- Julia: Evaristo.
Pero no responde, está profundamente dormido. Son las tres de la mañana, y sus cabeza está fabricando un sueño. Sueña que está persiguiendo un jabalí, pero que de repente se le paran los pies y no puede moverse, mira a sus piernas, y están pegadas en el barro, y por más que intenta despegarlas, hasta tirando de ellas con sus manos, le es imposible. Sin embargo Julia, vuelve a intentarlo.
- Julia: Evaristo, ¿estás dormido?
Y esta vez, tampoco responde. Aunque las palabras de Julia, se cuelan a través de sus oídos en su cerebro, dándole nuevo material a su cerebro con el que fabricar su sueño. Ya no está solo, ahora Julia también aparece en su sueño, ella también está atrapada en otro charco de barro, y lo llama, le grita, pidiéndole ayuda, “¡Evaristo!, ¡Evaristo!”, eso lo enrabieta y todavía tira con más fuerzas de sus piernas, ya no le importa el Jabalí, ahora todo lo que quiere es salvar a Julia. Julia, al ver que no le hace caso, vuelve a intentarlo.
- Julia: Evaristo, tengo algo importante que decirte. Creo, que se me acaba de ocurrir algo, ya se cual es el siguiente paso.
Tampoco esta vez tiene éxito, y sigue soñando, cada vez oyendo a Julia gritar con más fuerza, más fuerte, más fuerte, hasta que de repente la ansiedad que siente lo despierta. Abre los ojos asustado, estaba pasando realmente un mal trago en su sueño, la sensación de impotencia que sentía al no poder mover sus piernas y sobre todo al no poder atender a los gritos de auxilio de Julia, habían provocado que sus pulsaciones se disparasen. Pulso acelerado, sensación de que le falta el aire, los ojos abiertos como platos.
- Julia: ¿Qué te pasa?, ¿estás bien?
La mira con cara rara, ¿qué hacía ella en su sueño?, ¿acaso no estaba soñando? Pero no, no puede ser, está en la cama, tiene las sabanas, siente el calor de Julia, todo lo que estaba pasando estaba pasando sólo en su cabeza. La vuelta a la realidad lo relaja, no puede haber mejor sitio en el mundo que donde está ahora. Se restriega levemente los ojos, bosteza, cambia la expresión de su cara ya más relajado, y todavía algo medio dormido le contesta.
- Evaristo: ¿Qué haces despierta Julia?
- Julia: No he podido pegar ojo en toda la noche. Tenía algo importante que contarte.
- Evaristo: ¿Me estabas llamando?
- Julia: Perdón, sí. No podía aguantar las ganas de contártelo y quería comprobar que estabas dormido. ¿Te he despertado?
- Evaristo: No, bueno…sí, bueno…no sé. La verdad es que estaba teniendo un sueño rarísimo, estaba cazando un jabalí, corriendo detrás de él, cuando por culpa del barro mis pies se han quedado pegados al suelo, no podía moverme, parado, paralizado, y justo poco después has aparecido tu en mi sueño, llamándome, gritándome, “¡Evaristo!”, “¡Evaristo!”, también estabas pegada en el barro, tampoco podías moverte. No veas que mal cuerpo se me ha puesto, y eso que sólo estaba soñando, yo intentado ir a rescatarte y no podía, no podía por culpa del maldito barro y por más que tiraba nada, nada de nada.
- Julia: Tranquilo, que estabas en la cama conmigo. Nada de eso no ha pasado.
- Evaristo: ¿Sabes qué? una vez leí un libro de Freud, sobre la interpretación de los sueños. Decía que todo sueño es el cumplimiento de un deseo, supongo que mi deseo en este sueño era comerme un jabalí, salir al exterior a cazar, ¿te acuerdas?, antes de que nos metiéramos bajo tierra.
- Julia: ¿Y lo de los pies paralizados?
- Evaristo: No soy un experto, pero los sueños también pueden expresar una negativa, supongo que es eso por lo que no me podía mover, se trata de un deseo reprimido, porque no podemos salir a cazar.
- Julia: Venga, voy a ponerte a prueba, ¿y yo qué pintaba en tu sueño?
- Evaristo: Esa es fácil, me acabas de decir que me estabas llamando para despertarme y comprobar que estaba dormido. Te has metido en mi cerebro al hablarme, según Freud los sueños provienen de dos estímulos principalmente, de las sensaciones que percibimos por nuestros sentidos y que nos transmiten nuestros órganos internos, y las experiencias recientes, normalmente algo relacionado con lo que pasó el día anterior, o el otro extremo, recuerdos de a infancia.
- Julia: Venga, riza ya el rizo, ¿y por qué estabas cazando?
- Evaristo: Espera que piense. Pues mira, justo ayer estuve hablando con Jacinto, ¿te acuerdas de él?
- Julia: Como no me voy acordar de él. Hace poco dio a luz Susana.
- Evaristo: Pues eso, justo ayer estuvimos hablando los dos de las ganas que tenemos de salir a volver a cazar juntos.
- Julia: Muy bien, me has dejado impresionada. Ahora me toca a mi. Creo que ya tengo un plan. Creo que ya sé que es lo que tenemos que hacer para empezar a cambiar la balanza a nuestro favor, para que esto no se convierta en una guerra eterna y sin sentido.
- Evaristo: Llevaba un montón de tiempo con ganas de preguntarte que te pasaba, y sabía que era precisamente eso, pero no me atrevía. Suponía que tampoco tenías muchas ganas de contármelo.
- Julia: Porque no sabía que hacer, pero calla, que ya se me ha ocurrido algo. Mira, es evidente que nave que explotemos, nave que van a reemplazar por otra, y así nos podemos tirar toda la vida. Y pensando en eso, yo estaba en un bucle del que no salía, y del que no sabía que hacer, pero una bombilla se ha encendido en mi cabeza al acordarme de las clases de historia en e colegio. ¿Sabes en que consistían las guerras antes, no?
- Evaristo: ¿En matar gente?
- Julia: También, pero no me refiero a eso. Consisten en hacerse con territorio. Eso es justo lo que tenemos que hacer, empezar a recuperarles territorio terrícola a los alienígenas.
- Evaristo: Sigue.
- Julia: En vez de hacerles la guerra, ahora aquí y luego allí, les vamos hacer la guerra siempre en el mismo sitio, hasta que no quede ninguno en esa parte, y así hasta que nos hagamos con la Tierra entera.