Deben de estar todos en estado de shock igual que él, porque es lo único que puede explicar el silencio que inunda la nave. Al menos ya es consciente de ese estado, y se ha recuperado lo suficiente como para cerrar la boca, y empezarse a hacer un millón de preguntas para las que no es capaz de encontrar una respuesta, “si ya hemos llegado, ¿a qué esperamos para atacar?”, “si ya hemos llegado, ¿no nos podemos cruzar con una nave enemiga en cualquier momento y eso ser nuestra perdición?”, “si ya hemos llegado, ¿cuál de esos planetas que se ven por la ventana es el objetivo?”, “si ya hemos llegado, ¿me levanto y me siento apuntando con la ballesta gigante, por que qué hago aquí todavía sentado?”. Sin embargo, hay una que particularmente le tiene intrigado, y que es precisamente la que le está impidiendo moverse de su asiento, la que impide tomar cualesquiera de las decisiones que solventarían las dudas a todas las demás cuestiones, y es “¿cómo es eso de que hemos viajado en el tiempo?”. Menos mal que, Segismundo en seguida le responde a esa cuestión sin que nadie se lo pregunte.

Vaya dilema a estas alturas de la película. Nada más acabar de oír la pregunta de Julia ha sentido la necesidad de tapar su cara con ambas palmas de su mano. Está siendo demasiado, primero que han viajado en el tiempo, y luego la posibilidad de que la guerra ya haya acabado y que lo que pase es que inicien ellos otra de nuevo. 

Pocas veces ha habido una mayoría tan abrumadora, pocos veces se han levantado tantas manos de una forma tan sincronizada, es verlo y se le ha puesto la carne de gallina.