que es imposible no inferir que lo han hecho siendo plenamente conscientes de lo que hacían y de sus consecuencias, y sus actos son tan deleznables que sólo su recuerdo te hace estremecer, evidentemente lo mejor es matarlos, porque ese es su único castigo justo. ¿O alguien hubiera metido a Hitler en la cárcel? La pena de muerte, supone la imposibilidad del perdón, el dejar a alguien con vida después de la comisión de un crimen, supone creer que existe la posibilidad de una reinserción, de que un perdón es posible, de que ese individuo, tras un tiempo, se merece volver a vivir en sociedad, pero volvamos al mismo ejemplo, ¿alguien hubiera perdonado a Hitler? Hitler se quito la vida, porque quiso controlar el momento en que su vida se acababa, pero sabiendo, siendo plenamente consciente, de cual era el castigo que le esperaba, exactamente pasó los mismo con Goering y Himmler. Hay crímenes que sólo se pueden castigar con la muerte.
A todo eso, hay que añadir otra cosa. La venganza, ¿qué es la venganza? la venganza en muchos casos no es más que la única forma que la víctima de un crimen tiene de volver a dormir tranquila, la venganza no es más que el nombre macarra de la justicia, ¿o que es sino la justicia sino una forma de venganza encubierta? está vestida por leyes, por un proceso lleno de garantías, pero es exactamente eso, la justicia es venganza, es someter al culpable de un crimen a un castigo. La venganza, no es sólo reparación de la víctima, no sólo es justicia, la venganza el objetivo que mantiene con vida a la víctima de un crimen, sigue comiendo para poder un día vengarse, se esfuerza cada día por no caer en la desesperación y no pasarse el día llorando, simplemente porque quiere tener algún día la oportunidad de vengarse, de hecho muchas de las cosas que hace en su día a día son ya una venganza, porque la víctima que todavía no ha podido vengarse, que todavía no ha recibido la calma proporcionada por la justicia, por la venganza, trata siempre de vengarse en cada una de las cosas que hace, ser mejor que aquellos de los que quiere vengarse, merecerse más la vida que ellos, son los aperitivos antes de que llegue el plato fuerte de la venganza. La venganza, la justicia, da igual cuando llegue, que cuando llega, siempre es bien recibida. La venganza, la justicia, da igual quien la administre, porque cuando llega siempre es bien recibida.
Son muchas palabras, sin embargo, todo eso es lo que ha pasado por la cabeza de Evaristo en el momento que ha levantado la mano al ser preguntado si quería atacar al planeta alienígena. Todo eso ha motivado que en apenas un segundo su mano se haya levantado como un resorte. Como el sueño de aquel que es despertado de un varazo en el cuello, que sueña con verse en la corte de Luis XIV, ser un miembro de la aristocracia francesa y morir por culpa de una guillotina que cae sobre su cuello, todo eso en el segundo que se despierta por culpa del varazo en el cuello.
El ver que sus compañeros de viaje piensan igual que él, le ha supuesto un respiro, ya solo queda elegir el momento.
- Evaristo: Bueno, ahora que estamos ya todos de acuerdo, que sabemos científicamente lo que ha pasado, y que estamos en el momento y lugar adecuado. ¿Cuándo atacamos?
- Segismundo: Pues deberíamos haberlo hecho ya. Cada segundo que pasamos aquí parados sin hacer nada, es un segundo que pasamos más expuestos a que ellos nos detecten y ataquen la nave sin que ni siquiera nos haya dado tiempo a acercarnos. Si vamos, tenemos que ir ya.
- Julia: ¿Entonces, a que estamos esperando?
- Segismundo: Todo el mundo a sus posiciones, tensar las cuerdas, agarrar vuestras flechas gigantes y afinar vuestra puntería, porque vamos a empezar a descender a toda velocidad al planeta enemigo. Estar preparados, repito, estar preparados, el ataque ha comenzado.
Apenas le ha dado tiempo a sentarse delante de una de las ballestas gigantes, cuando la nave empieza a descender vertiginosamente.